Lío en la morgue: Crítica de EL CUERPO, de Oriol Paulo

¿Cuántos giros de trama puede contemplar un thriller de nivel? No hay un número exacto. Tal vez los justos y necesarios para que la película vaya cambiando de entidad cada pocos fotogramas con tal de que el espectador tenga tiempo de formular y reformular sus propias teorías, de forma que una vez contada la verdad del caso debe dar la sensación de que la resolución elegida era la más evidente, la más natural, la única posible, la que pone raciocinio y explicación al inicial desconcierto y desorden de piezas. En otras palabras: que el asesino solo podía ser 'ese'. También debe presentar una caligráfica, cuidadísima, milimétrica descripción de personajes para que la premisa fantástica acabe abrazando una lectura cabal. El cuerpo tiene a su servicio los ingredientes de ese hipotético thriller, o sea, unos personajes interesantes, unos actores bastante solventes y un marco espaciotemporal, el Instituto Forense de la capital en una noche de tormenta, que haría las delicias de Agatha Christie. Oriol Paulo, que con su ópera prima inauguró el pasado Festival de Sitges, demuestra sentir absoluta pasión hacia el género y con El cuerpo entrega su propia carne y alma para modernizar la fórmula. El cuerpo es una película clásica en su concepción, negra y sobria a conciencia. No es una cinta de terror sino de suspense, una etiqueta que en tiempos de superefectos y apocalipsis ha caído en desgracia. Tal vez por eso El cuerpo es un rompecabezas que rezuma cinefilia, que se rinde con sentimiento al espectador y que se divierte explorando y explotando las posibilidades de su base: un cadáver que desaparece del depósito para desgracia de su marido, la amante de este y el inspector de policía encargado de resolver el enigma. El film acierta a la hora de ponernos en habitaciones y tesituras poco exploradas, y nos traslada a una historia claustrofóbica cuyos secretos, como las alas más oscuras de las retorcidas mentes de sus personajes, se manifiestan a modo de flashbacks, sueños e incluso delirios. El problema más evidente es que Paulo dosifica la información pero ni acaba de dominar la presentación y consecución de giros dramáticos ni su juego nos lleva a la resolución más plausible. Por ello seguramente muchos tacharán El cuerpo de poco o nada consistente, incluso de manipuladora. Pero la película no es un gran subterfugio para enmascarar el vacío, cuanto menos los agujeros, de su trama. Es mucho más: el fetiche de un realizador con los tropiezos propios de toda primera obra pero en el que se vislumbra la capacidad de construir grandes mapas del misterio. El cuerpo, en definitiva, es una película que dista de ser perfecta aun resultando bastante entretenida, abierta a un amplio abanico de público. Su final es tan efectivo como efectista, porque no vale con coger desprevenida a la platea para que el personal acabe convenciéndose de un as en la manga que sabe a salida por la tangente. Aunque bien pensado esa es la tónica que reclaman los productores y los espectadores, por lo común poco o nada pensantes, de la actualidad. El cuerpo, eso sí, es la única cinta primeriza española del 2012 en la que el crítico de turno puede detectar las señas de un posible gran autor del futuro. Solo por eso este lío a medianoche en la morgue ya vale muchísimo la pena.

Para amantes de los enigmas

Lo mejor: Paulo desvela el crimen pero no el asesino, una fórmula muy eficaz.

Lo peor: Hugo Silva destaca, y no precisamente para bien, en el conjunto del elenco.

Nota: 6