Desde el 'Primer Mundo' jugamos a la guerra con nuestras videoconsolas. El cine nos ha llevado hasta el abismo del frente de batalla y a base de ver repetidamente el arte de matar parece que la guerra ha perdido parte de su trascendencia y gravedad. Hay, por lo tanto, que encarar los conflictos bélicos desde otra perspectiva porque el cine estadounidense nos ha adocenado y ha desvirtuado la naturaleza despiadada de las contiendas. La Segunda Guerra Mundial se ha convertido en el conflicto más veces llevado al cine, si bien son pocos los cineastas que se atreven a entrar en cuestiones mayores y a hablar de cómo es la guerra, incluso de por qué se produce. Una buena aproximación reciente fue En tierra hostil (The hurt locker), en la que el soldado protagonista nos presentaba a esos individuos que viven de espaldas a la civilización, que necesitan la adrenalina de la metralleta y que entienden la realidad de la guerra como una ficción hecha a su medida en la que dar rienda suelta al patriotismo, el heroísmo y otras ideas inculcadas por una sociedad que ha idealizado el combate cuerpo a cuerpo en favor de consignas e intereses dudosos. Lebanon, León de oro en el Festival de Venecia 2009, podría parecer un film experimental, incluso una variación de las formas de determinado cine de terror llevadas al cine social: en el film hay un intento por traernos la verdad de la guerra minuto a minuto durante una hora y media angustiosa, clave de simulacros de cinéma vérité que títulos como Rec, Monstruoso o Monsters han popularizado en el terreno de lo fantástico. Ello no es casualidad si entendemos que la guerra es lo más terrorífico y deleznable, la evidencia de una mala gestión gubernamental y una representación del fracaso de la condición humana. Toda la película sucede en las tripas de un tanque en el que conviven y sobreviven chicos jóvenes que no se conocen pero que están destinados a compartir un episodio decisivo de sus vidas. La guerra es una deformación, la trastienda de la batalla es totalmente inaccesible para unos soldados rasos como nuestros protagonistas, por lo que tiene todo el sentido del mundo que en Lebanon la guerra sea vivida pero sobre todo intuida, vista tan solo desde el visor de la máquina. Los protagonistas deben apuntar y disparar, seguir órdenes de segundos y acatar normas. Son unos títeres frágiles, manipulables y manipulados. El espectador siente esa indefensión, entiende la injusticia, palpa el sinsentido de la guerra al ver la película. Los mecanismos para disparar un proyectil desde el tanque se parecen demasiado a los de los videojuegos. La película muestra la perversión que esconde el juego de la guerra, porque la guerra es algo demasiado serio como para entenderse como un juego. Bigelow nos proponía un antihéroe antipático, víctima y verdugo. Lebanon es un cine humanista centrado en las víctimas. Logra algo que deberia ser obvio: que al ver a un hombre disparando a otro hombre o que al intuir la muerte del pelotón protagonista nos recorra un escalofrío por todo el espinazo. Eso es Lebanon: un viaje a las oscuridades de la guerra, una vuelta de tuerca necesaria que enriquece el último cine bélico. El 'cine espectáculo' se ha servido de la guerra pero no ha sido fiel a ella: Lebanon, aunque sea la crónica de una guerra omitida, o quizás por eso, es el mayor alegato antibelicista que podría hacerse, con unas cualidades cinematográficas indudables (excelente dirección de fotografía) y una profundidad descarnada (allá donde otros proponen batallas coreografiadas, aquí solo queda la desnudez de un tanque irrespirable y húmedo, metonimia de todo lo que sucede en el exterior). Pueden discutirse muchas cosas en el planteamiento de Lebanon, pero la idea de base gana a cualquier problema de guión (en parte justificado por el claustrofóbico escenario en el que se encuadra la trama). Lebanon, por lo que cuenta y sobre todo por cómo lo cuenta, es una de las obras más estimulantes de los últimos años. Hay que verla, aunque nos lleve al mismísimo infierno, allá donde el hombre deja de ser hombre para transformarse en solo un nombre, una cara, un número en una lista de fallecidos, una bestia.
jueves, 31 de mayo de 2012
miércoles, 30 de mayo de 2012
Vivir después de morir: Crítica de AFTERMATH (Lad de små børn...), de Paprika Steen
La primera vez que vemos a Britt y Claes es en una sesión de terapia de grupo en la que varias personas hablan sobre un familiar que perdieron. Los protagonistas abandonan la sala y eso marcará su devenir en toda la película. Porque Britt y Claes han sufrido una pérdida y Aftermath explica el proceso por el cual los personajes llegarán a ser conscientes del duro trance vivido, sentarse a hablar con tranquilidad y dibujar una vida tras la muerte de Louise, su hija pequeña. Una historia muy dura en la que el camino de Britt y el de Claes se bifurca en dos películas muy interesantes: ella reemprende su actividad como agente social, mediando entre maternidades negligentes que solo hacen que subrayar la injusticia que ha vivido; y él abandona su actividad como arquitecto y el contacto con sus amistades, demostrando hasta qué punto es posible seguir adelante cuando un punto seguido marcado por el azar pesa como un final del que no se puede salir. Un material de alto contenido dramático que la actriz Paprika Steen, en su primera incursión como directora, resuelve con aplomo, sin caer en sensiblerías y firmando un final sorpresa que servidor no se espera y aplaude. No añoramos a la Steen actriz: Sofie Gråbøl soporta el peso de su personaje, mérito que le valió una nominación al Bodil danés y el premio a la mejor actriz en el Festival de Karlovy Vary 2004; y Mikael Birkkjær, uno de los sex symbols del cine y la televisión danesa, lidia con nota con la escena más difícil de toda la película. Su estreno directo en la televisión por cable argentina hace pensar en un telefilm que no es. Nunca llegó a estrenarse más allá de Escandinavia y este blog tuvo que verla en versión original subtitulada en inglés. Vale muchísimo la pena. La cinefilia atenta detectará un parecido razonable con Rabbit Hole de John Cameron Mitchell. Pues es muchísimo mejor. Frío como buen drama nórdico. Certero en toda su dimensión social. Bien dirigida, bien escrita y bien interpretada. Encontrarla es un reto y verla incomoda. En su traducción inglesa significa 'Secuela', y en su título en danés algo parecido a 'Deja a los niños pequeños'. Tómense un tiempo en rebuscarla por estos mundos de descargas y véanla.
martes, 29 de mayo de 2012
Todos están bien: Crítica de OKAY, de Jesper W. Nielsen
Pocos conocen a la actriz danesa Paprika Steen. Ha intervenido en papeles muy pequeños en películas como Bailar en la oscuridad, Mifune, Los idiotas o Celebración, por lo que forma parte de toda una generación de intérpretes que dio rostro al movimiento Dogma y que posteriormente dio muchísima vida al cine danés. Ha dirigido dos películas: Aftermath y With Your Permission. Ha trabajado en la televisión danesa, y a diferencia de Mads Mikkelsen, Nicolaj Lie Kaas o Ulrich Thomsen casi siempre ha filmado en su Dinamarca natal. Aunque esta Okay pudo verse en el Festival de Cannes del 2002 nunca llegó a estrenarse en España, y si rastrean la red solo encontrarán una copia de la película subtitulada en inglés. Ese año se hizo justicia con la gran actriz que es Paprika Steen: consiguió dos Robert y dos Bodil, análogos del Goya danés, a la mejor actriz protagonista por esta y secundaria por Te quiero para siempre (Open Hearts) de Susanne Bier. Un dato simbólico porque Okay fue el primer protagonista de Steen antes de que llegasen La sustituta, Applaus o Superclásico, y la primera vez que aspiró a un premio de valor internacional como el EFA de la audiencia. Ver Okay, por lo tanto, permite descubrir o enamorarse de nuevo de esta mujer de 47 años que casi siempre defiende personajes con carácter, fuertes, vitalistas, con desparpajo.
