miércoles, 23 de diciembre de 2015

CRÍTICA | CAROL, de Todd Haynes


Clásico moderno
CAROL, de Todd Haynes 
Festival de Cannes 2015: Palma de oro a la mejor actriz (Mara)
6 nominaciones a los Independent Spirit Awards y 5 a los Globos de oro, incluyendo mejor película
EE. UU., 2015. Dirección: Todd Haynes Guión: Phyllis Nagy, a partir de la novela de Patricia Highsmith Música: Carter Burwell Fotografía: Edward Lachman Reparto: Cate Blanchett, Rooney Mara, Sarah Paulson, Kyle Chandler, Jake Lacy, Cory Michael Smith, Carrie Brownstein, John Magard, Kevin Crowley, Gielreath, Ryan Wesley Gilreath, Trent Rowland, Jim Dougherty, Douglas Scott Sorenson, Nik Pajic Género: Melodrama Duración: 120 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 05/02/2016
¿De qué va?: Nueva York, años 50, víspera de Navidad. Therese trabaja como dependienta en unos grandes almacenes. Allí coincide con Carol, una mujer sofisticada por la que siente una inmediata atracción. A pesar de sus diferencias, ambas pasan por un momento complicado en sus vidas. Su conexión, día a día más fuerte, cambiará el destino de ambas para siempre.


El cine contemporáneo está empeñado en sacudir al espectador con grandes golpes de efecto y de cámara. Los cineastas de nuestro tiempo han olvidado que, en pantalla, menos siempre es más. ¿Dónde quedó el poder de una mirada, el saber hacer de una buena dirección artística o la fuerza evocadora de un guión sin sobresaltos, en el que no sobre ni falte ni una sola línea de texto? Carol, por fortuna, reivindica esa tipología de cine de formas clásicas y alma inmortal. En su historia de amor no hay espacio para el histrionismo o para el culebrón fácil. Tampoco necesita de planos enfáticos o de subrayados narrativos para hacer vívido aquello que se antoja volátil, utópico, imposible: la relación de dependencias y querencias entre dos mujeres contrariadas por sus sentimientos y por las presiones de su entorno. Ni la más sofisticada artillería de efectos especiales puede superar la belleza de esa Cate Blanchett peinándose con la mano, de Rooney Mara observando llorosa el devenir de un tren de juguete o de esa trabajada reproducción del alma y la estética de los años 50. Carol puede parecer una película parsimoniosa, excesivamente contenida o un tanto distante, pero esa apreciación dista de ser justa. La culpa, si acaso, la tiene la mirada de un espectador contemporáneo demasiado acostumbrado a las florituras y a un séptimo arte que ha olvidado que es y debe ser eso: arte. Carol es cine en estado puro, intachable en todos sus apartados artísticos y técnicos. Una obra tan grácil como recia, con momentos de una belleza extraordinaria, sabia, delicada y conmovedora. Una breve caricia puede erizar la piel de todo el cuerpo, una sola gota de perfume puede ser suficiente para impregnar de olor toda una habitación... Carol, con la aparente facilidad de aquello que sólo puede ser tremendamente difícil, consigue materializar esa magia en imágenes. Blanchett y Mara tienen la entidad de las actrices del Old Hollywood y Haynes captura la esencia del melodrama de antaño allá donde otros directores sólo saben facturar mímesis con más caligrafía que contenido. Cuesta hacer ciertas aseveraciones con un único visionado, pero Carol deja el poso y ostenta el misterio de las grandes obras maestras del cine de ahora y siempre.


Para cinéfilos que dicen muy a menudo aquello de que 'el cine de ahora no es cine'.
Lo mejor: El precioso final, entre la ensoñación y la realidad.
Lo peor: No todos los espectadores accederán a su torbellino de sentimientos
(entre ellos, los académicos con derecho a voto en los Óscar).

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