jueves, 24 de enero de 2013

Crítica de REBELLE (WAR WITCH), de Kim Nguyen

Si los votantes de los premios de la Academia de Hollywood saben ver más allá y visionan a conciencia las distintas películas no solo para confeccionar un palmarés, se darán cuenta que el porqué Bestias del sur salvaje, nominada a mejor película y director, es un film rimbombante y falsario lo tienen en la siempre interesante terna de película de habla no inglesa, más concretamente en Rebelle (War Witch), representante canadiense aunque su historia transcurre en un lugar perdido del África subsahariana. Rebelle es una historia cruda que en lugar de introducir al espectador invade, literalmente, la paz de la sala de butacas: una adolescente habla en off al hijo que vendrá, y acto seguido unos rebeldes armados hasta los dientes raptan a la joven y la obligan a acabar con la vida de sus padres, cuyos fantasmas acompañan a la protagonista a lo largo de su travesía, por no decir calvario, en una selva despiadada, salvaje, inhumana. A partir de aquí el film nos lleva hasta el centro de la locura, de la sinrazón. Nos obliga a transitar espacios al aire libre pero absolutamente claustrofóbicos, y la mirada de una niña que dejó de serlo en cuestión de segundos imprime al relato la cadencia propia de una gran elegía musical. Rebelle quiere alimentar conciencias y lo consigue: hasta el menos impresionable saldrá conmovido y descompuesto de una hora y media de imágenes que tienen los efectos de un mazazo. Una película que nos pide ir más allá de la pasividad cinéfila y que reclama acciones, soluciones. Y lo hace por fortuna mediante un cine cuidado al detalle, contemplativo cuando debe serlo, luminoso cuando toca, insoportable cuando la historia lo requiere. Con estas señas, es evidente que Rebelle es una película difícil de ver, de entrar en ella, de salir de ella, de digerirla. Todo lo que podamos apuntar aquí estaría de más: vean Rebelle con la mente receptiva y el alma abierta a todo. Es un milagro que Hollywood se haya acordado de un film aplaudido en el Festival de Berlín, montado a base de espejismos e intuiciones, diseñado para causar huellas indelebles. Nada que ver con el color y la fiesta visual que recorre, puede que por miedo, el mojigato cine estadounidense más centrado en acciones que en procesos internos, justo aquello que es y simboliza Rebelle. Detalle que sirve para desmontar la citada Bestias del sur salvaje y que debería dar alas a esta joya a reivindicar. Porque si un film no es fiel a la dureza que rodea a sus personajes tampoco es fiel a la verdad. No valen rodeos, subterfugios o eufemismos. Rebelle, aparentemente deshilachada, con escenas que parecen pesadillas sin fin, con momentos que se dilatan poniendo a prueba el aguante del cinéfilo, con fotogramas tan genuinos como la escena del parto, no puede ser de otra manera. A pesar de todo. Pese a quien le pese. Y la película pesa, nunca mejor dicho, en la memoria: es la historia de niños soldados, y por lo tanto de infancia y de guerra, más impactante que recuerde haber visto jamás.


Para los que van al cine para abrir los ojos y ensanchar el corazón
Lo mejor: Impacta, y de qué manera...
Lo peor: Su dureza será un arma de doble filo en su paso por los cines.

Nota: 7

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