Steen es en Okay una Amélie danesa. Madre de familia trabajadora que tiene que encargarse de su hija, su marido, su casa, su hermano y su padre enfermo. Una actividad frenética que no da tregua a la protagonista: quiere tenerlo todo bajo control y al final todo se le irá de las manos, porque lo único que consigue son peleas con su hija adolescente y distanciarse de su marido. Está tan acostumbrada a poner paz entre los demás que se ha olvidado de dar estabilidad a su vida. Okay es su historia, el día a día de una mujer que pone buena cara al mal tiempo, que dice que todo está bien cuando todo empeora, que busca trabajo para los demás desde su oficina y que quiere que los suyos se reconcilien de forma altruista. Una comedia dramática urbana, actual y cotidiana de una heroina normal y corriente. Un canto a la mujer trabajadora que vive en consonancia con sus convicciones e independencia. Y para los no nórdicos, una descripción de esa Dinamarca perfecta, con bajísimas cifras de paro, con un sistema sanitario de hierro, abierta en lo que a tendencias sexuales y a nuevos modelos de familia se refiere. Algo que hace de Okay una historia muy local y al mismo tiempo universal. Un título que ha ganado con el paso del tiempo, no solo porque la carrera de Steen ya está consolidada, sino porque ahora casi nada va como debería. ¿Qué sucedería ahora con la protagonista de Okay en un mundo en crisis tanto económica como de valores? La cuestión es que el film, a pesar de los conflictos con los que lidia su luchadora protagonista, es la crónica de unos tiempos de bonanza. Así que quedémonos con el mensaje optimista del título: todo va bien, y si no es así más vale creerlo con vehemencia para disfrutar de todo y todos los que nos rodean.
domingo, 27 de mayo de 2012
CANNES 2012: LA SEGUNDA PALMA DE ORO DE MICHAEL HANEKE
Cannes dura todo el año. No solamente porque según la leyenda Thierry Fremaux y su equipo ven miles de películas a lo largo de 365 días. Como escaparate a ratos fastuoso a ratos serio de las constantes cinematográficas de la modernidad, el certamen francés trasciende la mera competición de películas para convertirse en un resumen de aquellos autores y títulos que nutrirán las revistas y conversaciones cinéfilas a lo largo de todo el año. Hay que estar en Cannes porque ese es el premio: ser coronado como pieza clave de lo ocurre aquí y ahora en el cine del siglo XXI.
Quizás por eso Cannes 2012 desde un primer momento dió la sensación de ser un festival celebrado a destiempo. Porque un año en el tiempo no siempre concuerda con un año en lo cinematográfico. Es lo que ocurre cuando todavía sigue coleando una edición donde se vieron El árbol de la vida, Melancolía o El niño de la bicicleta entre otros títulos, cintas que merecen muchos visionados y cuya discusión sigue viva entre la comunidad cinéfila. Cannes 2012 se ha celebrado cuando las llamas estaban todavía encendidas, cuando lo habitual es que las ascuas del pasado den paso a un nuevo espectáculo avance del cine del 2012.
Por todo ello Cannes 2012 ha sido menos interesante, menos mediático. La lluvia se encargó de deslucir el glamour de la alfombra roja. Y los periodistas reunidos concordaron en hablar de una edición un tanto descafeinada en la que se dieron cita los grandes nombres de Cannes pero en la que en ningún caso se presentó la película definitiva que reconciliase (o enemistase) a todos de forma apasionada. Obviamente todo ello forma parte de las bambalinas de la prensa, que, por cierto, no se aclaró ni tan siquiera a la hora de valorar si una película había sido recibida con aplausos o entre abucheos. En definitiva, como siempre, ahora toca el turno de que el público valore, aun a sabiendas de que quizás resulte más interesante volver a Cannes 2011 que conocer las nuevas propuestas de 2012.
Esta 57ª edición de Cannes será para siempre la edición de Haneke. El director de Caché o La pianista suma su segunda Palma de oro, para más inri consecutiva, tras La cinta blanca. Por si había alguna duda, Haneke ya es historia viva del mundo del cine, un cineasta que empezó a dirigir tarde y que el reconocimiento le ha venido cuando ya no lo necesitaba. Aunque con el paso de los años ver a dos películas del maestro austríaco en la lista de grandes encumbradas en la Croisette será clave para saber quién fue uno de los grandes creadores de historias en paralelo al cine comercial. Otra vez el factor 'tiempo'.
No hubo que lamentar desatinos. Todos los nombres del palmarés eran los esperados. Nanni Moretti y su equipo lograron una nómina de ganadores que a ciegas parece poco o nada reprochable. Carlos Reygadas fue el mejor director por la polémica del año: Post Tenebras Lux. Independientemente de que sea una obra maestra incomprendida o una basura infumable, el hecho de ver con premio al director de Batalla en el cielo y Luz silenciosa supone una grata noticia. Cristian Mingiu logra lo que consiguió Almodóvar por Volver: palma al mejor guión y reconocimiento para sus dos actrices. Mads Mikkelsen, nombre vital del cine nórdico de los últimos veinte años, consigue algo más que la Palma al mejor actor: no solo ser (que ya lo era), sino ser reconocido de una vez por todas uno de los grandes intérpretes europeos. Para más datos, les remito al Especial Cine Nórdico que este blog viene publicando desde abril. Para Mikkelsen el tiempo correrá a diferente velocidad: habrá un antes y un después tras La caza de Thomas Vintenberg.
