Aviso de spoilers: este post contiene datos sobre el argumento y desarrollo de La piel que habito.
Resulta apasionante analizar los puntos en común y las diferencias entre la película de Almodóvar y la novela Tarántula. Ante todo, hay que entender que el manchego ha realizado un ejercicio de construcción narrativa muy personal, sirviéndose de un libro que en esencia resulta frío, cortante, de apenas ciento cincuenta páginas, con unos personajes que realmente dan mucho de sí y que el fallecido Jonquet trata como cinco siluetas (y llegado un momento de la pesadilla cuatro, incluso tres) en una trama casi teatral. Tarántula habla de la cirugía estética como remedio abominable para borrar el mal (el delincuente Álex no sólo quiere acabar con sus arrugas, sino que sueña con redibujar su cara para pasar desapercibido ante la policía) y al mismo tiempo perpetuarlo (el amoral doctor Richard Lafargue moldea a sus víctimas con total impunidad, creyéndose dios, jugando a alterar el libre discurrir de la naturaleza). Un poco de todo ello está en Eve, la criatura que el cirujano ha humillado, transformado tras un proceso de aislamiento e injección de hormonas, obligado a prostituirse en un piso parisino y encerrado en una de las alas de su imponente castillo. Es Eve, la primera mujer bíblica, su creación más perfecta, la que centra el misterio de la historia. Y Jonquet se divierte tejiendo poco a poco su historia de agresiones y manipulaciones, tensando la paciencia del lector, hasta llegar a un final exacerbado, catártico, violento y fatídico en el que todas las entidades/identidades quedan al descubierto.
Resulta apasionante analizar los puntos en común y las diferencias entre la película de Almodóvar y la novela Tarántula. Ante todo, hay que entender que el manchego ha realizado un ejercicio de construcción narrativa muy personal, sirviéndose de un libro que en esencia resulta frío, cortante, de apenas ciento cincuenta páginas, con unos personajes que realmente dan mucho de sí y que el fallecido Jonquet trata como cinco siluetas (y llegado un momento de la pesadilla cuatro, incluso tres) en una trama casi teatral. Tarántula habla de la cirugía estética como remedio abominable para borrar el mal (el delincuente Álex no sólo quiere acabar con sus arrugas, sino que sueña con redibujar su cara para pasar desapercibido ante la policía) y al mismo tiempo perpetuarlo (el amoral doctor Richard Lafargue moldea a sus víctimas con total impunidad, creyéndose dios, jugando a alterar el libre discurrir de la naturaleza). Un poco de todo ello está en Eve, la criatura que el cirujano ha humillado, transformado tras un proceso de aislamiento e injección de hormonas, obligado a prostituirse en un piso parisino y encerrado en una de las alas de su imponente castillo. Es Eve, la primera mujer bíblica, su creación más perfecta, la que centra el misterio de la historia. Y Jonquet se divierte tejiendo poco a poco su historia de agresiones y manipulaciones, tensando la paciencia del lector, hasta llegar a un final exacerbado, catártico, violento y fatídico en el que todas las entidades/identidades quedan al descubierto.
Más que una reflexión sobre los límites del mal y la cirugía, Tarántula se divierte siendo un ejercicio de novela negra corta, con un narrador que juega al despiste, una prosa sin adornos poéticos que describe escenas en carne viva. Tarántula tiene el tono hiperbólico que necesitaba Almodóvar, pero también una buena idea central (Vincent reconvertido en Eve, Richard jugando a ser el doctor Frankenstein) para que el director español armase a su gusto una historia diferente y a su vez cercana al cine que ha venido cultivando desde los años 80. La brutalidad de Tarántula surge de la ausencia de información (no sabemos nada de las familias de los personajes, desconocemos qué sucedió antes y qué sucederá después, se narra antes la agresión que el motivo de la misma), mientras que La piel que habito, aunque fiel al desorden narrativo de la novela, recurre al símbolo de la madre desdichada (marca de la 'esencia Almodóvar': el español quiere llegar al origen del mal, y para ello recurre a la Marilia de Marisa Paredes y a la madre de Vicente), potencia el personaje de la hija loca y la madre muerta en un accidente no aclarado (las similitudes que el cuerpo metamorfoseado guarda con el de la esposa muerta es otra inteligente aportación de Almodóvar) presenta el leitmotiv de la consecución de una 'nueva piel' (Almodóvar se detiene en el proceso científico de creación y destrucción, Jonquet simplemente lo bordea) y reduce un eje vital de la novela (el detestable Álex) a Zeca, personaje con sólo diez minutos en pantalla que en una pirueta de guión queda emparentado como hermano del doctor.
