martes, 17 de noviembre de 2015

CRÍTICA SERIES | EL MINISTERIO DEL TIEMPO (Temporada 1)


Cambiar el tiempo. Marcar la diferencia.
EL MINISTERIO DEL TIEMPO, de Pablo Olivares y Javier Olivares (creadores)
España, 2015. 1 temporada de 8 episodios, renovada para una 2ª temporada. Emitida por La Uno Género: Ciencia ficción Duración: 70 min. por episodio Tráiler: Link Web oficial: Link Opening Titles: Link Reparto: Rodolfo Sancho, Aura Garrido, Nacho Fresneda, Jaime Blanch, Cayetana Guillén Cuervo, Juan Gea, Francesca Piñón, Natalia Millán, Julián Villagrán, Mar Ulldemolins, José Antonio Lobato
El dato: La serie ha tenido una media de dos millones y medio de espectadores y un share de 12'3%, una cifra que supera la media actual de La Uno. Se estrenó el martes 24 de febrero de 2015, y posteriormente la serie se emitió los lunes en prime time. El canal emitió ocho making offs tras cada capítulo con el nombre de Los archivos del ministerio. Los 'ministéricos', en nombre que reciben los fans de la serie en Twitter, consiguieron que fuera uno de los títulos con mayor target social de la temporada. El hashtag que confirmaba la renovación de la serie se convirtió en trending topic. El canal estadounidense Fox se ha interesado por la serie de cara a un posible remake. Su título internacional es Department of Time. En el momento de escribir esta entrada, la serie se había exhibido en el mercado de Cannes con vistas a emitirse en otros países.



LA FICCIÓN ESPAÑOLA NO PIERDE EL TIEMPO (Reseña sin spoilers)

La televisión española necesitaba quitarse los lugares comunes y las malas costumbres de encima. Sí, amigos: una serie ha logrado marcar la diferencia. El ministerio del tiempo nunca registró grandes datos de audiencia, pero consiguió un justo apoyo en redes sociales y medios especializados. En la televisión pública de hace unos años, con los índices de seguimiento y de calidad de no hace tanto, la serie creada por los hermanos Olivares hubiera sido un fenómeno de masas. Pero nunca es tarde si la dicha, y la serie, es buena, más todavía tratándose de un título en el que el espacio y el tiempo funcionan como coordenadas que cambian con mucha facilidad. ¿Que no sabéis en qué consisten las normas del ministerio? No os preocupéis: os damos todos los datos.


La premisa es tan surrealista que sólo puede ser brillante. Desde hace siglos, el gobierno español cuenta con un ministerio secreto. Todos los monarcas y presidentes del país han supervisado el correcto funcionamiento del ministerio, cuyas patrullas se encargan de viajar en el tiempo y asegurarse de que nada ni nadie altera la Historia en mayúsculas. Se trata, en otras palabras, de preservar los hechos históricos que ya han acontecido para conseguir que el presente no sufra alteraciones. Además, uno de los principios del ministerio es que el tiempo pretérito no puede cambiarse, por mucho que sus trabajadores fantaseen con acabar con Hitler antes de su ascensión al poder, entre otras genialidades. 


Con ese propósito, el ministerio recluta tres personajes de épocas distintas: Alonso de Entrerríos, un soldado del S. XVI condenado a muerte; Amelia Folch, una de las primeras mujeres universitarias de la Barcelona burguesa de finales del S. XIX; y Julián Martínez, un enfermero de nuestros días marcado por la muerte de su esposa. Los protagonistas, ejemplos de la moral de su tiempo, aprovechan su fuerza y su espíritu rebelde para acometer con éxito distintas misiones secretas: entre otros retos, se encargarán de preservar la vida de Lope de Vega, conseguir que España no participe en la Segunda Guerra Mundial o poner orden en la Residencia de Estudiantes en la que coincidieron Dalí, Buñuel y García Lorca. Con todo, ninguno de ellos se limitará a ejercer de policías del tiempo: la posibilidad de volver al pasado (y, en el caso de Alonso y Amelia, de conocer su futuro) hará que los personajes se replanteen el sentido de su existencia, su lugar en el mundo y su capacidad por cambiar el curso de los hechos, unos dilemas que se materializan en el excelente capítulo final de la primera temporada.


¿Alucinante, verdad? Pues todavía sorprende más, y para bien, la eficacia de sus personajes secundarios (especial mención para Irene Larra, una lesbiana avanzada a cualquier tiempo interpretada por Cayetana Guillén Cuervo), sus cuidadas recreaciones históricas (la serie hace un guiño a la serie Isabel, de nuevo con el rostro de Michelle Jenner) y su espíritu entre lúdico y pedagógico. El ministerio del tiempo, además, sabe combinar costumbrismo y humor, de forma que las tramas, en sus saltos de escenario y siglo, aglutinan todo tipo de citas para todos los públicos. Las reflexiones que los personajes hacen sobre la historia de España, la crisis actual y los valores de cada época forman parte de lo mejor de la función. De nuevo, abuelos, padres e hijos pueden sentarse frente al televisor, pero sin necesidad de ceder a la marca blanca y al vodevil familiar tan repetido por la televisión de nuestro país. 


Con todo, El ministerio del tiempo dista de ser perfecta. A los capítulos les sobran 10 minutos de metraje: todavía nos cuesta adaptarnos a los 55 minutos reglamentarios (en España, el concepto de 'prime time' es una locura... aunque este punto lo dejamos para otro texto). Tal vez a la serie le pierde su didactismo, si bien es un aspecto justificable por tratarse de una serie defendida por el ente público (¿qué hubiera hecho otro canal con este material? Nunca lo sabremos). Y, sobre todo, se trata de un producto tan complejo que el espectador necesita varios episodios para 'cogerle el punto' a la historia: de ahí que los 8 capítulos iniciales sepan a poco, y que la resolución de la última entrega, aunque brillante, resulte algo precipitada.


Las bases de El ministerio del tiempo abren la serie a un sinfín de posibilidades, giros, tramas y personajes, por lo que tenemos muchas ganas de saber qué derroteros tomará en el futuro. No cuesta imaginarse una versión extranjera de la serie, ya que la fórmula se presta a que cada país pueda adaptar los postulados del ministerio a sus propias preocupaciones e historia. Tampoco debe descartarse la posibilidad de que la serie, en próximas emisiones, nos sorprenda con más imposibles. De momento, cabe apuntar que los capítulos mejoran a medida que avanzan, que los personajes crecen con el paso de los minutos y que la primera tanda de episodios termina en su momento álgido de misterio e interés. El ministerio del tiempo, en definitiva, es una serie con los índices de inteligencia y originalidad que deberían ser habituales en un país como España. Seguimos varios peldaños por detrás de Italia y Gomorra, de Francia y Les Revenants o de Dinamarca y Forbrydelsen, pero poco nos falta. Que cunda el ejemplo y que se difunda el mensaje (quien escribe también era un escéptico): El ministerio del tiempo vale muchísimo la pena.

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