miércoles, 19 de abril de 2017

CRÍTICA | TOMATES VERDES FRITOS, de Jon Avnet



El secreto está en la salsa
TOMATES VERDES FRITOS, de Jon Avnet
3 nominaciones a los Globos de oro y 2 candidatura a los Bafta y Óscars
EE. UU., 1991. Dirección: Jon Avnet Guión: Fannie Flagg y Carol Sobieski, a partir de la novela homónima de Fannie Fagg Fotografía: Geoffrey Simpson Música: Thomas Newman Reparto: Kathy Bates, Jessica Tandy, Mary Stuart Masterson, Mary-Louise Parker, Chris O'Donnell, Cicely Tyson, Gailard Sartain, Gary Basaraba, Stan Shaw Género: Tragicomedia Duración: 120 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 27/03/1992
¿De qué va?: Evelyn, una mujer acomplejada por su sobrepeso, conoce en un asilo de la tercera edad a Ninny, una anciana que la entretiene con la historia de dos mujeres que vivieron en el estado de Alabama durante los años 30.


Tomates verdes fritos es una de las pocas películas de los años 90 que ha conseguido introducirse en el imaginario colectivo de distintas generaciones de espectadores. Su amabilidad, su comicidad medida y su dramatismo tierno pero nunca lacrimógeno la han convertido en garante de un prototipo cinematográfico que, sin renegar a cierta comercialidad, se define por su madurez y su capacidad para dejar huella en un abanico muy variado de audiencias. En el corazón de Tomates verdes fritos habita una historia de solidaridad, amistad incondicional, emancipación femenina y reivindicación personal, un mensaje que reverbera tanto en la Norteamérica sureña del Ku Klux Klan como en la actualidad. La imagen de unos raíles abre los títulos de crédito para posteriormente desplegar una película que funciona como un viaje en tren: los distintos parajes se van acumulando mediante un estudiado ejercicio de flashbacks y elipsis, como si a lo largo de las dos horas de metraje quedaran condensadas las paradas de un trayecto que se intuye más dilatado, seguramente más doloroso, pero al final reconfortante. No es extraño, por lo tanto, que la imagen del tren funcione en todo momento como símbolo trágico, sobre todo en la escena que une a las mujeres de uno y otro tiempo: la poética desaparición de Buddy, arrollado por una locomotora. Todo ello, además, rodado con un aplomo inusual tratándose de una ópera prima con no pocas complicaciones técnicas y narrativas. El elogio se amplía también a sus actrices, todas espléndidas: Mary Stuart Masterson es puro nervio, Mary-Louise Parker toca el cielo con sus miradas y silencios, Jessica Tandy encarna como nadie la humanidad de una anciana embargada por los recuerdos y Kathy Bates se mete al público en el bolsillo con su transformación tanto física como anímica. En definitiva, una obra que, siguiendo el símil culinario, no puede describirse más que como exquisita. Con un ingrediente infalible: Tomates verdes fritos demuestra que el hecho de contar y oír historias puede hacer más llevadera nuestra existencia e incluso mejorarla. ¿No es esa la esencia del mejor cine? 


Para amantes del cine reconciliador y femenino con enjundia
(en la línea de Magnolias de acero y Criadas y señoras entre otras).
Lo mejor: Su elegancia. La muerte de Ruth, un prodigio en cuanto a planificación escénica.
Lo peor: Su condición de "cine blanco" siempre está abierta a cuestionamientos.


Recuerda todos los estrenos del año 1992 en
EL PODCAST DE C&R: Especial CINE DE 1992

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