¿El gran premio del jurado para Reality de Matteo Garrone habrá sido resultado de un favoritismo italiano auspiciado por Moretti? ¿Hasta qué punto el cine caduco de Loach merecía nueva recompensa? El tiempo lo dirá. Y sobre todo los espectadores. Cannes 2012 demostró el total desacuerdo que existe entre periodistas y corresponsales. Hemos leido crónicas de todo tipo, la mayoría contradictorias. Dato que nos hace pensar que este Cannes 2012 todavía sigue oculto. La primera parada la tendremos con el estreno de Moonrise Kingdom, la encargada de inaugurar el festival. El año que viene nos volveremos a encontrar para decidir si este fue un buen año o no.
sábado, 26 de mayo de 2012
TELEFILMS 2: BECK: EL OJO DE LA TORMENTA (BECK. I STORMENS ÖGA)
Mientras en España hacemos telefilms y teleseries contando la vida de la folklórica de turno, en el resto de Europa parece que las diferentes televisiones apuestan por una ficción decente de consumo rápido creada especialmente para la pequeña pantalla. Sin llegar al nivel de los productos referencia de la BBC británica, esta producción sueca Beck: El ojo de la tormenta podría perfectamente amenizar una de esas tardes larguísimas de cine dudoso de Antena 3. La película que nos ocupa llegó a nuestro país directamente en dvd, y sin duda la presencia del carismático Mikael Persbrandt (si leyeron el especial del blog se darán cuenta de que es el actor sueco de la década) y Sofie Gråbøl (actriz protagonista de la serie danesa Forbrydelsen, base de la norteamericana The Killing) se han convertido en los máximos alicientes para rescatar esta rareza perdida en los estantes de algunos videoclubes. Se trata de una hora y media de acción de bajo alcance con policias y terroristas ecologistas de por medio. La aparición del cuerpo carbonizado de una mujer perseguida por las fuerzas de seguridad de Estocolmo es el inicio de una historia truculenta que afecta al policía Gunvald Larsson, antiguo amante de la muerta, y Martin Beck, detective, amigo de Gunvald y personaje protagonista de otras ficciones televisivas en su Suecia natal. A favor tiene unos interesantes títulos de crédito, un montaje efectivo y un sentido del ritmo innegable. Y en contra juega una historia cuyos misterios son previsibles. Se deja ver, sin más. Aunque ya querríamos tener en esta parte perdida del continente europeo una ficción televisiva con semejante sentido del género cinematográfico.
viernes, 25 de mayo de 2012
Secretos de un matrimonio: Crítica de HIMLENS HJÄRTA (HEAVEN'S HEART), de Simon Staho
En Secretos de un matrimonio de Ingmar Bergman dos matrimonios de clase media-alta quedan para cenar en casa de una de las parejas, dando pie a una velada que tambaleará la estabilidad emocional de los protagonistas. Partiendo de una premisa similar, el sueco Simon Staho construye Himlens Hjärta, un drama que bebe directamente del maestro Bergman para acercarnos las carencias y querencias de dos hombres y dos mujeres de más de cuarenta años, con casa y trabajo estable, con la vida resuelta y aparentemente felices. Staho no tarda en abrir una grieta a la a priori idílica e inocente charla de cuatro amigos mientras comen y beben vino: la anécdota de un compañero de trabajo que abandonó a su mujer por una chica mucho más joven inicia un torbellino de emociones, un sinfín de interrogantes y una guerra abierta que termina en tragedia. Staho, como ya demostró en Daisy Diamond y Noche y día, entiende el cine como un arte plástico y visceral, una forma poética y potente de dejar a la superficie todas las miserias humanas. En Himlens Hjärta se tratan cuestiones mayores: ¿qué se necesita para ser feliz? ¿qué es la felicidad? ¿y la fidelidad? ¿y la amistad? ¿y entre todo esto, dónde queda el límite entre la rutina y la estabilidad? Staho, siempre inteligente, inicia su relato con la materialización del divorcio de los protagonistas, algo que restaría entidad a la historia si estuviesemos ante la obra de un director mediocre. Afortunadamente Staho nos introduce su drama in media res, y lo que queda es un thriller tensísimo con cuatro actores en estado de gracia lanzándose frases lapidarias a modo de dardos envenenados, con silencios recurrentes y escenas de alta tensión. Staho despoja con acierto a su película de cualquier adorno: es un cuento diabólico que sucede entre cuatro paredes, y como tal no hay mobiliario o paisaje, más allá del humano, que distraiga al espectador. Un ejercicio que puede recordar al teatro, y que es perfectamente adaptable para su representación en salas, pero que en verdad es puro cine: ver a Mikael Persbrandt cabizbajo, moviendo sus pestañas canosas y callando una infidelidad; o a Lena Endre confiando y confesándose ante su amiga, es un espectáculo sobrio, profundo, majestuoso. Seguro que muchas parejas necesitarán terapia tras la función. Himlens Hjärta es uno de los ejemplos de violencia verbal y terror doméstico más brillantes que podrán ver, además de la confirmación de Staho como el nuevo Bergman del cine sueco. Imprescindible.
Nota: 8
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miércoles, 23 de mayo de 2012
Vamos a robar a nuestro jefe: Crítica de UN GOLPE DE ALTURA (TOWER HEIST)
Un golpe de altura no es la primera película que nos muestra las entrañas de un robo. No resulta extraño que los cacos sean gentes más bien torpes. Y toda la planificación y posterior ejecución del plan forma parte de casi un subgénero cinematográfico, una constante que se viene repitiendo adaptada a ejemplos castizos (de El robo más grande jamás contado a clásicos como Atraco a las 3) y taquillazos norteamericanos (el glamour de Ocean y los suyos, ampliados hasta trece en sus distintas partes). La base de Un golpe de altura, por lo tanto, es más bien antigua, pero la película sabe dilapidar parte del cliché de las cintas de robos, o más bien consigue incluir otra historia conectada con la archifamosa trama de la pandilla de ladrones en plena faena. Un golpe de altura es una vuelta de tuerca del esquema sabido, y todo gracias a sus referencias a la crisis económica: hay, en definitiva, una necesidad en el robo y también una venganza disfrazada de ajuste de cuentas a todos aquellos empresarios en banca rota que han dejado tras su paso un reguero de víctimas en forma de despidos. El empleado roba al jefe, y con motivo. La lástima es que Un golpe de altura se ha promocionado como otra comedia descacharrante, algo que el público no encontrará. Y en paralelo, los que busquen en Un golpe de altura una película de discurso hondo y notable descripción de personajes se topará con una historia que no acaba de ser ni carne de taquilla ni pieza de culto cinéfilo. Un golpe de altura discurre a dos tiempos: sus personajes no resultan rematadamente tontos, tampoco especialmente simpáticos; la acción no es excesivamente inverosímil, tampoco todo lo loca que a veces se espera; y sin contar algún chiste aislado, la película se sitúa en un tono más bien neutro, consciente del drama interno de la historia, algo que lastra las posibilidades cómicas del conjunto (o al revés: las intenciones por trascender el género y la comedia burda llevan el film a un dramatismo poco convincente). La clave está en entender el final de la historia, en el que se produce un clásico y muy norteamericano reajuste de las cosas en el que el malvado siempre sale malparado: es en este último giro cuando Un golpe de altura defiende su naturaleza de cuento moderno de vocación popular, sin demasiada crítica pero más enjundia de la habitual para este tipo de cine (recordemos: está protagonizada por Ben Stiller y Eddie Murphy entre otros), que permite al espectador no demasiado exigente soñar con la posibilidad de que el bueno pueda ganar al malo. Si lo hace de forma más o menos brillante, si la justificación del robo es demasiado fácil o si todo resulta más complaciente que punzante poco importa: Un golpe de altura es cine familiar de sábado por la tarde. Al menos se agradece que no sea una copia de otras propuestas teniendo en cuenta que la mayoría de calcos no superan el original.
