martes, 5 de julio de 2016

CRÍTICA | ARMONÍAS DE WERCKMEISTER, de Béla Tarr


ARMONÍAS DE WERCKMEISTER, de Béla Tarr
Premio Ready Jury del Festival de Berlín 2001. Mejor película y actor en los Hungarian Film Critics Awards
Hungría, 2000. Dirección: Béla Tarr y Ágnes Hranitzky Guión: Béla Tarr Fotografía: Gábor Medvigy Música: Mihály Víg Reparto: Lars Rudolph, Peter Fitz, Hanna Schygulla, János Derzsi, Djoko Rosic, Tamás Wichmann, Ferenc Kállai, Mihály Kormos, Putyi Horváth Género: Drama Duración: 145 min. Tráiler: Link Elección de José Barriga
¿De qué va?: A un extraño pueblo llega una no menos bizarra exhibición circense en la que se muestra la ballena más grande del mundo. El evento tendrá un impacto especial en un joven.


CRÍTICA ISIDRO: Tuve una época en la que me dio por contar chistes a tope. Como había tantos que me parecían muy buenos, mi mente no podía archivarlos todos, así que llevaba siempre en la cartera un listado esquematizado de todos ellos. Los mejores los señalizaba con una estrella, y uno de mis chistes estrella era el del pan que habla. Era una gilipollez monumental basada en un juego cutre de palabras: a una ciudad llegaba un circo que anunciaba la asombrosa actuación del alucinante pan que habla. El espectáculo consistía en un señor mojando una hogaza de pan y preguntando al público "¿a que está blando?". Está (ha)blando. La gracia del chiste estaba en que había que alargarlo durante horas, crear misterio y generar expectación a tus oyentes, e incluso improvisar durante la marcha e inventarte chorradas para entorpecer la narración. Si me he acordado del pan que habla es evidentemente por el tema del "chou" de la ballena muerta, pero además me sirve de metáfora chorra: Armonías de Werckmeister se alarga tanto como el chiste y acaba por tener la misma gracia: ninguna. No voy a negar que Tarr filma escenas de gran sugestión y lirismo, con unos excelentes planos secuencia pesados y lúgrubes, y el contenido simbólico se intuye interesante, pero se hace cansina. Sí, hay maestría. Pero también tedio. ¿Tú qué dices, pan? ★★★

CRÍTICA KOSTI: El cine de Béla Tarr siempre resulta denso, no apto para cerrados de miras, pero cargado de una extraordinaria belleza visual que, irónicamente, suele mostrar miserias y desgracias. En esta Armonías de Werckmeister se sirve además de la belleza sonora de la música. Entiendo perfectamente que valerse de lo visual en el cine es un arma más con la que cuenta el creador, pero en ocasiones la mente y la estética del director van más allá de lo que luego consigue transmitirse. Con Béla Tarr me sucede eso mismo. Consigo ver su intención pero no calo en su profundidad, y eso hace que me salga de su propuesta. Lo que es cierto es que a través de sus poderosas imágenes nos hace viajar a través de sus personajes, sobre todo del simple y bonachón Jànus, que parece vivir ensimismado en un mundo tan complicado como los conocimientos que consigue compartir con sus compatriotas. Se ve en él una situación de neutralidad frente a la pequeña revolución que en su pueblo se vive con la llegada de un particular circo acompañado de la ballena más grande. Como si de Jonás se trata, Jànus se sumerge en la curiosidad de la ballena y mirándole directamente a su ojo abierto, alcanza a verse a sí mismo, y se da cuenta de que este mundo no está hecho para él. Jànus huye de una realidad que le perturba, que no está en sintonía con su ideal de la vida y la belleza, esa que demuestra en una primera escena, cuando representa un gran eclipse humano con aromas de ebriedad. Pero como ya apuntaba, toda esta belleza se queda con un mensaje confuso, aunque atemporal, y que cuesta reconocer ante tanta imagen que suma al arte tedioso del húngaro, así que prefiero quedarme con su bella fealdad artística, cuyo tratamiento en blanco y negro acentúa la sobriedad y la rotura de esa sociedad que retrata. ★★★


