jueves, 24 de octubre de 2013

Crítica de INSIDIOUS: CAPÍTULO 2, de James Wan

Pese al éxito de Saw y de Insidious, no ha sido hasta Expediente Warren cuando el cineasta James Wan ha sido reconocido como uno de los nombres que más ha aportado al último cine de terror. No es que la industria se negase a reconocer el talento que tiene Wan, sino que las partes que han seguido a Saw y que parece seguirán también a Insidious han hecho que destacase más el Wan 'productor' que el 'creador'. Todo ello deja a Insidious 2 en una posición privilegiada, ya que al llegar a salas sólo pocos meses después de la notable Expediente Warren y por ser en el fondo un intento más por engordar 'la gallina de los huevos de oro' a partir de una primera parte con final abierto nos permite sopesar con más objetividad dónde empieza y acaba el Wan 'genio' del simple 'oportunista'. 
Hay que ponerse en contexto y recordar que en Insidious habíamos dejado a la familia Lambert en un momento especialmente tenso tras conocer su vinculación con un mundo espiritual lleno de fantasmas, en un inicio expresado con los sueños y el posterior coma del hijo pequeño del matrimonio. Esta segunda parte, desde su base, tiene mucho sentido, ya no por las variaciones que Wan aporta a la fórmula de la anterior entrega, sino porque realmente Insidious era un relato que precisaba continuación. Insidious, en otras palabras, no ha seguido el capricho de la saga Saw, porque en este caso toda la historia y su división en diferentes películas ya estaba prevista desde un primer momento.


Con Insidious 2 justificada no sólo como una operación de Hollywood por hacer caja, la aportación artística es evidente: más que en cualquier otra película del género, la secuela juega a ser 'un film dentro de un film' o 'un mundo insertado en otro mundo', con un espacio fantasmal e imaginario que moldea y se impone a la realidad que viven los personajes. Wan juega a ser medium y cumple como arquitecto genial de los túneles del terror más pavorosos que se recuerden: Insidious 2 parece el viaje por una atracción temática, con lo que ofrece a las nuevas audiencias una experiencia adrenalítica (Wan 'nos mete en los espacios del terror', y no 'nos los deja intuir', como sucedía con el primer film). Un viaje, claro está, lleno de sustos, de imposibles, de excesos y de pequeños desvíos al humor absurdo que pretenden distender la trama y al mismo tiempo reirse de la gran absurdidad de todo el conjunto (¿quién en su sano juicio cree que existe una dimensión paralela en la que todo está conectado?).
Los sombras vienen al valorar todo lo demás. Insidious 2 junta muchos elementos, aglutina mucho en un metraje relativamente corto, y por ello uno corre el riesgo de aplaudir, simplemente por aturdimiento, los mil y un giros planteados por Wan. Si vaciamos Insidious 2 de todo su entramado visual nos encontraremos con una película totalmente hueca, con acción pero sin personajes, ligeramente entretenida pero en realidad poco o nada terrorífica porque comete el error de insertar el terror en lugares poco reconocibles. Wan, finalmente, demuestra que es un gran explotador de ideas, pero no un gran director de cine: no es lo mismo plantear una premisa argumental genial que desarrollarla de forma brillante, por mucho que ambas cuestiones deban ir de la mano. Además, dificilmente Insidious 2 dejará la impronta de sus antecesoras, ya que no contará con los no fans de la primera entrega y tendrá bastantes detractores entre los que amaron la sencillez del film de hace tres años.


La conclusión es evidente. Wan tiene talento, y si alguien está dotado para rodar en pocos años el futuro clásico del género es precisamente él. De la filmografía de Wan se extraen muy buenas ideas, hereda las grandes virtudes del cine asiático de horror tan famoso hace una década, pero seguramente por su condición de 'autor fan' es incapaz, al menos hasta la fecha, de armar esa película cerrada y única que marque un verdadero impás en el género. Insidious 2 demuestra que por exceso se puede caer muy fácilmente en lo grotesco: habría que calibrar hasta qué punto las risas que se escuchan en la sala son expresiones nerviosas o carcajadas de puro cachondeo. Y Expediente Warren, aunque es difícil cuestionarla, contiene un elemento distorsionador que no beneficia la figura de Wan: los exorcistas que interpretan Farmiga y Wilson están planteados como los visitantes de una historia, no como personajes concretos, por lo que Wan, incluso cuando quiere conseguir un producto más sólido, demuestra que se ha criado en la cultura de la secuela, la precuela, el reboot y otros términos, y de esa contaminación surge una película que pudiendo ser una obra maestra cede a ciertos convencionalismos con vistas a la taquilla. Veremos en un futuro qué derroteros toma la carrera del curioso Wan: de momento, podemos decir que Insidious 2 es, aunque efectiva, una tremenda decepción.


Para los que siguen la tradición de ver un film de terror por estas fechas.
Lo mejor: Patrick Wilson en su versión más oscura.
Lo peor: Con tanto espíritu de ropajes imposibles, parece más un film de Carnaval que de Halloween.

Nota: 5 

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