Nota: 6
martes, 22 de mayo de 2012
Mis padres se divorcian: Crítica de ALLA ÄLSKAR ALICE (EVERYBODY LOVES ALICE)
A juzgar por el cine nórdico visto las últimas semanas por este blog, parece que el cine sueco introduce siempre que puede una trama relacionada con la infidelidad. Mikael Persbrandt mantenía una relación extramatrimonial en Stockholm Östra. Era el marido cornudo de Día y noche. Le ponía los cuernos a su mujer Lena Endre en Himlens hjärta. Y la misma Lena Endre es en esta Alla Älskar Alice (Everybody loves Alice) la amante del mismo Persbrandt: cosas de una cinematografía que tiene pocos actores punteros (pero muy buenos) y una producción de solo treinta películas al año (pero notables). Y podríamos seguir, porque Endre era la protagonista de Infiel de Liv Ullman (no confundir con la cinta de Adrian Lyne). Podría imaginarse que en Suecia, un país que antes de la crisis estaba a la cabeza en calidad de vida, lo único que podría afectar la estabilidad familiar es que uno de los cónyuges se enamore de otra persona. Ese es el motor de la trama de Alla Äskar Alice (Everybody loves Alice), con la particularidad que aquí lo vemos todo desde la perspectiva de la hija: Alice, una niña inquieta que espía a sus padres mientras estos creen discutir en la intimidad.
La película se centra en qué sucede una vez el padre abandona el hogar familiar y los niños se ven obligados a cambiarse de casa y a aceptar la amante del padre como su nueva mamá. Una historia de personas que en su día se quisieron y que ahora inician una batalla a muerte utilizando a los hijos como armas para disparar y destruir a la otra parte. Un dramón, vaya, con todas las letras que deja al descubierto la negligencia de muchos padres que al iniciar un proceso de separación utilizan a sus pequeños como posesiones. También se expone la dificultad de reordenar la vida cuando se decide romper con todo lo construido y conseguido durante años. El espectador entiende la rabia de la madre, los cambios de ánimo de Alice o la incómoda situación que ocupa en el tablero la 'amante', a ojos de Alice la culpable de que su mundo perfecto haya quedado hecho pedazos. Una película con discusiones y gritos, una tragedia familiar que no desentonaría como visionado obligatorio para padres divorciados que no saben gestionar sus intereses y frustraciones con las necesidades de sus niños. Quizás la película dura más de lo debido, a ratos cae en el drama simplón de mediatarde y hubiera podido contar lo mismo con menos diálogo crispado. En definitiva, el factor 'infidelidad' se mantiene, aunque Alla Älskar Alice es la película sueca 'menos sueca' de todo el especial cine nórdico del blog, seguramente porque tiene un tono telefilmesco que no ayuda y unos personajes airados muy mediterráneos. Con todo, hay que verla: de ello dan fe sus cuatro nominaciones a los Guldbagge suecos o los galardones conseguidos por la joven Nathalie Björk.
lunes, 21 de mayo de 2012
De locos e imposibles: Crítica de SI PUÒ FARE, de Giulio Manfredonia
Los locos son un gran estorbo para un conjunto que valora el establecimiento de normas y el seguimiento de las mismas. Interpretamos las salidas de tono, las excentricidades o los comportamientos poco habituales como demostraciones fuera de lo reconocible y al final no aceptables. Qué hacer con los que consideramos diferentes en grado sumo se ha convertido en un problema, y de ahí la existencia de centros psiquiátricos donde se retiene, controla y separa a aquellos que consideramos no aptos para la vida en convivencia. El cine se ha acercado a la figura del loco desde muchísimas perspectivas y ha entendido que explorando la mente de esas personas podemos llegar a conocer muchas cosas sobre la condición humana. Los límites entre la cordura y la enfermedad son muy difusos como en Alguien voló sobre el nido del cuco, e incluso el loco puede ser un genio lucidísimo como en Rain Man. El lenguaje se ha llenado de palabras y significados para términos como 'impedido', 'discapacitado' o 'loco', pero no nos hemos parado a pensar que nuestra sociedad primermundista se encuentra en un estado de constante enfermedad, domesticando y aceptando algunos desajustes emocionales que llamamos 'depresión' o 'estrés' sin que esas realidades hayan adoptado las connotaciones negativas de 'enfermedad'.
Si può fare nos acerca la historia de Nello, un hombre que por sus ideas políticas de izquierdas y su poca fortuna en el trabajo, basada en su fama de contestatario y sindicalista, se ve obligado a dirigir una coperativa de personas 'locas'. Con ello la película no solo habla de la figura del 'loco' sino que abre nuevos frentes relacionados con el mundo laboral, y por lo tanto de calado social e incluso político. Nello se empeña en dar un futuro a esas gentes adormiladas por las medicinas y anuladas por las administraciones, y el film nos dice que el trabajo da cohesión social, supone independencia económica y por lo tanto libertad de acción, y al mismo tiempo impone una rutina y un yugo. Nello se preocupa por conocer los nombres de sus 'trabajadores' y se toma la causa de esas gentes como 'su causa', el as que tiene escondido en la manga para vengarse de aquellos que lo desterraron a un ostracismo con matices. Nello es un egocéntrico y representa lo peor de la izquierda política idealista, al mismo tiempo que encarna el entusiasmo necesario para tener éxito en tiempos de crisis.
Que nadie se deje llevar por su tono de comedia amable porque Si può fare es mucho más honda de lo que parece. En contraposición a ciertos momentos cómicos que distensan la gravedad del conjunto, la película describe con inteligencia cómo va cambiando el grupo capianeado por Nello a medida que una idea (una empresa dedicada a enmaquetar suelos) se convierte en un hecho (la salida de los protagonistas de su vida en el sanatorio). El film habla de aquello que ya presenta el título: todo se puede hacer, no existen imposibles irrealizables ni locos que no puedan emprenderlos. Una base idealista, excusa para una historieta blanca que quizás se deja llevar por el exceso. Pero en sus entrañas habita una Manderlay a la italiana, un cuento de vocación popular cuyas capas invitan a escarbar en ese país anestesiado por el omnipotente Berlusconi y aniquilado por un conservadurismo religioso acuciante (estamos ante el único caso en el mundo en que un estado, El Vaticano, se encuentra dentro de otro estado, Italia, país de formación relativamente reciente, con lo que es de preveer que el tratamiento del loco en un contexto tal da para muchas reflexiones).
