Título: SLUMDOG MILLIONAIRE, ¿QUIÉN QUIERE SER MILLONARIO? Título original: Slumdog Millionaire Director: Danny Boyle País: India, Gran Bretaña y Estados Unidos Año: 2008 Duración: 110 min. Género: Thriller dramático Reparto: Dev Patel, Freida Pinto, Madhur Mittal, Anil Kapoor, Irrfan Khan, Saurabh Shukla, Mahesh Manjrekar, Sharib Hashmi y Mia Drake Guión: Simon Beaufoy, a partir del libro de Vikas Swarup ¿Quién quiere ser millonario? Distribuidora: Fox Searching Pictures y Warner Bros Pictures Producción: Celador Films, Film Four para Fox Searching Pictures Productor: Christian Colson Diseño de producción: Mark Digby Fotografía: Anthony Dod Mantle Montaje: Chris Dickens Música: A. R. Rahman Sonido: Ian Tapp, Richard Pryke y Resul Pookutty Edición de sonido: Ton Sayers Presupuesto: 15 MILL.$ Nº oscars: 8/10 Nº globos de oro: 4/4 Fechas de estreno: 12/11/08 (EE. UU.), 13/02/09 (ESP.)
La gala
Veintidós de febrero de dos mil nueve. La baja audiencia de la edición anterior, además de la entrada de nuevas normas y rutinas en el seno de la Academia, tuvo su particular reflejo en una ceremonia íntima, una fiesta donde los actores nominados, sentados cual corrillo a dos pasos del escenario, veían desfilar una gala coherente, unos presentadores sobrios y elegantes y unos decorados perfectos que evocaban el arte de hacer cine y de recortar costes ante la crisis. Hugh Jackman era el paradigma del nuevo maestro de ceremonias: un actor profesional capaz de dar veracidad y pasión al discurso, sin olvidar unos numeros musicales que el youtube hará inmortales. La mayor y mejor novedad fue el modo de entregar el Oscar a los actores nominados. Las imágenes de viejos ganadores se solapaban con la aparición de cinco ganadores que, a modo de reunión entre amigos, elogiaban y miraban de tu a tu a sus compañeros, nerviosos candidatos al premio. De esta forma, las actrices premiaron a las actrices, Swinton cedió la estatuilla a Cruz, Cotillard a Winslet y, de paso, la vieja fórmula quedaba destruída en una perfecta metáfora de unión y compañerismo entre los actores. El rojo de la alfombra roja perdió ante los tonos azulados de un escenario en contínua metamorfosis. El Kodak Theatre escondía su majestuosidad y se transformó durante tres horas y media en una especie de bar indie, un espacio hogareño. David Rockwell y Michael Giacchino diseñaron la velada más rotunda de la década. Los fotógrafos retrataron para la posteridad el vestido blanco de Penélope, el elegante rojo de Amy Adams o el gris largo y elegante de Anne Hathaway y Sarah Jessica Parker, una televisiva Carrie Bradshaw desubicada entre tanta star de cine. Los periodistas nos regalaron titulares tales como "Hollywood rejuvenece", "Penélope en el Olimpo" o "La noche en que ganaron los perdedores".
¿Merecía el Oscar?
La Academia, tras una temporada de películas que se impusieron con tres o cuatro Oscar, demostraba que podía alzar en cuanto quisiese la cinta que quisiese. La afortunada fue Slumdog Millionaire, la colorista, dinámica y muy entretenida historia de Danny Boyle. Casi todos coincidimos en que el título, premeditadamente exótico y diseñado para emocionar con un happy end eficaz pero efectista, era la mejor propuesta de las cinco nominadas. El cambio estaba claro: Hollywood premiaba a Bollywood, o mejor dicho, un Bollywood pasado por el tamiz del público occidental. Ni rastro, pese a todo, de la novedad que supuso el fondo y la forma de No es país para viejos o Pozos de ambición. El curioso caso de Benjamin Button, que entraba resignado en el Kodak Theatre pese a sus trece nominaciones, recibió lo que merecía: tres premios técnicos y el castigo por ser uno de los despropósitos más superficiales del año. Fincher pinchaba y Daldry, nominado sorpresa, veía contento el premio de Kate Winslet, todo un acto de justicia tras cinco nominaciones fallidas. The Reader supuso una nueva vuelta de tuerca al cine dramático del británico y al cine del Holocausto, una película digna que pasará a la historia por varios motivos, aunque, de momento, se sitúa un peldaño por debajo de las espectativas creadas por los hermanos Weinstein. La historia de The Reader fue un cuento de supervivencia porque la película salió indemne de un doblaje complicado, con cambios en el reparto, cambios de fechas, tortuosos montajes, muerte de sus dos productores (Sidney Pollack y Anthony Minghella) y una campaña publicitaria corta pero intensa. Daldry respiraba tranquilo y conseguía el extraño record de estar nominado por todos sus largometrajes. Otro artista entraba en la lista de premios futuros.
La Norteamérica de Obama alzó dos títulos que retrataban dos personalidades influyentes del siglo XX: Milk y Frost/Nixon. Sería justo decir que ambas películas no precisaban nominación, un reconocimiento que hubiera sido mejor en manos de La duda y El intercambio (los fanáticos de Batman citarían El caballero oscuro). Van Sant y Howard, veteranos en este tipo de premios, gustaron pero no apasionaron, aunque Milk fue la más afortunada: el guión original y Sean Penn recibieron premio y, de paso, protagonizaron el momento más reivindicativo de la noche. El matrimonio gay, tema absurdamente espinoso al otro lado del charco, volvía a escena y Penn, reconocido cinco años antes por Mystic River, ganaba su particular combate contra Mickey Rourke, favorito hasta el final y definido por Penn como "mi mejor amigo". En resumen, la reivindicación y la concordia justa que ya describía a Harvey Milk.
