viernes, 18 de mayo de 2012

Blockbuster sueco: Crítica de EXIT

Antes de que Alexander Skarsgård fuera conocido por ser el amante de Lady Gaga en el videoclip Paparazzi, la réplica pálida-rubia al pastiche True Blood y el novio de Kirsten Dunst en la Melancolía de Lars von Trier empezó a labrarse un nombre en el cine y la televisión de su Suecia natal con propuestas como Exit, suerte de cinta de acción rápida, co-producción nórdica pensada para el público nórdico. Mikkelsen rodó ésta casi al mismo tiempo que su malo de Casino Royale, y a Samuel Fröler, clásico del cine sueco, le tocó interpretar al villano de la ficción. Antes también de la crisis financiera, Exit, rescatada de la cosecha europea del 2006, ya trataba el tema de la codicia de empresarios y accionistas. Poderoso caballero es don dinero, y unos cuantos millones a modo de herencia pueden poner a prueba la fidelidad del individuo a su naturaleza, a su sentido de la justicia y a sus más allegados. Pero la reflexión es mínima: Exit se limita a traspasar las constantes de la saga Bourne a un contexto sueco. El espectáculo funciona en momentos muy puntuales y al final nuestro querido Skarsgård descubre la verdad de la forma más inverosímil. Exit es un thriller bastante mediocre al que le pierde cierta desmesura en su tramo final. Una película muy peliculera, vaya. Un caso típico de cinta que circula por la red debido al atractivo posterior de sus intérpretes pero que viene a aportar poco o nada al conjunto del cine sueco. Puestos a justificar la descarga, con Exit podrán intuir el prototipo de cinta comercial producida y distribuida por y para los vecinos de Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega. Pero que no nos engañe su acción helada, su apenas perceptible laconismo nórdico: Exit está creada a partir de los patrones norteamericanos, influencia universal que viene a homogeneizar (y despersonalizar) el conjunto de cinematografías pequeñas. Algo que también ocurre con las cintas de acción creadas a orillas del Mediterráneo. Y eso obedece a una operación económica con vistas a la taquilla, la misma motivación de Mikkelsen en el film. La falsa moral no conoce fronteras ni climas. Cada país tiene su particular cine de usar y tirar. Una pena.


Nota: 5

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