Un golpe de altura no es la primera película que nos muestra las entrañas de un robo. No resulta extraño que los cacos sean gentes más bien torpes. Y toda la planificación y posterior ejecución del plan forma parte de casi un subgénero cinematográfico, una constante que se viene repitiendo adaptada a ejemplos castizos (de El robo más grande jamás contado a clásicos como Atraco a las 3) y taquillazos norteamericanos (el glamour de Ocean y los suyos, ampliados hasta trece en sus distintas partes). La base de Un golpe de altura, por lo tanto, es más bien antigua, pero la película sabe dilapidar parte del cliché de las cintas de robos, o más bien consigue incluir otra historia conectada con la archifamosa trama de la pandilla de ladrones en plena faena. Un golpe de altura es una vuelta de tuerca del esquema sabido, y todo gracias a sus referencias a la crisis económica: hay, en definitiva, una necesidad en el robo y también una venganza disfrazada de ajuste de cuentas a todos aquellos empresarios en banca rota que han dejado tras su paso un reguero de víctimas en forma de despidos. El empleado roba al jefe, y con motivo. La lástima es que Un golpe de altura se ha promocionado como otra comedia descacharrante, algo que el público no encontrará. Y en paralelo, los que busquen en Un golpe de altura una película de discurso hondo y notable descripción de personajes se topará con una historia que no acaba de ser ni carne de taquilla ni pieza de culto cinéfilo. Un golpe de altura discurre a dos tiempos: sus personajes no resultan rematadamente tontos, tampoco especialmente simpáticos; la acción no es excesivamente inverosímil, tampoco todo lo loca que a veces se espera; y sin contar algún chiste aislado, la película se sitúa en un tono más bien neutro, consciente del drama interno de la historia, algo que lastra las posibilidades cómicas del conjunto (o al revés: las intenciones por trascender el género y la comedia burda llevan el film a un dramatismo poco convincente). La clave está en entender el final de la historia, en el que se produce un clásico y muy norteamericano reajuste de las cosas en el que el malvado siempre sale malparado: es en este último giro cuando Un golpe de altura defiende su naturaleza de cuento moderno de vocación popular, sin demasiada crítica pero más enjundia de la habitual para este tipo de cine (recordemos: está protagonizada por Ben Stiller y Eddie Murphy entre otros), que permite al espectador no demasiado exigente soñar con la posibilidad de que el bueno pueda ganar al malo. Si lo hace de forma más o menos brillante, si la justificación del robo es demasiado fácil o si todo resulta más complaciente que punzante poco importa: Un golpe de altura es cine familiar de sábado por la tarde. Al menos se agradece que no sea una copia de otras propuestas teniendo en cuenta que la mayoría de calcos no superan el original.
Nota: 6
No hay comentarios:
Publicar un comentario