Adrien Brody no levanta cabeza desde que ganó el Oscar por El pianista. El mejor papel de su carrera desde que interpretase con convicción al músico Wladyslaw Szpilman es el loco secundario de El bosque, película no por casualidad polémica, para quien escribe excelente, que bien pensado anunciaba la ristra de desastres que el actor neoyorkino concatenaría posteriormente: en su filmografía figuran títulos como Splice: Experimento mortal, Giallo, Predators o Manolete. La lista no está puesta a mala leche ya que el propio Brody ha renegado de algunos de esos films, e incluso muchos de ellos tuvieron problemas de distribución. El profesor sigue sumando en esa línea de despropósitos, y el hecho de que Brody se haya atrevido a financiar el proyecto puede dejar volar la imaginación del espectador: es imposible no visionar la película mientras el cerebro intenta decidir si lo de Brody es una maldición en toda regla o una falta de intuición preocupante a la hora de elegir proyectos. Pero eso es salsa rosa cinematográfica. Aquí nos vamos a centrar en El profesor. Y la película me ha enervado sobremanera. Porque miente. Según el film, los institutos norteamericanos son campos de batalla, los alumnos se dedican a matar animales, los profesores son unos incompetentes y unos desequilibrados mentales, algunos maestros se pasean por los pasillos del centro como si fuesen top models, los padres asisten a los encuentros con el equipo docente cual pandilleros en busca de pelea y en las clases no importa tanto impartir materias o compartir conocimientos como mantener en orden a grupos de veinte o treinta adolescentes durante más o menos una hora. Un contexto apocalíptico, obviamente falsario, introducido por el personaje de Henry, del que se puede decir que es una persona inestable que va de colegio en colegio con un maletín vacío y proponiendo a los estudiantes actividades tan desagradables como la redacción de su propio epitafio. Formalmente el film también crispa: opta por una dirección de fotografía mareante, por un montaje de imágenes que en lugar de enriquecer la historia potencia todavía más el caos, el desconcierto y la sinrazón que recorre toda la película. De El profesor no se puede extraer ningún debate, no hay por dónde cogerla, resulta tan desagradable que solo dan ganas de dejarla en la cuneta. Tony Kaye solo ha sabido conservar de su gran American History X cierto empaque visual, aquí con mucho menos presupuesto. Si El profesor, como parecen apuntar esos títulos de crédito mínimamente originales, es una reflexión sobre las dificultades que supone educar a una generación desencantada, de ella se extrae la idea de que no vale la pena ni tener hijos ni dedicarse al noble oficio de enseñar. Es una película oscura, con el corazón negro, rodada desde la rabia. Tal vez quería ser una crítica con enjundia pero El profesor solo invita a la violencia pura y dura. Además de mala, sin moral. Lo que en los institutos de bien merece un suspenso sin paliativos.
Para los que creen que el fin del mundo fue ayer
Lo mejor: Pensar que nunca volveremos a pisar un instituto.
Lo peor: Su irascibilidad.
Nota: 2