lunes, 20 de octubre de 2014

CRÍTICA | ALGUIEN A QUIEN AMAR (EN DU ELSKER), de Pernille Fischer Christensen


La voz y el alma rasgada de Thomas Jacob
ALGUIEN A QUIEN AMAR (EN DU ELSKER, SOMEONE YOU LOVE)
de Pernille Fischer Christensen
Dinamarca, 2014. Dirección: Pernille Fischer Christensen Guion: Pernille Fischer Christensen y Kim Fupz-Aakeson Fotografía: Laust Trier-Mørk Música: Tina Dickow y Marie Fisker Reparto: Mikael Persbrandt, Trine Dyrholm, Birgitte Hjort Sørensen, Sofus Rønnov Género: Drama Duración: 95 min. Tráiler: Link Estreno en España: 24/10/2014
¿De qué va?: Thomas Jacob es un cantautor afincado en Los Ángeles que vuelve a Dinamarca para preparar el que será su siguiente disco. Allí conocerá a Noa, su nieto de once años, y se dará cuenta de que su hija tiene problemas con las drogas. Cuando la salud de su hija se deteriora e ingresa en un centro de rehabilitación, Thomas se ve obligado a cuidar del pequeño. Para el chico, Thomas es el abuelo que sólo conoce por la televisión y por las noticias de su polémica vida. Para Thomas, el chico es un extraño que pone patas arriba su vida rutinaria.


Si hay una temática que recorre transversalmente la corta pero fructífera filmografía de Pernille Fischer Christensen es la incomunicación entre personas: de ahí que todas sus películas, en mayor o menor grado, puedan considerarse una exploración de 'el otro' en la Dinamarca bienestante de nuestros días (aunque descrita en términos de frialdad y de hieratismo emocional) y apelen a una empatía tanto interna como externa (los personajes se conocen entre ellos al mismo tiempo que los espectadores van familiarizándose con las vidas magulladas que retrata Fischer Christensen, una fórmula realmente efectiva que explica, entre otras cosas, por qué las obras de la cineasta danesa siempre tienen presencia asegurada en las carteleras y en los certámenes de todo el mundo). Alguien a quien amar, el nuevo trabajo de Fischer Christensen, se exhibe estos días en la Seminci vallisoletana y el próximo viernes llega a las salas comerciales con el aliciente de sus actores protagonistas, dos pesos pesados del cine nórdico: el sueco Mikael Persbrandt, actor fetiche de Simon Staho y conocido por sus intervenciones en El hipnotista o En un mundo mejor; y la danesa Trine Dyrholm, rostro habitual de las obras de Bier y Vintenberg.


En esta ocasión, Fischer Christensen recurre a una figura cargada de mística cinematográfica: el cantante que tras una vida de excesos y de éxitos regresa a su país de origen para saldar cuentas pendientes. Persbrandt dota de fuerza a un personaje inepto en todos los aspectos: su carrera discográfica depende casi por entero del trabajo de su mánager y de algunas amistades del pasado, y en su vida personal es un individuo incapaz de gestionar el dolor que recibió en su día por parte de su padre y el dolor que él mismo infringe a sus más allegados. Afortunadamente, el trágico bagaje del personaje nunca se explicita ni da pie a escenas de factura tremendista: el director prefiere contar por omisión, y en este sentido es muy interesante comprobar cómo los pequeños contactos físicos entre los personajes, los casi imperceptibles amagos de complicidad entre el protagonista y su reducido círculo íntimo (la mano que posa sobre el brazo de su hija drogadicta, las leves caricias que hace a ese nieto que no conoce, las miradas que lanza a su compañera de grabación, etc.), cuentan mucho más del protagonista y sus interioridades que otras escenas donde Fischer Christensen se comporta como una narradora más tradicional (por ejemplo, el momento en que el protagonista se sincera con el pequeño con respecto a su padre alcohólico).  


Alguien a quien amar, por lo tanto, se debate entre dos frentes (la elegancia frente al drama descarnado, la sutileza frente a la tragedia explícita), y aunque el cómputo final reúne bastantes trampas (sobre todo a partir del fallecimiento de la hija del protagonista), el film termina convenciendo por la capacidad de la directora por tocar la fibra sensible de la platea sin que ésta se sienta violentada o asaltada según las fórmulas habituales de cierto cine norteamericano (incluso en sus tramos más discutibles, la película nunca apela a la lágrima fácil). Un mérito ya presente en las anteriores obras de la directora y que en este nuevo título se multiplica gracias al gran trabajo de Persbrandt y Dyrholm: a su comprobada solvencia como intérpretes, cabe sumar el hecho de que en el film cantan sin playback, como si las fronteras entre el actor y el personaje fuesen muy finas, casi irreconocibles. Un film, en resumen, lleno de contrastes que se suma a la notable listas de grandes obras que nos llegan últimamente desde el norte de Europa.


Para amantes de las películas que por fuera son hielo y por dentro son puro fuego.
Lo mejor: Mikael Persbrandt, ese actor capaz de dar vida a cualquier personaje.
Lo peor: El drama pierde fuelle en su segundo tramo. 

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