lunes, 13 de abril de 2020

CRÍTICA | EL PEQUEÑO TATE, de Jodie Foster


Una mente maravillosa
EL PEQUEÑO TATE (LITTLE MAN TATE)
Jupiter Award a la mejor actriz (Foster) y Young Artist Award al mejor artista revelación (Hann-Byrd)
EE. UU., 1991. Dirección: Jodie Foster Guión: Scott Frank Fotografía: Mike Southon Música: Mark Isham Reparto: Jodie Foster, Adam Hann-Byrd, Dianne Wiest, Harry Connick Jr., David Pierce, Debi Mazar, George Plimpton, Celia Weston, Josh Mostel Género: Drama Duración: 95 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 17/01/1992
¿De qué va?: Una madre soltera cuida de su hijo superdotado. Cuando este es tentado por una profesora que dirige un centro educativo con alumnos de altas capacidades, el niño se abre a un mundo de conocimiento que trastocará la vida de todos.





Cuando un intérprete decide dar el salto a la dirección, la crítica no tarda en encender las señales de alarma ante una posible estrategia comercial por parte de las productoras. En los 90, Mel Gibson, Clint Eastwood y Kevin Costner, tres ejemplos de actores convertidos en cineastas, se alzaron con el Óscar por saber revertir las expectativas de todos. En ese grupo se suma Jodie Foster, una actriz que vivió casi en paralelo el éxito de El silencio de los corderos y el lanzamiento de El pequeño Tate, su ópera prima. Con una particularidad: Foster, desde que tocó el cielo en el corazón del Kodak Theatre, ha hecho delante y detrás de las cámaras lo que ha querido, como le ha apetecido y cuando le ha venido en gana. De esa libertad creativa ha resultado una carrera de cuatro largometrajes de autoría propia y apariciones intermitentes en cintas notables, la gran mayoría vinculadas al mundo del fantástico, como La habitación del pánico y Plan oculto. Y lo más importante: en todos estos años, incluso en aquellos en los que Foster ha estado alejada de los focos, la californiana ha demostrado ser una artista ávida de historias, que sabe lo que quiere contar y que se maneja con bastante habilidad en el medio que la dio a conocer siendo apenas una niña. 


Ese carácter firme y femenino sobrevuela El pequeño Tate, una estimable cinta de la que se cumplen 30 años de su rodaje. La película cuenta el devenir de un niño superdotado cuya vida discurre entre dos mujeres: su madre (la propia Foster), una joven que atenúa su desorden vital con el cariño que le da al niño, y una profesora solterona (Wiest), también superdotada, que permite que el chaval acceda al mundo del conocimiento, aunque en el trato humano se muestra bastante insegura, incluso negligente. Esa antítesis, obvia pero efectiva, le permite a Foster hablar sobre la maternidad y la necesidad de lidiar con los niños prodigio que, por sus altas capacidades, están condenados a sufrir la incomprensión de padres y educadores. El único problema es que la película quiere evitar el cientificismo y al mismo tiempo distanciarse del relato emocional, y ello hace que el metraje se intuya un tanto irregular. Con todo, es innegable que en esa suma de matices se esconde una película compleja, capaz de entretener y de hacer pensar.


El pequeño Tate presume de una verdad arrebatadora, seguramente porque estamos ante un trabajo muy personal en el que Foster puso sus mejores valores como directora-actriz, pero también como persona. Prueba de ello es que Tate, retraído pero súmamente inteligente, es una clara referencia a la propia Foster, que entró a trabajar en televisión a los 3 años y que tuvo que aclimatarse muy pronto a un mundo de adultos. El pequeño Tate es, en el fondo, una oda a la infancia. La película de alguien que, al querer ser madre, vislumbra la hija que fue en su día. Una humanidad que brilla por su ausencia en el todopoderoso y muy masculino Hollywood. Foster, como siempre, inteligente y avanzada a su tiempo. Que nadie se deje influenciar por la banda de "título menor" que acompaña a la película: como demuestra el precoz protagonista del filme, las cabezas más pequeñas esconden los cerebros más desarrollados. 


Para mentes prodigiosas que piensan en positivo y en femenino.
Lo mejor: Sabe ser entrañable sin caer en la condescendencia.
Lo peor: La facilona escena del programa de televisión.


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