lunes, 16 de diciembre de 2019

FESTIVAL DE SITGES 2019 (X) | NETFLIX: ¿DÓNDE ESTÁ MI CUERPO?, EN LA HIERBA ALTA, EL CAMINO y FRACTURA


¿DÓNDE ESTÁ MI CUERPO?
Francia, 2019. Dirección: Jérémy Clapin
Sección: Oficial a concurso


Antes de figurar en todas las ternas a la mejor película de animación del año, ¿Dónde está mi cuerpo? se presentó en la sección oficial competitiva de Sitges. La nota era prometedora desde el inicio, ya que lo más habitual es que el festival catalán redirija las cintas animadas a los escaparates que suele dedicar a todo tipo de cartoon. No cuesta imaginar qué virtudes vieron los miembros del comité seleccionador de Sitges para llevar el trabajo de Clapin a la primera trinchera del certamen: un uso extraordinario de los colores y la atmósfera, un ambiente cercano a la distopía y una trama que funciona como cuento y crítica de la soledad de nuestros cuerpos, con o sin alma, enteros o cercenados. El vagar sin rumbo de una mano amputada es el hilo conductor de una de las propuestas más personales que haya defendido Netflix en su corta pero intensa historia. Que los movimientos de esa masa de dedos sin dueño tengan atisbos de humanidad, aun cuando no hay ningún rostro que exprese euforia o pesadumbre, es un logro del que Clapin puede presumir en su Francia natal o en el mismísimo Hollywood. Porque, en este caso, de Sitges al cielo: esperemos que ¿Dónde está mi cuerpo? encuentre la solución al enigma en el patio de butacas del Dolby Theatre. 



EN LA HIERBA ALTA (IN THE TALL GRASS)
EE. UU., 2019. Dirección y guion: Vincenzo Natali
Inauguración fuera de concurso


Hace dos décadas, Vincenzo Natali presentó en Sitges Cube, a la postre uno de los filmes de género fantástico más relevantes de los 90. Tras trabajar en la realización de distintas series norteamericanas, el todopoderoso Netflix le ha abierto las puertas para regresar al largo con En la hierba alta, enésima traslación a la gran pantalla del universo del escritor Stephen King. Este estreno y Cube establecen una accidental relación: el patrón consiste en encerrar a unos personajes en un espacio amenazante que se va transformando cada pocos segundos, ahora con una claustrofobia al aire libre muy original. Por ello, de la cinta sorprende y convence el uso de los espacios, los juegos de cámara, los bucles temporales (especialmente relevantes en su primer tercio) y la apuesta por un terror contenido, sin escenas que expliciten por la vía de la sangre o de la histeria el estado anímico de los personajes. En el otro lado de la balanza, la descripción de los pocos individuos que están atrapados en un campo de Kansas y los apuntes místicos (¡esa roca!) son tan unidimensionales que, a medida que avanza, el espectador construye una coraza que le inmuniza con respecto a todo lo que sucede en pantalla, como una capa alta y frondosa de hierba. Normal que, con todo lo dicho, los asistentes del festival se sintieran decepcionados, más si cabe después de haber visionado en Sitges inauguraciones tan imponentes como las de La bruja, La forma del agua o Suspiria. En la hierba alta, eso sí, permitió a la dirección del certamen traer a la ciudad al actor Patrick Wilson y, cómo no, exportar la marca Netflix. Quedamos a la espera de que la plataforma reina financie un verdadero filme de terror, sin miedo a rebasar los márgenes de lo políticamente correcto.



EL CAMINO: UNA PELÍCULA DE BREAKING BAD
EE. UU., 2019. Dirección y guion: Vince Gilligan
Sesión especial

Para los asistentes de Sitges, El camino funcionó como película de clausura, no se sabe si de forma premeditada o espontánea por parte de la organización del festival. Pese a llevar veinticuatro horas disponible en la plataforma Netflix, el público abarrotó el Auditori para aplaudir a Aaron Paul y visionar uno de los eventos culturales del otoño. Disfrutada en pantalla grande o pequeña, El camino pone de manifiesto el talento de Vince Gilligan a la hora de expandir el universo de Breaking Bad sin traicionar a sus protagonistas. El filme se vive precisamente como una coda amable, un guiño a los fans y la posibilidad de pasar dos horas más con un personaje que, a la sombra de Walter White, tiene ganado el afecto de una amplia mayoría. La narración se escinde en dos, con un montaje paralelo nada televisivo que puede confundir a todos aquellos que no recuerden con exactitud los sucesos del último episodio de la serie. El final, además, tiene cuerpo de despedida definitiva, aunque la propia existencia del filme permite discutir hasta qué punto se deben estirar tramas que estaban más que cerradas. En resumen, una película satélite que no engrandece las virtudes de Breaking Bad, aunque contribuya a mitificarla y probablemente la acerque a una generación que, por edad, no siguió los capítulos originales en sus emisiones semanales. Ojalá el periplo de Pikman y los suyos termine aquí, en una huida que, al no resolverse, tiene visos de eternidad.



FRACTURA (FRACTURED)
EE. UU., 2019. Dirección: Brad Anderson
Sección: Oficial fuera de concurso

Brad Anderson es uno de los reyes del thriller psicológico. Session 9, El maquinista y Transsiberian contribuyeron al cine paranoico que contextualizó el audiovisual posterior al 11-S. Entre las series que ha dirigido se encuentran títulos importantes como Fringe, The Killing o The Sinner, de tonos y temas similares. Y ahora, con la irrupción de Netflix, el director regresa al largometraje con Fractura, una película que continúa y amplia su universo. Sam Worthington interpreta a un padre de familia que acude a un hospital con su hija, que acaba de sufrir una aparatosa caída en los alrededores de una gasolinera. La mente le jugará una mala pasada y el personaje empezará a poner en tela de juicio sus acciones y la de todos los trabajadores del centro de salud. Entre giros, sorpresas y un presunto secuestro, Anderson fuerza los resortes de un pater familias superado por las circunstancias, metáfora del hombre blanco norteamericano que pierde el control de su vida y deja de tener el beneplácito de los suyos. Algunos considerarán que el guion fuerza en exceso las alucinaciones y los equívocos del protagonista, pero en verdad es un formalismo del propio subgénero: si acaso puede cuestionarse que Anderson, tras dos décadas de experiencia entre bambalinas, facture un misterio bastante conservador en el plano formal. Eso sí: se agradece que todavía lleguen a salas y plataformas cintas de suspense en el sentido más hitchcockiano del término. Fractura no rompe moldes, y aún así es un entretenimiento más que digno.


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