No le benefició el hecho de estrenarse el mismo año que Il Divo y Gomorra, grandes títulos del último cine italiano. Pero Si può fare completa lo que sería una trilogía sobre el nuevo cine italiano consciente de su herencia cinematográfica y empeñado en hablar de la actualidad, trayendo al centro del foco aquellas historias que hasta ahora solo discurrían por los márgenes. Si può fare fue interpretada como una cinta menor, un error: de haber sido la representante italiana a los Oscar en detrimento de la obra de Garrone hubiese podido lograr la nominación, y más teniendo en cuenta que la Academia nominó en su día a un relato sobre la locura como la noruega Elling. Quédense con eso: Si può fare es una comedia a medio camino entre la inocencia y la crítica que ofrece un buen divertimento y la posibilidad de pensar en lo locos que estamos todos.
Nota: 7
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domingo, 20 de mayo de 2012
Las nominaciones al Oscar de Suecia: Crítica de INFIERNO (Evil) y TIERRA DE ÁNGELES (Så Som I Himmelen)
EVIL (Infierno, Ondskan), de Michael Håfström (Suecia, 2003)
Evil conecta en muchos aspectos con La cinta blanca de Michael Haneke. En ambas se describen dos ambientes violentos, marcados por el machismo, el silencio, el sacrificio y el maltrato físico. Ambas son el retrato de una generación: Haneke se interesa por los niños que después fueron los verdugos del Holocausto nazi, y Hafström retrata los hijos de quienes sufrieron las dos grandes guerras. La cinta blanca obedecía solamente al estilo de su director, mientras que esta Evil viene a heredar toda una corriente de películas sobre institutos e instituciones represoras y la crónicas de aquellos enfants terribles que nunca quisieron acatar las normas. El protagonista de Evil tiene pues las características del Antoine de Los cuatrocientos golpes o el James Dean de Rebelde sin causa (de este último, además, cierta expresión chulesca, una estética, una belleza oscura), pero en la comparación Evil tiene todas las de perder. Ocurre lo mismo con La cinta blanca: ambas comparten frialdad, ambas son historias incómodas; Evil es una película con un ritmo muy logrado, con escenas impactantes, buenas interpretaciones... y es una lástima que no vaya más allá del caso que retrata para hablar de algo mayor. Como si al final al director le diese miedo generalizar y se quedara en lo individual (que no concreto). Incluso la aparición del abogado familiar en una suerte de ironía final demuestra el lado complaciente de una película que, en gran parte, es una descripción agobiante de la educación represora, más afín al fuste que a los libros, más preocupada en moralizar que en enseñar; de un campus en el que los estudiantes se retan a peleas en un improvisado cuadrilátero, en el que las novatadas son actos de extrema crueldad, en el que la amistad de dos compañeros de habitación ilumina un panorama desalentador. La primera y mejor película del sueco Mikael Hafström que, aun sin superar a su compañero Haneke, logró una justísima nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa (de hecho, este blog la prefiere a la ganadora Las invasiones bárbaras). La letra con sangre entra, y tan diablo es quien pega como quien calla y no socorre al apaleado. Poco le ha faltado para ser redonda.
Evil conecta en muchos aspectos con La cinta blanca de Michael Haneke. En ambas se describen dos ambientes violentos, marcados por el machismo, el silencio, el sacrificio y el maltrato físico. Ambas son el retrato de una generación: Haneke se interesa por los niños que después fueron los verdugos del Holocausto nazi, y Hafström retrata los hijos de quienes sufrieron las dos grandes guerras. La cinta blanca obedecía solamente al estilo de su director, mientras que esta Evil viene a heredar toda una corriente de películas sobre institutos e instituciones represoras y la crónicas de aquellos enfants terribles que nunca quisieron acatar las normas. El protagonista de Evil tiene pues las características del Antoine de Los cuatrocientos golpes o el James Dean de Rebelde sin causa (de este último, además, cierta expresión chulesca, una estética, una belleza oscura), pero en la comparación Evil tiene todas las de perder. Ocurre lo mismo con La cinta blanca: ambas comparten frialdad, ambas son historias incómodas; Evil es una película con un ritmo muy logrado, con escenas impactantes, buenas interpretaciones... y es una lástima que no vaya más allá del caso que retrata para hablar de algo mayor. Como si al final al director le diese miedo generalizar y se quedara en lo individual (que no concreto). Incluso la aparición del abogado familiar en una suerte de ironía final demuestra el lado complaciente de una película que, en gran parte, es una descripción agobiante de la educación represora, más afín al fuste que a los libros, más preocupada en moralizar que en enseñar; de un campus en el que los estudiantes se retan a peleas en un improvisado cuadrilátero, en el que las novatadas son actos de extrema crueldad, en el que la amistad de dos compañeros de habitación ilumina un panorama desalentador. La primera y mejor película del sueco Mikael Hafström que, aun sin superar a su compañero Haneke, logró una justísima nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa (de hecho, este blog la prefiere a la ganadora Las invasiones bárbaras). La letra con sangre entra, y tan diablo es quien pega como quien calla y no socorre al apaleado. Poco le ha faltado para ser redonda.
El diálogo: Un profesor compara el físico de los dos protagonistas ante toda la clase. La memoria de la defensa de una raza ária hiela la sangre.
La escena: El joven Erik se cuela en plena noche en el dormitorio de quienes no paran de atosigarlo y tira a su agresor un cubo lleno de heces.
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Nota: 7
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TIERRA DE ÁNGELES (Så Som I Himmelen, As It Is In Heaven), de Kay Pollak (Suecia, 2004)
Michael Nyqvist, antes de ser el Michael Blompvist de la Trilogía Millenium, dió vida a un director de orquestra con problemas de salud en Tierra de ángeles, los segundos chicos del coro que optaron al Oscar ese 2004 (los primeros, los franceses, aunque ganó la mucho mejor Mar Adentro). La película es una historia de segundas oportunidades y buenas intenciones, el eterno relato de persona que llega a un sitio desconocido y trastoca para bien la existencia de sus convecinos. Un film bastante obvio, lleno de frases sosainas, que aún así se deja ver por ese innegable, evidente pero irresistible buenrollismo que inspiran unos personajes que caen bien y a los que les deseamos todo lo mejor. Eso sí, 130 minutos es un metraje excesivo para explicarnos cómo un grupo de cantores aficionados logra tocar el cielo, pisar Austria y poner patas arriba la rígida moral de los más conservadores gracias a un músico de prestigio. Al menos ver esa Suecia rural tan nevada sirve de consuelo para refrescar el verano. Es extraño que en su día no se reivindicase porque gustará muchísimo a un público femenino de ciudad, aunque no sé hasta qué punto gustará a esa audiencia un final que puede resultar frío y cortante (en España llegó dos años más tarde de su estreno en Suecia). Para el resto, ofrece una tarde agradable de pequeñas revoluciones a ritmo de música clásica. ¡Tengan el klínex a mano por si acaso!
El diálogo: ¿Cómo saber si estás enamorado de alguien? Escuchen las palabras de Lena, una dependienta que ha quedado prendada del 'prota'.
