viernes, 4 de noviembre de 2016

CRÍTICA | ONE PIECE GOLD, de Hiroaki Miyamoto


Piratas manga
ONE PIECE GOLD, de Hiroaki Miyamoto
Festival de Sitges: Sesión especial
Japón, 2016. Dirección: Hiroaki Miyamoto Guión: Tsutomu Kuroiwa, a partir del manga de Eiichiro Oda Música: Yuuki Hayashi Género: Comedia de acción. Animación Duración: 120 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 04/11/2016
¿De qué va?: Luffy y los tripulantes de su nave atisban en el horizonte un navío de grandes dimensiones bañado en oro. El barco, comandado por el despótico Gildo Tesoro, es un gran resort con casinos, campos de golf, salas lujosas, luces de neón, centros recreativos y una gran ciudad en sus distintas plantas. Cuando la banda descubre los secretos de Gildo Tesoro y de su particular país flotante, Luffy y los suyos planearán una huida desesperada.


Cuando uno va al Festival de Sitges hace muchas locuras. Una de ellas, ver una película de una serie de animación de la que no se tiene ni la más mínima idea. Ese es lo que me sucedió con One Piece Gold, cinta que recupera los personajes del manga de Eiichiro Oda en una historia de grande formato para devoción de sus fieles. Ni qué decir que la banda de piratas, todos a su manera dotados de superpoderes, me resultaban absolutamente desconocidos, por lo que visioné el film desde la precaución, con la inocencia que da saberse desconocedor-descubridor de todo. No sé si desde esa perspectiva puedo trazar una opinión más o menos sólida de los méritos de One Piece Gold, pero a lo mejor puede ser interesante, más si cabe en una blogosfera tan dada al fanatismo de carpeta, ofrecer una visión "externa" del largometraje de Hiroaki Miyamoto. Desde, insisto, esta visión particular, One Piece Gold me resultó una película rítmica, de una riqueza visual y una comicidad bastante acertada. La historia reúne a los personajes televisivos en un buque dorado presidido por un villano de tomo y lomo, una caricatura del empresario capitalista que ha diseñado su particular burbuja para vivir a cuerpo de rey y a costa del sufrimiento de sus asalariados. La premisa recuerda ligeramente a la Metrópolis de Rintaro, hito de la animación nipona gracias a su estética cyberpunk y a su crítica social apesadumbrada, casi apocalíptica. One Piece Gold no llega a esos niveles de oscuridad, pero sabe ser intrascendente a la par que interesante. La trama, a la postre, cuenta cómo esos piratas se dejan obnubilar por tanta riqueza para después resultar víctimas del "malo malísimo", hasta el punto de protagonizar una huida desesperada según las fórmulas visuales y narrativas del manga (digresiones mil, expresiones exageradas de sus cartoons, giros de trama a tutiplén, etc.). En resumen, un festín para habituales de la animación japonesa y una curiosidad nada desdeñable para los que quieran ver propuestas alejadas de lo convencional. Probablemente esta One Piece Gold pasará de puntillas por las salas y terminará su recorrido comercial en la parrilla de algún canal temático, pero quien escribe se lo pasó en grande. Al final mi apuesta festivalera no fue tan loca. Gracias, Sitges. 


Para "cosplayers", "mangafílicos" y cinéfilos sin prejuicios.
Lo mejor: Desde su presentación musical, la película tienen un empaque visual que no necesita de tridimensionalidades extra.
Lo peor: Gran parte del público y de la crítica lo tratarán como un producto de minorías, muy excéntrico.


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