LA BODA DE ROSA
España, 2020. Dirección: Icíar Bollaín Guion: Icíar Bollaín y Alicia Luna
Festival de Málaga: Inauguración
Ser libre. Emanciparse. Ansiar la libertad. Ponerse el mundo por montera y luchar por una causa. A pesar de la incomprensión del entorno. De los prejuicios propios y ajenos. De las mil y una adversidades que se van encontrando por el camino.
El de Icíar Bollaín es un cine militante, habitado por personajes que emprenden un viaje sin retorno. Los suyos son fotogramas de huida y a la vez de reencuentro. Con un compromiso social y un sentido de la comedia dramática, o del drama cómico, capaz de convertir Katmandú, Bolivia, Cuba o enclaves de la España profunda en espacios reconocibles, preñados de cine y cercanía.
En La boda de Rosa, la directora regresa a los paisajes mediterráneos y a la aparente liviandad de su ópera prima Hola, ¿Estás sola?. De hecho, resulta divertido pensar que el espíritu de la Trini de hace veinticinco años, ya asentada, también desencantada, muta ahora en esta Rosa dispuesta a casarse consigo misma. Antes y ahora, con una Candela Peña que, para más señas, se vestía de novia en los fotogramas de Te doy mis ojos.
Por el camino, Bollaín demuestra la misma habilidad a la hora de construir diálogos y personajes. No por casualidad, la película alcanza vuelos más altos cuando une en el mismo plano, verborrea y vodevil mediante, a la protagonista y a sus hermanos (excelentes Nathalie Poza y Sergi López). En cambio, se muestra más rudimentaria a la hora de cocinar su drama, algo evidente, incluso aburrido en su tramo inicial, del que sale especialmente perjudicado, por esquemático, el personaje de Paula Usero.
La sorpresa más notable se esconde en su tramo final. Bollaín, imbuida por un berlanguismo inédito desde la entrada de la caravana de solteras en el pueblo de Flores de otro mundo, desmonta el ridículo de las parafernalias nupciales con una resolución luminosa y festiva. Sin más explicaciones ni efectos que el atractivo de ver a la "heroína" superada por las circunstancias o, de nuevo, condicionada por toda su prole.
En síntesis, La boda de Rosa es una obra coherente, tanto con nuestros tiempos como con los temas medulares de su directora. Película que sabe a soplo de aire fresco, aunque en cuanto a ejecución cinematográfica, más allá de su dirección de intérpretes, resulte menos atractiva que las últimas El olivo y Yuli. Prueba de que la comedia puede y debe ser muy trascendente. Folclórica, sin que por ello deba incurrir en clichés rancios. Actual, y aun así libre de controversias.
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