jueves, 29 de noviembre de 2012

Crítica de EN LA CASA (DANS LA MAISON), de François Ozon

 Para Esther y Kosti, los entusiastas

El cinéfilo, y en general cualquier persona que ama el arte, se define por su curiosidad. Ver películas es lo más parecido a recorrer otros mundos, encarnar otros cuerpos y visitar otros espacios. Contemplar un film es asistir a la representación de un pedazo de vida con el deseo de que lo que late en la pantalla pueda llegar a tener un efecto decisivo en nosotros, tan placentero como revelador. El cine representa la realidad y al mismo tiempo la altera y la sublima. El arte es vida, tiene vida y supera a la vida por ser creíble y a la vez increíble. Para sobrevivir el director de cine necesita contar historias de la misma forma que el espectador se nutre de buenas tramas. Hay sed por contar y ansias de que a uno le cuenten cosas. Ese es el pacto ficcional que une a creador y público. Es lo que hace Ozon en calidad de cineasta. También Claude, el adolescente protagonista de En la casa. Y Germain, su profesor de lengua y escritor frustrado. Y todos los demás personajes del film: desde una galerista sin demasiada suerte a una ama de casa que sueña con redecorar su cuarto de baño. Porque En la casa habla del proceso de creación, de la capacidad de fascinación y manipulación que entrañan las palabras. Es una película lingüística y literaria pero también una obra cinematográfica pícara, astuta y perversa. Es cine dentro del cine, y así hasta jugar con mil y una muñecas rusas, pero también un entretenimiento adulto tan divertido como perturbador.  


En la casa, a diferencia de otros films aparentemente difíciles que se pasean por los principales festivales europeos, piensa en el lector. O mejor: en el espectador. Ozon ha dejado sus ínfulas kitch escondidas bajo llave en la habitación menos explorada de la casa. No es la primera vez que los personajes ozonianos discurren encerrados en cuatro paredes: uno detectará cierto poso del vodevil ya lejano de 8 mujeres; y en el personaje de Rafa, así como en la presentación de Claude (vemos antes su torso desnudo que su rostro, un plano típico del director), es fácil reconocer el Ozon anterior. Es una historia que se enmaraña, que se enreda, que se complica, que al final estalla. Ozon es un romántico y En la casa es al fin y al cabo la historia de una pasión y de una obsesión, expuesta, y aquí viene la novedad, a partir de un guion que funciona con la precisión de un algoritmo matemático. También un cuento sobre la educación, la capacidad de influencia, los límites de lo moral tanto en la realidad como en la ficción y la comercialización del arte en tiempos en el que consumimos con la misma voracidad objetos y personas. Por eso En la casa es reflexión que no pierde de vista la acción. Una ruptura, pues, con el anterior cine de Ozon, que tenía la fuerza de lo narrado a trancas y barrancas pero también el poder arrebatador de lo contado desde el absoluto convencimiento. En la casa hereda la tenacidad de Ozon pero controla su tendencia al sentimiento desbocado. Eso hace de esta película una cinta intelectual y al mismo tiempo trepidante. 


Durante gran parte del metraje la historia tiene fuerza pero resulta inverosímil, justamente la apreciación que hace el profesor con respecto a las redacciones de su alumno. Aunque poco a poco la película te atrapa, te engulle y te confunde. En sus últimas escenas el relato se quiebra, los espejos se rompen, los planos narrativos se desgajan. Con todo, añoro el Ozon de siempre, aunque muchos lo consideren ñoño, rosa o hiperbólico. A En la casa le falta sentimiento porque toda ella es sentido, racionalidad. Una ficción que habla de la ficción, de quien la lee, de quien la recibe, de quien la protagoniza. La fórmula es evidente: 'el mejor final es aquel que sorprende al lector y al mismo tiempo el que tras la lectura se intuye como el único posible, el más coherente'. Lo mismo se puede decir de En la casa: Ozon busca el final perfecto con sus personajes y encuentra una resolución impecable. El cineasta francés ha sabido reconducir sus constantes a otros niveles: ha dejado que la gramática ponga orden a su eterna poesía. Almodóvar, por citar un ejemplo coetáneo, con el paso de los años se ha vuelto ordenado pero no racional. Ozon sí, y no es casualidad que ambos en sus últimas películas se hayan servido de una obra ya existente, el primero literaria y el segundo teatral, para dar una vuelta de tuerca a su cosmos personal. Veremos si el giro que supone En la casa tendrá continuidad en la obra de Ozon. De momento En la casa, justa Concha de oro este año en San Sebastián, es una película clave que se presta a infinitos visionados. También dan ganas de escribir, leer y hablar sobre ella. De lo más elegante e inteligente que hemos visto este 2012 en los cines.


Para espectadores ingeniosos que buscan películas ingeniosas
Lo mejor: La conjunción de excelentes interpretaciones con un guion de hierro.
Lo peor: Enriquece más el cerebro que el corazón, aunque la película resulte tremendamente simpática.

Nota: 8

5 comentarios:

Anónimo dijo...

GRacias por la recomendaciòn. Con frecuencia tìtulos lacònicos encierran grandes cosas. Pero lo que màs me gustò fue el primer pàrrafo donde hablas de cine en general.

Juan Roures dijo...

Tengo muchas ganas de ver esta películas, y también de leer los próximos artículos, sobre todo el de por qué "Crash" ganó el Oscar. Justo mi último artículo trata de las peores decisiones de la historia de los Oscar en el apartado de mejor película; por si te interesa. Saludos.

Popcorn Today dijo...

Fíjate que no me llama mucho la película, pero creo que le reservaré un rato este finde. Gracias por la recomendación!

Marea dijo...

Holaa!! La verdad es que llevo mucho tiempo queriendo ver esta película, pero no la encuentro por ningún lado, me podrías decir algún link para verla online o descargarla? Gracias :)

manipulador de alimentos dijo...

Lo dicen en una escena de 'Dans la maison' a mitad de la película: es una comedia estúpida, todo esto es ridículo. La película de François Ozon es ñoña en su ventana 'voyeurística' (¡ay qué diría el maestro Hitchcock!), un escape apenas maloliente, que ni siquiera satisface al que lo despide. ¡Mejor nos vamos todos a China! Un saludo!!!