martes, 22 de octubre de 2013

Crítica de ZIPI Y ZAPE Y EL CLUB DE LA CANICA, de Oskar Santos

Por cuestiones de tiempos (el tebeo de José Escobar se empezó a popularizar a mediados y sobre todo finales de Posguerra, y quien escribe nació en 1990), los conocimientos previos sobre Zipi y Zape, más allá de reconocer su importancia como parte de la cultura popular de muchos españoles (nuestros padres), son mínimos. Por eso en este texto no podemos hablar de Zipi y Zape y el club de la canica como adaptación literaria ni como homenaje o actualización de un espíritu comiquero que nos queda muy lejos. La intuición nos dice que los niños que filma Oskar Santos, pese a respetar las particularidades físicas y la vestimenta de las viñetas, distan, y mucho, de su referente original. Pero no teoricemos. Partiendo del total desconocimiento de la obra de Escobar y con la objetividad que da no sentir demasiada empatía hacia unos personajes para muchos míticos, la descripción admite consenso: Zipi y Zape y el club de la canica es un film de aventuras de clara vocación blanca y familiar, diseñado como un despliegue de efectos especiales bastante solventes y como punto de encuentro entre un imaginario visual elaborado y un sentido del humor más bien castizo, como si Harry Potter se fusionase en una versión melliza y pija de Manolito Gafotas (las citas, de nuevo, delatan nuestra edad). Por todo esto, es difícil ponerle pegas a un film que funciona bastante bien, o que al menos funciona para el target infantil al que se dirige. ¿Que en España seguimos a la cola de un cine de calidad y a la vez comercial? Sin duda, pero productos como Zipi y Zape y el club de la canica, a pesar de sus posibles defectos, son del todo recurrentes, porque ayudan a crear industria, a perfeccionar aspectos técnicos y a diversificar audiencias. Y si no, piensen que el film intenta atraer a un público que casi nunca recibe la atención de nuestra cinematografía: la orquilla que va de los 5 a los 15 años. O que en otros contextos, con mayor afluencia a las salas, la película hubiese reventado taquillas (eso sí: superar el millón de euros durante el primer fin de semana de exhibición es, aquí y ahora, un mérito). Seguro que todo esto no convencerá a los que pasen por taquilla con el tebeo en sus mentes o a los que esperaban esa película capaz de reconciliar a la crítica y a subir la cuota de pantalla del cine español. Dejemos el tirachinas para otros y no nos enredemos más de la cuenta: Zipi y Zape y el club de la canica es tan naif, fresca y conciliadora como lo puede ser un film como Matilda (este sí, referente de nuestra infancia). Sólo por rescatar la fórmula de un cine ochentero, aventurero y colegial, el film vale la pena: parte de ello ya está presente en el excelente póster promocional. Y si queremos rizar el rizo, hasta nos podemos encontrar con un material abierto a lecturas adultas: ahí está el malo dictador que borda Javier Gutiérrez, empecinado en arruinar la educación e infancia de sus chavales, como quintaesencia 'facha' de los Wert y Montoros de nuestros días. Más que recomendable.


Para recuperar el niño que llevamos dentro.
Lo mejor: Es pura evasión. El personaje de Falconetti. Algunos delirios visuales y narrativos cercanos a Charlie y la fábrica de chocolate de Burton.
Lo peor: A veces parece la segunda parte de una franquicia ya consolidada, por lo que muchos no se la tomarán demasiado en serio.

Nota: 6

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