La escena: La mujer del párroco del pueblo descubriendo las revistas porno que su marido esconde en la librería del comedor.
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Nota: 6'5
sábado, 19 de mayo de 2012
Mi hermano, el rarito: Crítica de SIMPLE SIMON (I RYMDEN FINNS INGA KÄNSLOR)
Sam tiene un hermano nada simple. Se llama Simon y tiene síndrome de Asperger. Es un tiquismiquis y un tocapelotas. No le gusta que le toquen ni que le den la contraria. Se esconde en una especie de barril pintado creyendo ser un austronauta surcando el espacio. Adora las circunferencias. Tiene un plato prefijado para cada día de la semana. Su horario es estricto e inalterable. Siempre viste la misma ropa. Trabaja con gente muy especial y vive con sus padres. Eso hasta que Sam quiera independizarse e ir a vivir con su novia Frida... demasiados cambios para el bueno de Simon. Simple Simon, comedia sobre la amistad entre hermanos, es una tierna demostración de que los polos opuestos se atraen y que hasta pueden convivir en armonía. Una trama bastante insustancial, sorprendentemente precandidata al Oscar por Suecia y ante todo un cuento freak (o nerd, o simplemente raro) sobre gente freak y para espectadores freaks (o sea, para todo el mundo). Una especie de comedia absurda, una Muchachada Nui en versión nórdica. Éxito local y toda una curiosidad para la cinefilia ecléctica: no es que sea una gran película, pero parece que a sus compatriotas les gustó muchísimo. Al menos la comedia sueca parece tener un punto de elegancia y dinamismo del que carece la parodia española. Cuestión de caracteres. Sea como sea, doy las gracias de ser hijo único... aunque puede que me parezca más a Simon que a Sam.
viernes, 18 de mayo de 2012
Blockbuster sueco: Crítica de EXIT
Antes de que Alexander Skarsgård fuera conocido por ser el amante de Lady Gaga en el videoclip Paparazzi, la réplica pálida-rubia al pastiche True Blood y el novio de Kirsten Dunst en la Melancolía de Lars von Trier empezó a labrarse un nombre en el cine y la televisión de su Suecia natal con propuestas como Exit, suerte de cinta de acción rápida, co-producción nórdica pensada para el público nórdico. Mikkelsen rodó ésta casi al mismo tiempo que su malo de Casino Royale, y a Samuel Fröler, clásico del cine sueco, le tocó interpretar al villano de la ficción. Antes también de la crisis financiera, Exit, rescatada de la cosecha europea del 2006, ya trataba el tema de la codicia de empresarios y accionistas. Poderoso caballero es don dinero, y unos cuantos millones a modo de herencia pueden poner a prueba la fidelidad del individuo a su naturaleza, a su sentido de la justicia y a sus más allegados. Pero la reflexión es mínima: Exit se limita a traspasar las constantes de la saga Bourne a un contexto sueco. El espectáculo funciona en momentos muy puntuales y al final nuestro querido Skarsgård descubre la verdad de la forma más inverosímil. Exit es un thriller bastante mediocre al que le pierde cierta desmesura en su tramo final. Una película muy peliculera, vaya. Un caso típico de cinta que circula por la red debido al atractivo posterior de sus intérpretes pero que viene a aportar poco o nada al conjunto del cine sueco. Puestos a justificar la descarga, con Exit podrán intuir el prototipo de cinta comercial producida y distribuida por y para los vecinos de Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega. Pero que no nos engañe su acción helada, su apenas perceptible laconismo nórdico: Exit está creada a partir de los patrones norteamericanos, influencia universal que viene a homogeneizar (y despersonalizar) el conjunto de cinematografías pequeñas. Algo que también ocurre con las cintas de acción creadas a orillas del Mediterráneo. Y eso obedece a una operación económica con vistas a la taquilla, la misma motivación de Mikkelsen en el film. La falsa moral no conoce fronteras ni climas. Cada país tiene su particular cine de usar y tirar. Una pena.
Nota: 5
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jueves, 17 de mayo de 2012
Retratos: Crítica de LOS MOMENTOS ETERNOS DE MARIA LARSSONS (EVERLASTING MOMENTS, MARIA LARSSONS EVIGA ÖGONBLICK)
En los últimos años hemos podido ver muchos ejemplos de cine dentro del cine, pero ninguno como el de Los momentos eternos de Maria Larssons. Porque el cine se ha olvidado de hablar del primer cine y la fascinación que debieron crear en las gentes de principios de siglo las imágenes mágicas salidas del primer proyector, algo que recrea Martin Scorsese en las mejores partes de La invención de Hugo. Maria Larsson, una ama de casa con un marido alcohólico y siete hijos a los que cuidar y alimentar, cae prendada por el poder de las imágenes en movimiento, sobre todo por las imágenes quietas en blanco y negro, las fotografías con las que hacer retratos que son ilustraciones de una época y de su propia vida. Larsson, que en un principio guardaba bajo llave una cámara de fotografiar que le había tocado en una lotería, empieza a enamorarse de sus instantáneas y al final su afición oculta acabará siendo una profesión conocida por todos. Maria retrata un mundo que cambia, con problemas económicos y con una moral antigua, como una mujer más fuerte, más decidida, menos sumisa, que ya no acepta el maltrato o el adulterio de los maridos. Con cada fotografía Maria goza de libertad, y con cada visita a la sala de revelado o a la tienda de fotos siente el alivio de saberse, aunque solo sea por unos pocos segundos, en otro mundo. Esa es la vida de Maria, su legado, sus momentos imborrables, y su hija mayor cuenta la increible historia de su madre. La película, mezcla de biografía y drama de época, seguro que fascinará por la belleza de sus imágenes y la ternura de sus personajes. Jan Tröell, en activo desde hace mucho tiempo, se sintió fascinado por esta historia de penurias y pasiones, y ha logrado una película muy agradable, excelentemente interpretada (hay que reivindicar a Mikael Persbrandt, el protagonista de En un mundo mejor, aquí el marido tirano de Maria). Una bella diapositiva de la Suecia de 1900 que triunfó en los premios Guldbagge de su país y logró la nominación al Globo de oro a la mejor película de habla no inglesa.
