jueves, 27 de septiembre de 2018

EDITORIAL IV | PREMIOS ÓSCAR 2019 | LOS PERIODISTAS NO SABEN DE CINE


En el pasado Festival de Venecia, el mexicano Carlos Reygadas regaló a los asistentes de la rueda de prensa de su último largometraje, Nuestro tiempo, una de esas frases que a los medios les encanta destacar en sus titulares: "los periodistas que van a los festivales no saben de cine". Unas palabras que sentaron a más de uno como un tiro en las partes nobles, hasta el punto de convertir esa anécdota en el titular de la jornada. El tiempo de Reygadas, con un metraje de tres horas de duración, reducido a los pocos segundos de una intervención a micrófono abierto. Una hoguera de las vanidades la mar de divertida. Cinematográfica, sin duda. Cuanto menos peliculera.



Sonará impopular, pero hay que reconocer que a Reygadas no le falta razón. En efecto, los medios que cubren los certámenes cinematográficos tienden a utilizar el cine como mero pretexto para, a la práctica, hablar de los atuendos de Lady Gaga, de los gritos desaforados de los fans que se apiñan en los márgenes de las alfombras rojas o de la enésima filtración del imperio Netflix. Incluso el acercamiento a las películas en liza, en lugar de incentivar el debate artístico, queda reducido al campo de las quinielas y los rumores. Hay, además, un exceso de postureo entre los acreditados en sus perfiles de redes sociales, con independencia de si representan a un medio escrito o digital, de los considerados "importantes" o de webs "residuales". En resumen, hay que hacer saber al mundo entero que "se está ahí". Si puede ser, a base de selfies y vídeos ingeniosos, tan maquillados como la protagonista de Ha nacido una estrella y tan bien montados como algunos de esos filmes que se exhiben en las salas oscuras para, con suerte, vencer al ruido de alrededor, a la frivolidad imperante.


Lo que probablemente Reygadas desconozca es que el periodismo, claramente devaluado, también está sufriendo desde hace años una precarización preocupante. Ahora muchos profesionales cobran por número de palabras o artículos, pagando su cuota de autónomos, ingresando en negro, aceptando plazos imposibles y haciendo malabares en la escena de Madrid y Barcelona para poder vivir de eso tan pasional, puede que utópico, que es el cine. Normal que, ante tal panorama, uno tenga que escribir sobre Reygadas y a la vez reseñar la última gala de Operación Triunfo o analizar cual estilista el último traje de Ryan Gosling. Olvidaros de textos sesudos sin errores ortográficos. A la postre el ejercicio periodístico tiene que adaptarse a las demandas de los nuevos tiempos y, con el fin de sobrevivir, prefiere generar opiniones a informar. Pero ello no es culpa directa de quienes firman las crónicas: todos, incluso el propio Reygadas, aunque parezca vivir y rodar en un universo ajeno a los mass media, son partícipes del show.


Las distancias son más cortas de lo que parecen. Tal vez lo que une a Reygadas y a todos los presentes en la Mostra veneciana son las ganas de hacerse ver, de poner su nombre y su obra en el mapa, en los muros, en la nube o en el papel impreso de toda la vida. "Escribir de" y "dejarse escribir" son partes de la misma exhibición de egos. Y si no, que se lo digan al cineasta latino, que en Nuestro tiempo aparece en gran parte de los fotogramas, difuminando a propósito la barrera entre la realidad y la ficción, la persona del personaje. El arte, en su dimensión más elevada, del circo, en su versión más superficial. La gracia es que estas mismas líneas, por defecto, participan de todo el tinglado. Cuestionar al sistema es, en el fondo, una forma más de alimentarlo. Un pez que promete morderse la cola por largas décadas, sea en Venecia, en San Sebastián o en el certamen del pueblo de al lado. Aunque, dejadme utilizar la primera persona: me gustaría pensar que las reseñas, críticas, crónicas o textos en general sirven para que el periodista comprenda mejor una película y para ayudar a los lectores a acercarse a esa obra desde una mirada crítica y personal. No sólo para promocionar y promocionarse. ¿Demasiada ingenuidad? Mientras reflexionan, si quieren, sobre todo lo dicho, ya saben: denle al click y pasen por caja.


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