Tarántula se queda en las mazmorras, se entretiene describiendo con terrorífica indiferencia, incluso con un narrador en segunda persona, voz socarrona del propio novelista dirigiéndose a sus títeres; La piel que habito va más allá, consigue que la novela sea un mero esquema de una historia más compleja. En su austeridad, Tarántula impacta, no menos que el film, sí de manera diferente. Una colección de mentes perturbadas en un relato igual de perturbador en el que la compasión, la comprensión, la empatía, la dependencia, incluso el amor hacia el otro sólo aparece en la última escena, tras una colección de forcejeos y acosos tanto psíquicos como fisicos. Y la bondad viene de la víctima hacia el verdugo, justo en el momento en el que el lector sabe que todos a su manera son culpables. Porque cuando la habitación de Eve abre todas sus cerraduras, cuando Alex se deshace de todas sus cadenas y su captor resta indefenso, los límites se borran y sólo queda la maldad, el veneno de la araña que picó y mató a todos, la sangre que corre por un escenario de tragedia griega desaforada. Por contra, en el film hay esperanza y por eso Veracruz sobrevive (ya como mujer, Vicente/Veracruz puede enamorar a la encargada de la tienda de su madre, una joven lesbiana a la que quería antes del 'incidente': una perversión entre lo absurdo y lo grave, lo esperpéntico y lo increible, el final feliz y el desaliento definitivo, un momento que sólo podía venir firmado por el manchego). Almodóvar supo entender que detrás de las palabras elegantes y lacerantes de Jonquet había un creador igual de excesivo que él: afortunadamente tenemos dos obras, libro y película, diferentes, y a su manera geniales.
Pero leyendo Tarántula sobresale una vez más el talento de Almodóvar, el verdadero cirujano diseñador de cuerpos, sombras y fantasmas que ha sabido crear un mundo encima, en paralelo a otro, llegando a conseguir una criatura endiablada que, puestos a comparar, forma parte de esos pocos ejemplos en el que el cine, más que adaptar, toma ideas de una novela hasta el punto de sobrepasarla, transformarla, finalmente superarla. Porque Tarántula es un libro genial, pero La piel que habito es, sencillamente, o no tanto, una obra maestra.
Nota del libro: 8
Nota de la película: 10
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3 comentarios:
Para mi la novela es muy superior a la pelicula, recuerdo que la lei en un vuelo y me quede fascinado. La utilización de la segunda persona pocas veces estuvo mejor empleada. A la película le falta el pulso de la novela. Puede ser que al caer en mis manos antes la novela la disfrute sin ningún pasaje ya visto.
Saludos
Amí también me gustó más la novela, sin desprestigiar a la película que es magnífica. Para mi la película es una obra fascinante, irregular y también una adaptación demasiado infiel. La novela es vibrante, profunda, con un tempo fantástico y también retorcida y lúcida. La película consigue trasladar las imágenes con gran acierto y teje una historia distinta e igualmente retorcida y negra. Como dos piezas distintas, admiro las dos obras. Como adaptación la película de la novela, me satisface pero me provoca algún debate interno debido a la infidelidad y a la hilarante capacidad narradora de su excepcional director.
No he leído la novela, compa Xavier, ocn lo cual no puedo calibrar en su exacta medida el (por otro lado, excelente en las formas) trabajo comparativo que concretas con tu reseña. En cuanto a la peli, sí que la he visto y, sin llegar, como tú, a calificarla de obra maestra, sí que considero que es bastante buena, y que constituye un paso adelante en la carrera de un grande como Almodóvar; un film que, manteniendo vivas todas las constantes creativas del autor, es capaz de ir más allá, y aportar elementos formales y temáticos nuevos, que vienen a sumar en su ya bastante rico mundo creativo.
Un abrazo y buen domingo
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