CRÍTICA RONNIE: Detente un momento, bájale el acelerador de esta ajetreada vida y, por favor, saborea este film húngaro de muy reciente producción. Gracias a este Cinoscar Summer Festival he podido deleitarme los sentidos con esta obra de Tarr que podría pasar desapercibida para el público promedio que no suele disfrutar de este tipo de experiencias. Sí, la película tiene lapsos temporales extensos pero que a mí me han parecido exquisitos, una ausente e impertérrita banda sonora que acompaña a las imágenes mezcladas en esos claroscuros tan sutiles como perfectos. La suma de sus partes es un ensamble armónico que sabe a obra maestra o al menos en obra cumbre y referente obligado del nuevo siglo. Lars Rudolph realiza una actuación completamente desgarradora, contenida y soberbia. La película es de aquellas que me gustaba analizar en la universidad, de esas películas que penetran las conciencias. Por ello, debemos enfrentarnos a ella con toda la disponibilidad de ser receptivos, de lo contrario podríamos caer en el escueto juego de considerarla una gran tomadura de pelo. ★★½

CRÍTICA XAVIER: En la vida y en el cine, detesto que me sermoneen. A los discursos de los autores que confunden trascendencia con parsimonia asisto escéptico, con los ojos cerrados y la atención más bien baja. El medio audiovisual no necesita de introspección, acciones al ralentí y otras técnicas soporíferas para emocionar. Tampoco de miradas ególatras que nos quieren hacer creer que todo en ellas significa, como si sus supuestos quisieran esconden la más desbordante de las pedanterías. Con todo, reconozco que no todo el campo es orégano y que no todas las películas de "los grandes místicos europeos" me resultan detestables al mismo nivel. Por lo general, benero cual religión a Kieslowski, adoro a Dreyer, me entusiasma Angelopoulos, tolero a Bergman, soporto con matices a Tarkovsky, aborrezco a Zulawski y no siento la más mínima simpatía por Tarr. En Armonías de Werckmeister no atisbo ni un gramo de humanidad y sí un ombliguismo de gigante. La puesta en escena es impecable, pero no llega a impactar más allá de sus virtudes estéticas. A Tarr le falta sentido del humor, justamente la capacidad de reírse de sí mismo y de relativizar sus propias bases que aplican con más atino nombres del continente como Van Warmerdam o Andersson. A veces las películas difíciles son sólo eso: difíciles. Y, siendo sinceros, ya es hora de poner a la comunidad "hipster-gafapasto-cinéfila" en cuarentena y asumir que el cine en mayúsculas no sólo discurre en los minúsculos circuitos de filmotecas y cineclubs. No se trata de hacer comparaciones, pero ante títulos tan ensimismados y encriptados como Armonías de Werckmeister uno entiende que haya espectadores que prejuicien el cine de autor y apuesten sistemáticamente por los blockbusters de turno. Hasta quien escribe vería alguna parte de A todo gas antes que revisionar estas armonías en duermevela. No me lo tengan en cuenta. ★★½


CRÍTICA ALBERTO: Todo cinéfilo o en general todo aquel que quiera entender el alcance del séptimo arte debería acercarse a la obra de Béla Tarr, un cineasta de importante singularidad que ha labrado una obra al margen de cualquier esfera industrial. Su cine pocas veces alcanza estrenos más allá de su país de origen, pero acudir a las expresiones que lo conforman supone un ejercicio muy enriquecedor. Con claras vocaciones de la Nouvelle Vague, este cineasta húngaro perfila un ejercicio de interesantes connotaciones históricas, artísticas y puramente cinematográficas. En esta película, el poder de una atmósfera matizada con numerosas piezas, la ferocidad de su discurso y la naturalidad de un elenco en estado de gracia da rienda a las capacidades audiovisuales de un cineasta que es capaz de reivindicar la honestidad de un arte único frente a tantos impostores que navegan en la senda de lo postmoderno en este quebrado siglo XXI. Las referencias a numerosos clásicos están ahí, pero también a los ejercicios de psicología y en general de definición cultural de nuestra era. Un cuento sombrío que atesora resultados extraordinarios, aunque estemos ante cine complejo que requiere ser mirado con detalle e incluso revisado. Una obra de proporciones épicas que merecería ser rescatada una y otra vez para admirar cuánto cine y qué expresiones nos perdemos en nuestra hacienda cinéfila. ★★½

NOTA MEDIA del JURADO: ★★★½ 

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