miércoles, 12 de diciembre de 2012

Una película especial: Crítica de CAFE DE FLORE


Jean-Marc Vallée, tras C. R. A. Z. Y. y Cafe de flore, se impone como un creador que habla de sentimientos, que dispone las escenas como momentos fragmentarios de un estado de ánimo, que pretende cambiar el humor de la audiencia. Cafe de flore es una película especial que se compone de reflejos más que de imágenes, donde la mirada se impone al objeto mirado. Es un cine en primera persona, sensible y sensitivo, que no busca más sentido que la relación simbólica entre rostros, la conjunción de escenas que en apariencia no filman nada y diálogos que en apariencia no dicen nada. El vínculo que une las dos historias cruzadas con las que juega Vallée es mínimo y a la vez total. Hay que ver la película entendiendo que la poesía, más difícil de escribir que la prosa, admite muchas licencias. Cafe de flore es una obra libre y está dispuesta en estrofas, no en párrafos. Una lectura cabal de Cafe de flore diría que la película podría funcionar perfectamente centrándose en un solo foco narrativo, algo que además permitiría a la acción discurrir a paso más firme, sin que el espectador tenga que estar todo el tiempo confiando en el director a riesgo de que este nos deje en la estacada. Una visión romántica conectará con las rimas de Vallée y dirá que el cineasta se arriesga a caer en lo ampuloso pero siempre sale a flote con momentos de notable belleza y dureza. No es una película perfecta. No lo es porque no debe serlo y porque estructuralmente no está pensada con ese fin. El film es como esa melodía contagiosa que da título a la película. Sin saber muy bien de qué va, cuáles son las intenciones del cineasta y cómo sería la cinta con otro montaje final, Cafe de flore sigue con nosotros después de haberla visto, bien porque sus imperfecciones resultan misteriosas o porque ese misterio es terreno propio del buen cine que cala hondo. Siento total simpatía por los directores que destilan convicción y pasión con cada fotograma, que no tienen miedo a enamorarse de sus criaturas fílmicas. Por eso amo el cine de Ozon y Almodóvar. Y por eso, sin estar plenamente satisfecho con Cafe de flore, me quedo con lo mejor, al menos con lo que más me estimula de ella, aquello que sigue como eco en mi cabeza: la fantástica interpretación de Vanessa Paradis, la sublime selección musical y las extrañas ganas de digerir la película en soledad y al mismo tiempo de compartirla. Será porque el amor establece vínculos tan crueles y locos como absolutamente vibrantes: es un estado que te llena y que te vacía, que es egoísta y generoso a la par. Cafe de flore es la obra más o menos perfecta de un enamorado, y nadie debería darle la contraria a Vallée, se entre o no en su mundo. Porque puede resultar una historia del todo insoportable o bien una obra inspiradora. Según el espectador y según el momento. Cine de la imperfección, de sinestesias e hipérboles, concebido desde la radicalidad e imposible de leer desde las medias tintas. Cine, al fin y al cabo. 


Para los que entienden el cine como un viaje de ida y no regreso
Lo mejor: Su innegable personalidad.
Lo peor: No dejarse llevar por el caos de la película.

Nota: 6'5

2 comentarios:

Daniel Bermeo dijo...

A mi el misticismo de la película no me convenció en absoluto, y su ritmo es a ratos agobiante. Pero le reconozco otras virtudes, como por ejemplo muy buenas interpretaciones de Paradis y otras más del elenco.

Saludos!

Unknown dijo...

Tú lo has dicho: cine. Me guardo tu reseña en el corazón y la agradezco, al igual que esta gran película.