jueves, 24 de marzo de 2022

PELÍCULAS INTERNACIONALES DE LOS ÓSCAR | BELLE ÉPOQUE, de Fernando Trueba


BELLE ÉPOQUE

España, 1992. Dirección: Fernando Trueba Guion: Rafael Azcona Música: Antoine Duhamel Fotografía: José Luis Alcaine Reparto: Fernando Fernán Gómez, Jorge Sanz, Penélope Cruz, Ariadna Gil, Maribel Verdú, Miriam Díaz Aroca, Mary Carmen Ramírez, Gabino Diego, Michel Galabru, Agustín González, Chus Lampreave, Jesús Bonilla, María Galiana, Joan Potau, Manuel Huete, Juan José Otegui, Félix Cubero, João Salaviza, Luís Zagalo Género: Comedia romántica Duración: 105 min. Tráiler: Link


En el año 1992, España estaba en el centro del foco mediático. Sevilla fue la sede de la Expo y Barcelona albergó los Juegos Olímpicos. El gobierno de Felipe González estaba a punto de culminar su tercera y penúltima legislatura, con la que se confirmó un periodo de estabilidad y crecimiento en todos los sentidos, largamente anhelado. Y entre medias, el surgimiento de una película como Belle Époque, éxito de crítica y público, vino a redondear un curso casi perfecto, con una Penélope Cruz en plena expansión que también tenía en cines Jamón, jamón. La cinta de Trueba se benefició de ese optimismo generalizado y a la postre alargó su vida hasta el infinito: viajó al Festival de Berlín 1993, se alzó con el Óscar en la primavera de 1994 y los Bafta británicos la galardonaron en 1995. Su éxito se debió a una combinación de suerte y pertinencia: pocas veces la necesidad interna de un país (el deseo de releer nuestro pasado histórico en clave desmitificadora, casi mágica, sin el yugo terrible de la contienda civil) conecta con las tendencias internacionales (por ese entonces, los Óscar eran especialmente propensos al romance extravagante, la comedia ligera, las historias de crecimiento y las narraciones entre alegres y melancólicas). 


Pocas películas como Belle Époque encierran tanto y de forma tan armónica el espíritu ibérico fraguado durante siglos a base de picaresca, entremeses teatrales, zarzuela, erotismo y tragedia. Españolísima, pese a rodarse en el Algarve portugués. Tan nuestra que fuera de nuestras fronteras supieron apreciar los valores universales, sin duda quijotescos, de las historias más locales. Si a ello se suma una representación nada evidente de la libertad sexual, moderna incluso en pleno 2022, y un reparto casi perfecto, tanto por la calidad como por la cantidad de sus intérpretes, el resultado solo puede rozar la excelencia. Belle Époque, parte del pretérito y dueña de cualquier época, es más que una película: es un lío de faldas al cuadrado, es la crónica de unos días en el campo en los que el tiempo se detiene, es una utopía y un estado de ánimo. La ensoñación de un instante que nunca fue y que pudo ser. Cine no vivido, acaso vívido, que gana con cada visionado.


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