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miércoles, 16 de mayo de 2012
Un cowboy, un indio, un caballo: Crítica de PÁNICO EN LA GRANJA (PANIQUE AU VILLAGE)
¿Se acuerdan de esos libros infantiles donde podías elegir el desarrollo de la historia yendo a una página u otra a riesgo de que la trama escogida fuese la más corta? ¿O de esos cuentos en los que uno se inventaba una frase, el siguiente seguía el hilo argumental con otra, y al final de la cadena poco o nada quedaba de la historia inicial? Pues así de naïf, de loca, de imprevisible, de entretenida y de surrealista es Pánico en la granja, un homenaje a los divertimentos de antaño y a los muñecos de plástico del far west. Los directores han dispuesto el set de rodaje como una sala de juegos y con la ayuda del ordenador han movido sus piezas allá donde su loca imaginación les ha llevado: de una clase de piano donde una yegua cumple las funciones de profesora hasta el centro de la tierra previa visita al Polo Norte. ¡Porque qué es el cine sino eso: una recreación infantil de algo inexistente frente la cámara! La idea inicial de poner un cowboy, un indio y un caballo viviendo en la misma casa ya promete despropósitos interesantes. Con Pánico en la granja no queda otra que dejarse llevar, esperando el efecto casero-retro visual siguiente sin buscarle tres pies al... caballo. Unos personajes que bien merecen una serie televisiva en tiempos de Pocoyo y Doras tridimensionales y ñoños. Los fans de la animación descubrirán cómo rentabilizar los cachivaques de la infancia, además de disfrutar de texturas visuales casi nuevas, como mínimo poco habituales. Tocará el corazoncito de muchos (los juguetes es lo que tienen: díganselo a Toy Story), otros la reivindicarán como título de culto, y al resto entre los que me incluyo proporcionará una hora y cuarto de rebelión y evasión en la granja. Una raruna rural que no deben perderse.
martes, 15 de mayo de 2012
Mamá, perdóname: Crítica de SEBBE
Si Sebbe hubiera sido una película norteamericana, lo más probable es que su discurso hubiese caido en la empatía, en el conservadurismo, en la justificación, en el triunfalismo, en el sentimentalismo barato. Estamos excesivamente acostumbrados a que todas las actitudes de los personajes tengan un sentido, de que los protagonistas sean héroes sin resquicios y de que todo culmine con un final feliz condescendiente con la historia y también con la audiencia. La vida siempre es mucho más compleja y el cine debe aspirar a retratarla con toda su crudeza, respetando a los personajes sin justificarles. El cine no debe tener miedo a resultar desagradable o triste, y los espectadores deben asumir que el séptimo arte está capacitado y obligado a ofrecer algo más que un rato de evasión. Sebbe se sitúa a conciencia fuera de esa órbita de cine social con moralina: el resultado es una película fría, que pone al espectador en un constante estado de desamparo y tensión, afín a las formas del cine de los Hermanos Dardenne o el Paranoid Park de Gus Van Sant. La historia de Sebbe no es ni fácil ni cómoda, y como tal la película es corta pero certera, apunta al epicentro de cuestiones sociales como el bullying, la incomunicación entre padres e hijos o la precaria economía que afecta a muchas familias europeas. Muchos pensarán que Sebbe no aclara nada, pero que sus personajes callen más que hablen no quiere decir que la película no contenga preguntas de alto voltaje y las pistas necesarias para resolverlas: en todo caso hay que hacer un esfuerzo para saber encontrar esas claves, digerir cada uno de los fotogramas del film, porque en el cine no siempre la interpretación de las imágenes es rápida o fácil. Y si una cinematografía como la sueca ha considerado que Sebbe es su mejor obra del 2010 (por otra parte, algo discutible teniendo en cuenta que Pure (Beloved) no estaba nominada a los principales premios de ese país), eso indica que nuestros vecinos nórdicos tienen una sensibilidad especial y que valoran el cine potente que genera emociones, no aquél que persigue la aceptación del público a toda costa.
Sebbe, premio Gudbagge a la mejor película y galardón a la mejor ópera prima del Festival de Berlín 2010, es la historia de un niño de quince años que busca algo tan natural como el amor de su madre. El padre murió hace mucho, y esa no presencia de la figura paternal pesa como una losa: Sebbe es un chico que interioriza todos sus sentimientos, que calla todas las situaciones de maltrato que sufre en el instituto y que encuentra su vía de escape viajando en soledad con su motocicleta casera y fabricando pequeños artilugios a partir de piezas recicladas y chatarra; la madre, Eva, trabaja por las noches repartiendo periódicos por las frías calles de su ciudad, y tampoco verbaliza sus problemas laborales y económicos con su hijo, al que quiere y al que paradójicamente detesta por recordarle cada día la ausencia del marido muerto. Personajes heridos que al empezar la película llevan una mochila a sus espaldas y que al finalizar se encuentran en un nuevo punto, igual de misterioso, igual de incierto. Seres que resultan buenos o malos según la escena, que tienen recovecos, oscuridades, dobleces, como todos nosotros. Sebbe rezuma verdad, y la verdad siempre es esquiva: ¿cómo fue el pasado de esa madre y ese hijo? ¿qué pasa por la cabeza de Sebbe en el momento que intenta explotar una mochila con dinamita en su clase de secundaria? ¿cuál es el detonante primero que basa la rabieta de la madre? ¿podrán algún día esos personajes tan entrañables limar sus esperezas, sentarse a hablar, darse cuenta de que ambos tienen mucho que reprocharse y otro tanto que perdonarse? Ni lo sabemos ni debemos saberlo. De no ser así, Sebbe sería diferente, más accesible, también menos certera. Una ópera prima de nivel que cualquier seguidor del cine en mayúsculas no debería perderse.
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Nota: 8
lunes, 14 de mayo de 2012
CANNES 2012: QUINIELA DEL PALMARÉS
PALMA DE ORO: REALITY (BIG HOUSE), de Matteo Garrone
Post Tenebras Lux, Amour (Love), Après la bataille,
GRAN PREMIO DEL JURADO: BEYOND THE HILLS, de Cristian Mungiu
PREMIO DEL JURADO: LIKE SOMEONE ON LOVE, de Abbas Kiarostami
DIRECTOR: CARLOS REYGADAS, por POST TENEBRAS LUX
Matteo Garrone, por Reality; Cristian Mungiu, por Beyond the hills; Michael Haneke, por Amour; Jeff Nichols, por Mud; Sergei Loznitsa, por In the fog
ACTOR: BRAD PITT, por KILLING THEM SOFTLY
Ciro Petrone, por Reality; Matthew McConaughey, por Mud; Mads Mikkelsen, por Jagten
ACTRIZ: ISABELLE HUPPERT, por AMOUR (LOVE) o IN ANOTHER COUNTRY
Posibilidades extrañas: Premio femenino conjunto para las actrices de Holy Motors; premio a actriz y actor para los intérpretes de The taste of money, Like someone on love o Rust & Bone
GUIÓN: ULRICH SEIDL, por PARADIES
Abbas Kiarostami, por Like someone on love; Michael Haneke, por Amour (Love); Alain Resnais, por Vous n'avez encore bien vu; Paul Laverty, por The Angel's Share; Thomas Vintenberg, por Jagten
domingo, 13 de mayo de 2012
Superhéroes: Crítica de LOS VENGADORES (THE AVENGERS)
A Miryam y a Núria, superheroínas filólogas
Sin querer cualquier blog se va formando una línea editorial que en la mayoría de ocasiones acaba siendo un reflejo de los gustos de quien administra y escribe. Quizás por eso, y a pesar de que Los Vengadores está en boca de todos, puede resultar extraño que este espacio dedique un día de su actividad cinéfila a una película tan alejada del cine que servidor defiende y consume, no por esnobismo, sino por verdadera convicción: las tramas de superhéroes que hacen las delicias de la mayoría me aburren soberanamente, algo que no suele hacer la cinta raruna del país más extraño premiada en el festival más exclusivo. De hecho, noté pisar tierra extraña desde el primer momento que entré en la sala, un día del espectador a las diez de la noche, con jóvenes, críos, padres e hijos que casi nunca me encuentro en la sala más pequeña de al lado. El cinéfilo es un animal de costumbres y cuando algo se quiebra en su rutina no puede más que sentirse incómodo. Así que con Los Vengadores, teniendo en cuenta mi inexistente fanatismo por el cómic, partiendo de la base que la mayoría de películas de los superhéroes protagonistas no las había visto de forma premeditada, solo me quedaba la posibilidad de dejarme llevar. Y así lo hice, abriendo una especie de bucle espaciotemporal que durante toda la sesión me llevó diez años atrás cuando veía en el cine de mi pueblo el primer Spiderman de Sam Raimi, ya por aquél entonces convencido de que esos despilfarres visuales no eran lo mío. Con la diferencia de que el digital ahora se ha aliado con los superhéroes a la hora de dar vivacidad a sus proezas. Efectivamente: durante dos horas fui el típico abuelo anonadado pensando '¡cómo ha avanzado el cine en los últimos años!'. Eso sí: fascinado y al mismo tiempo asustado por este nuevo rumbo del cine, ya no comercial, pero sí popular, al menos a juzgar por las cifras de recaudación.