¿Por qué ganó?
Alguien dijo que más vale caer simpático que serlo. Tal ocurrencia puede utilizarse para justificar el éxito de Slumdog Millionaire, una película simpática que enamoró a la Academia en tiempos de vacas flacas. Una taquilla cocinada poco a poco, una campaña publicitaria sutil pero insistente y el gancho de su banda sonora, justo premio para A. R. Rahman, encandilaron al público joven, el mismo que se durmió ante el plúmbeo metraje de El curioso caso... Los premios fueron ocho y nadie rechistó. Los cines tuvieron una segunda juventud y salas se llenaron: Slumdog Millionaire era el must see de la temporada, la película que gustaba a todos y entusiasmaba a unos pocos. Ganó por pedrea, pero una victoria es una victoria. Cabe destacar que los organizadores diseñaron la gala con tal de despistarnos: los tres premios de Button fueron casi inmediatos y el rotundo éxito de Slumdog no fue visible hasta altas horas de la madrugada española. Pese a todo, las sorpresas fueron pocas: Departures como mejor cinta de habla no inglesa y La maison en petit cubes como mejor cortometraje animado. Wall-e, obra decente (para algunos maestra), ganaba el ya afianzado premio a la mejor cinta de animación. El caballero oscuro despedía su impecable carrera con el cantado Oscar al fallecido Heath Ledger (el momento no fue tan lacrimógeno como se esperaba) y el reconocimiento a los mejores efectos de sonido. The Duchess y su vestuario, Jerry Lewis y su laurel honorífico y el barroco maquillaje de Button completaron el palmarés. Hollywood convertía Slumdog Millionaire en el sleeper del año, todo un logro para una película que se iba a estrenar directamente en dvd. Sin duda, el mismo camino que recorre Jamal, el Lazarillo de Tormes de un mundo globalizado y mercantilista.
De Alcobendas a Los Ángeles
Había sido la eterna favorita y los rumores, que empezaron a surgir en agosto, se confirmaron. Una vez en la carrera, Viola Davis y Marisa Tomei empezaron a remontar, mientras que Taraji P. Henson y Amy Adams seguían vivas en una categoría muy variada. Penélope, a base de viajes, vestidos, sonrisas, buenos contactos y mucho talento, se convirtió en favorita al no competir contra Kate Winslet, un lastre que la había dejado sin el Globo de Oro o el SAG. El Oscar, pero, no se resistió y Penélope recibió el primer cabezón de la noche. Tilda Swinton se convirtió, tras entregar el Oso de oro a La teta asustada, en una especie de hada madrina para el cine hispano. El discurso fue justo, emocionante y equilibrado: aparecieron Trueba, Luna, Almodóvar, familia, Alcobendas y un pequeño guiño a España, un país que cantaba el premio tras tantos recelos injustificados. Bardem no pisó la alfombra roja, pero las habladurías apuntan que el actor fue la primera persona en felicitarla. "Tuve quince minutos de no parar de llorar", aseguró Pe horas después. Winslet haría referencia a Pe en su discurso de agradecimiento, la prensa dedicó varias páginas al evento y las sensaciones de que la gloria podría repetirse un año después (por Los abrazos rotos o Nine) crecieron cual premonición.
De Gotham a la posteridad
El Oscar de Ledger era cosa segura y su cara de Joker malvado brillaba en todas las quinielas. Los padres y la hermana recogieron el premio y esta última comentó que Ledger tenía pensado recoger el premio con ella. El día de las nominaciones (veintidós de enero) coincidió con el primer aniversario de la muerte del actor, también nominado en el pretérito por Brokeback Mountain. La película de Christopher Nolan rompió las taquillas americanas y Ledger, siguiendo el camino de James Dean, había entrado en el olimpo de las leyendas cinematográficas. Los fans de El caballero oscuro vieron cómo su película ganaba, además del consabido secundario, el laurel a los mejores efectos de sonido, aunque perfectamente hubiera podido ganar sonido o efectos especiales. El Oscar de Ledger, pero, no fue el momento más lacrimógeno de la gala: Winslet lloró al ver a Pollack y Minghella en el In Memoriam y los niños de Slumdog Millionaire, animados por asistir a la gala, saltaron, lloraron y celebraron los ocho reconocimintos de su cinta. Lo sobrio, lo correcto, se impuso: ya se había llorado suficiente en los Globos de oro y en todos los premios previos.
La anécdota
El toque inesperado vino por parte de uno de los ganadores al mejor cortometraje: sin cortarse, cogió el Oscar (recordemos que el oro pesa lo suyo) y nos regaló pequeños malabares de circo. El momento más sonrojante lo protagonizó (cómo no) Ben Stiller con un gag en clara referencia a Joaquim Phoenix (algunas radios aseguraron que era un guiño a Fidel Castro). La platea se rió, pero el ambiente perdió su elegancia. Fue muy celebrada la presencia de Sophia Loren, amiga de Meryl Streep. Un vaticinio quizá de lo que pueda suceder con Nine. Beyoncé, Marion Cotillard (excelente el año pasado) y Miles Circus fueron declaradas, por méritos propios, las peores vestidas. Sorprendió que la Academia decidiese fusionar las tres canciones nominadas en una única y magna actuación. La decisión no gustó a todos pero fue una excusa para subrayar el ambiente Bollywood de la noche. Acabada la velada, los periódicos ya recogían las predicciones de los bloggers para los Oscar 2010. Fiel a este espíritu, Jackson, Eastwood (injustamente apartado por El intercambio) y Marshall brillaban como favoritos prematuros. Once meses después sabríamos (sabremos) la respuesta. La maquinaria de los Oscar, en definitiva, continúa incansable.