¡Qué inteligente es Jodie Foster! Será que mi concepción del cine es más europea, pero siempre he creido que es más difícil llevar a la gran pantalla un guión ajeno, la tónica que utilizan los norteamericanos. Y Jodie Foster ha llevado el libreto de Kyle Killen a su terreno. Eso le sirve para: uno, situarse detrás de la cámara para rodar una película no demasiado compleja a nivel técnico; dos, darse el gusto de interpretar un personaje secundario pero de vital importancia en la trama; tres, reivindicar su autonomía como artista al incluir una pequeña crítica encubierta al mundo del famoseo express y estrellatos de corta duración (Foster nunca ha sucumbido a las reglas de Hollywood y su película es en todos los sentidos una oda a los inadaptados); y cuatro, dar a su amigo Mel Gibson un protagonista único, en esos raros ejemplos cinematográficos en los que el actor se come al personaje y el personaje parece un reflejo del actor. En El castor el azar ha sido crucial: con otros intérpretes, con otra directora, todo sería diferente. Tal y como es, el film esconde una autoreferencia: el momento en el que Gibson se intenta suicidar en la bañera y posteriormente saltando del balcón de su piso es el reverso del Gibson cantarín, jovial, siempre buen actor, de ¿En qué piensan a las mujeres? en la escena homenaje a Cantando bajo la lluvia. El castor tiene un humor negro extraño y al salir del cine la sensación es que en realidad hemos sido testigos de un drama semiescondido, tan lapidario como The Squid and the whale y otras familias disfuncionales. Se la recordará como la curiosidad que es: una marcianada que coge desprevenido al personal, una hermosa historia de depresiones y relaciones paternofiliales (y muñequiles) más honda de lo que parece. Personalmente, sobra toda la trama que concierne a Jennifer Lawrence, el paralelismo entre el devenir del padre y el hijo es obvia pero está bien contada, y el juguecito con funciones de títere bien merece un grupo de Facebook: realmente copia las expresiones del actor y logra estar contento, cabreado o triste cuando así se expresa su personaje. Y es que El castor es una película paranoica: el tiempo decidirá si es carne de Oscar, pieza televisiva de sábado por la tarde o un título de culto. Pero recuerden: sea lo que sea, será gracias al atino, la agudeza, la experiencia, la inteligencia de la gran Jodie Foster.
Nota: 6