No puedo establecer un lazo comparativo entre Los Vengadores y las sagas anteriores de sus personajes. No puedo ni tan siquiera encuadrarla dentro del género del cine de acción, mucho menos en el subgénero de los superhéroes por jugar a establecer etiquetas que, intuyo, existen. Así que mi base está en el cine de Raimi, que de alguna manera, otra vez por intuición, fue el arranque del furor del cine de los héroes Marvel, el mismo que con Los Vengadores llega a una especie de encrucijada o punto culminante, momento de recapitulación y cambio. Había dejado a Peter Parker debatiéndose entre el bien y el mal en una trama que jugaba a ser trascendente, a tomar la dicotomía del héroe como discurso de las oscuridades del hombre (nada) extraordinario que habita en todos nosotros. Y en cambio en Los Vengadores me encuentro con una comedia desenfadada, consciente de la festiva inverosimilitud del conjunto, en una apuesta concienzuda por ofrecer espectáculo y risas a los seguidores de pro. Así que a ella me acerco desde el punto de vista más epistemológico posible, o lo que es lo mismo, intentando adivinar qué hace de Los Vengadores un film tan atractivo para la mayoría de quienes llenan los cines en la actualidad, si bien eso me hace desconectar totalmente de la historia, por la que no siento ningún tipo de empatía.
Tras una reflexión objetiva de Los Vengadores, no queda más que alabar sus innegables virtudes. En tiempos de chiffhangers televisivos, la Disney ha sabido crear una franquicia que se retroalimenta y que aquí consigue su cenit al poner en el mismo plano hasta seis nombres con gancho. Cada superhéroe tiene su momento de gloria, se presentan al espectador de forma elegante (destaca el interrogatorio de La Viuda Negra, el momento más tarantiniano de la función) y una vez inmersos en los momentos de máxima acción los superpoderes de los implicados brillan a toda potencia. Algunas decisiones estilísticas están pensadas para el 3D, algo extraño si, como es mi caso, se ve la película sin la dimensión extra. Y por lo demás, es una película que no decae, que sabe captar la atención del espectador, que se las ingenia para que el respetable mantenga los ojos pegados a la pantalla. Una película se debe valorar en función de las expectativas creadas y los objetivos cumplidos, así que Los Vengadores sí es la película dinámica, liviana y entretenida que se esperaba, y que por su relevancia mediática atraerá a gentes que no sientan ningún tipo de aprecio por las luchas cuerpo a cuerpo a base de gadgets y poderes especiales.
Ahora bien: la indiscutible fisicidad o irrealidad de la trama no debe hacernos perder de vista que Los Vengadores, contra todo pronóstico, es una historia de personajes 'con personajes'. Aquí los héroes son el vehículo de la trama pero también su fin último. En otras palabras: la película logra situar a los personajes en un contexto propio para que luego, al unirse para vencer a un enemigo común, sintamos esos seres como partes de un todo. En este sentido, presentar al Capitán América boxeando en un gimnasio vacío es la mejor manera de transmitir la soledad del personaje, incluso el anacronismo de valores que basan sus ideales como superhéroe, resultado de haber sobrevivido congelado durante muchos años. La espectacularidad de Iron Man, visto por primera vez desde su rascacielos ultratecnológico, es el mejor pretexto visual para explicitar el descaro y la mitomanía del hombre que esconde el superhombre. Thor aparece un una lucha shakespeariana entre hermanos y una mención a un mundo paralelo que bien podría ser hijo del de La guerra de las galaxias. Lo mismo sucede con la India, el escenario en el que Hulk huye del mundo y en parte de esa otra parte de sí mismo. Y es precisamente el personaje de Mark Ruffalo el centro del momento más reflexivo y menos espectacular: la sucesión de escenas en la nave de Nick Fury (Samuel L. Jackson) sirve para que los protagonistas hablen entre ellos y discutan sobre las ventajas y desventajas de ser excepcional, por no decir anormal. Un momento no por casualidad situado en el epicentro de la película que luego choca con la parodia y el gag visual: por ejemplo, la escena en que Hulk en su versión transformada pega un manotazo a uno de sus compañeros dejándolo fuera de plano, como si se tratase de una pareja cómica en una película muda.
En resumidas cuentas, Los Vengadores cuenta con las gracias suficientes para satisfacer al fan, al seguidor más o menos activo e incluso al no iniciado. El personaje de Scarlett Johansson, curiosamente, es el más descontextualizado, quizás porque es el único que antes del film no contaba con una franquicia propia (suponemos que estará al caer, siempre que la estrella quiera enfundarse en el traje). Y viendo de dónde puede venir la originalidad del conjunto, destaca el hecho de que Joss Whedon sea director y guionista, algo muy poco habitual en Hollywood y mucho menos en este tipo de propuestas. Así que sin ser santo de mi devoción, Los Vengadores se ha impuesto como una película más interesante de lo que parecía, con más matices y notable sentido del ritmo. Eso aunque vuelva a mis hábitos habituales, afines al cine que aguanta pocas semanas en cartel. Y no por gusto sino por verdadera coherencia con lo que me apetece ver. Seguro que los superhéroes, en esa dicotomía de salvadores por imposición, me entenderían. Los Vengadores es lo suficientemente sólida como para aceptar diversas interpretaciones, como para verla desde diferentes perspectivas, desde el estudio o desde el entretenimiento puro y duro. Lo bueno es que en todas sus posibilidades Los Vengadores destaca como algo más que el blockbuster de la temporada.
Nota: 6
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