jueves, 26 de octubre de 2017

CRÍTICA | EL AMANTE DOBLE, de François Ozon



Ozon al cuadrado
EL AMANTE DOBLE
Festival de Cannes: Sección oficial
Francia, 2017. Dirección: François Ozon Guión: François Ozon y Philippe Piazzo, a partir de la novela de Joyce Carol Oates Música: Philippe Rombi Fotografía: Manuel Dacosse Reparto: Marine Vacth, Jérémie Renier, Jacqueline Bisset, Myriam Boyer, Dominique Reymond, Fanny Sage, Jean-Édouard Bodziak, Antoine de La Morinerie, Jean-Paul Muel, Keisley Gauthier, Tchaz Gauthier, Clemence Trocque, Guillaume Le Pape, Benoît Giros Género: Thriller erótico Tráiler: Link Duración: 105 min. Fecha de estreno en España: 08/09/2017
¿De qué va?: Convencida de que sus dolores de estómago tienen un motivo psicológico, Chloé, una joven frágil e inestable, visita a Paul, psicoanalista, del que se enamora. Meses después, ambos deciden irse a vivir juntos. Cuando Chloé descubre la doble identidad de Paul, la joven vuelve a caer enferma.



François Ozon sigue en forma, libre e imprevisible, haciendo gala de una hiperactividad que a muchos nos tiene absolutamente fascinados. El amante doble es su película más lúbrica. En ella, los cuerpos no entran en espacios: penetran en ellos. Los personajes no dialogan: se confrontan y retozan, como esas largas sesiones sobre el diván que la inteligencia del francés rueda con una teatralidad pulcra, partiendo a capricho la pantalla en rostros y genitales. Película de sexo explícito pero no pornográfico, con una sensualidad que roza lo performativo, incluso lo onírico. Historia de atmósfera, de imposibles que rozan el absurdo, de espejos, caprichos simétricos y juegos de profundidad. Puro De Palma, bajo el influjo de Almodóvar y al mismo tiempo inclasificable. Ozon une los extremos del thriller elegante y el folletín telefilmesco para contarnos una historia de amour fou, escandalosa a conciencia, que sólo puede disfrutarse si el espectador deja llevarse por cada devaneo de guión. El amante doble es azarosa, pero sus desvaríos distan de ser caprichosos. Jérémie Renier borda el papel de dos hermanos gemelos, hasta el punto que, salvo algún giro con entidad de spoiler, siempre sabemos qué amante aparece en escena. Otro tanto para Marine Vacth, ex Joven y bonita cuyo periplo, interpretado con fiereza, va de la enfermedad a la ¿liberación? de su resolución. El amante doble, en resumen, es una historia suicida, copia de infinidad de relatos y única en su especie. Con fotogramas, además, que el respetable tardará largo tiempo en olvidar, como el ojo-vagina que abre la película o el orgasmo final acompañado con una simbólica rotura de cristales. Una pena que Almodóvar decidiera no premiar a su discípulo más aventajado en la pasada edición del Festival de Cannes: El amante doble no sólo era la película más endiablada de la competición, sino muy probablemente la sublimación de un autor que, como el manchego, ha hecho de la obsesión, en sus vertientes más finas y escabrosas, el gran motor de su filmografía. 


Para voyeurs sin complejos.
Lo mejor: Su inagotable catálogo de perversidades.
Lo peor: El personaje de Jacqueline Bisset está un poco desaprovechado.


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