domingo, 13 de mayo de 2012

Superhéroes: Crítica de LOS VENGADORES (THE AVENGERS)

A Miryam y a Núria, superheroínas filólogas

Sin querer cualquier blog se va formando una línea editorial que en la mayoría de ocasiones acaba siendo un reflejo de los gustos de quien administra y escribe. Quizás por eso, y a pesar de que Los Vengadores está en boca de todos, puede resultar extraño que este espacio dedique un día de su actividad cinéfila a una película tan alejada del cine que servidor defiende y consume, no por esnobismo, sino por verdadera convicción: las tramas de superhéroes que hacen las delicias de la mayoría me aburren soberanamente, algo que no suele hacer la cinta raruna del país más extraño premiada en el festival más exclusivo. De hecho, noté pisar tierra extraña desde el primer momento que entré en la sala, un día del espectador a las diez de la noche, con jóvenes, críos, padres e hijos que casi nunca me encuentro en la sala más pequeña de al lado. El cinéfilo es un animal de costumbres y cuando algo se quiebra en su rutina no puede más que sentirse incómodo. Así que con Los Vengadores, teniendo en cuenta mi inexistente fanatismo por el cómic, partiendo de la base que la mayoría de películas de los superhéroes protagonistas no las había visto de forma premeditada, solo me quedaba la posibilidad de dejarme llevar. Y así lo hice, abriendo una especie de bucle espaciotemporal que durante toda la sesión me llevó diez años atrás cuando veía en el cine de mi pueblo el primer Spiderman de Sam Raimi, ya por aquél entonces convencido de que esos despilfarres visuales no eran lo mío. Con la diferencia de que el digital ahora se ha aliado con los superhéroes a la hora de dar vivacidad a sus proezas. Efectivamente: durante dos horas fui el típico abuelo anonadado pensando '¡cómo ha avanzado el cine en los últimos años!'. Eso sí: fascinado y al mismo tiempo asustado por este nuevo rumbo del cine, ya no comercial, pero sí popular, al menos a juzgar por las cifras de recaudación.


No puedo establecer un lazo comparativo entre Los Vengadores y las sagas anteriores de sus personajes. No puedo ni tan siquiera encuadrarla dentro del género del cine de acción, mucho menos en el subgénero de los superhéroes por jugar a establecer etiquetas que, intuyo, existen. Así que mi base está en el cine de Raimi, que de alguna manera, otra vez por intuición, fue el arranque del furor del cine de los héroes Marvel, el mismo que con Los Vengadores llega a una especie de encrucijada o punto culminante, momento de recapitulación y cambio. Había dejado a Peter Parker debatiéndose entre el bien y el mal en una trama que jugaba a ser trascendente, a tomar la dicotomía del héroe como discurso de las oscuridades del hombre (nada) extraordinario que habita en todos nosotros. Y en cambio en Los Vengadores me encuentro con una comedia desenfadada, consciente de la festiva inverosimilitud del conjunto, en una apuesta concienzuda por ofrecer espectáculo y risas a los seguidores de pro. Así que a ella me acerco desde el punto de vista más epistemológico posible, o lo que es lo mismo, intentando adivinar qué hace de Los Vengadores un film tan atractivo para la mayoría de quienes llenan los cines en la actualidad, si bien eso me hace desconectar totalmente de la historia, por la que no siento ningún tipo de empatía.


Tras una reflexión objetiva de Los Vengadores, no queda más que alabar sus innegables virtudes. En tiempos de chiffhangers televisivos, la Disney ha sabido crear una franquicia que se retroalimenta y que aquí consigue su cenit al poner en el mismo plano hasta seis nombres con gancho. Cada superhéroe tiene su momento de gloria, se presentan al espectador de forma elegante (destaca el interrogatorio de La Viuda Negra, el momento más tarantiniano de la función) y una vez inmersos en los momentos de máxima acción los superpoderes de los implicados brillan a toda potencia. Algunas decisiones estilísticas están pensadas para el 3D, algo extraño si, como es mi caso, se ve la película sin la dimensión extra. Y por lo demás, es una película que no decae, que sabe captar la atención del espectador, que se las ingenia para que el respetable mantenga los ojos pegados a la pantalla. Una película se debe valorar en función de las expectativas creadas y los objetivos cumplidos, así que Los Vengadores sí es la película dinámica, liviana y entretenida que se esperaba, y que por su relevancia mediática atraerá a gentes que no sientan ningún tipo de aprecio por las luchas cuerpo a cuerpo a base de gadgets y poderes especiales.


Ahora bien: la indiscutible fisicidad o irrealidad de la trama no debe hacernos perder de vista que Los Vengadores, contra todo pronóstico, es una historia de personajes 'con personajes'. Aquí los héroes son el vehículo de la trama pero también su fin último. En otras palabras: la película logra situar a los personajes en un contexto propio para que luego, al unirse para vencer a un enemigo común, sintamos esos seres como partes de un todo. En este sentido, presentar al Capitán América boxeando en un gimnasio vacío es la mejor manera de transmitir la soledad del personaje, incluso el anacronismo de valores que basan sus ideales como superhéroe, resultado de haber sobrevivido congelado durante muchos años. La espectacularidad de Iron Man, visto por primera vez desde su rascacielos ultratecnológico, es el mejor pretexto visual para explicitar el descaro y la mitomanía del hombre que esconde el superhombre. Thor aparece un una lucha shakespeariana entre hermanos y una mención a un mundo paralelo que bien podría ser hijo del de La guerra de las galaxias. Lo mismo sucede con la India, el escenario en el que Hulk huye del mundo y en parte de esa otra parte de sí mismo. Y es precisamente el personaje de Mark Ruffalo el centro del momento más reflexivo y menos espectacular: la sucesión de escenas en la nave de Nick Fury (Samuel L. Jackson) sirve para que los protagonistas hablen entre ellos y discutan sobre las ventajas y desventajas de ser excepcional, por no decir anormal. Un momento no por casualidad situado en el epicentro de la película que luego choca con la parodia y el gag visual: por ejemplo, la escena en que Hulk en su versión transformada pega un manotazo a uno de sus compañeros dejándolo fuera de plano, como si se tratase de una pareja cómica en una película muda.


En resumidas cuentas, Los Vengadores cuenta con las gracias suficientes para satisfacer al fan, al seguidor más o menos activo e incluso al no iniciado. El personaje de Scarlett Johansson, curiosamente, es el más descontextualizado, quizás porque es el único que antes del film no contaba con una franquicia propia (suponemos que estará al caer, siempre que la estrella quiera enfundarse en el traje). Y viendo de dónde puede venir la originalidad del conjunto, destaca el hecho de que Joss Whedon sea director y guionista, algo muy poco habitual en Hollywood y mucho menos en este tipo de propuestas. Así que sin ser santo de mi devoción, Los Vengadores se ha impuesto como una película más interesante de lo que parecía, con más matices y notable sentido del ritmo. Eso aunque vuelva a mis hábitos habituales, afines al cine que aguanta pocas semanas en cartel. Y no por gusto sino por verdadera coherencia con lo que me apetece ver. Seguro que los superhéroes, en esa dicotomía de salvadores por imposición, me entenderían. Los Vengadores es lo suficientemente sólida como para aceptar diversas interpretaciones, como para verla desde diferentes perspectivas, desde el estudio o desde el entretenimiento puro y duro. Lo bueno es que en todas sus posibilidades Los Vengadores destaca como algo más que el blockbuster de la temporada.


Nota: 6