jueves, 3 de octubre de 2013

Crítica de GLORIA, de Sebastián Lelio

En Hollywood las actrices se quejan de que no hay papeles interesantes para las artistas de más de cincuenta años, y a falta de tener historias potentes que hablen de esa etapa aparentemente tan poco cinematográfica como la madurez en el seno de la industria, hay que buscar buenos films en otros lugares, en esos márgenes casi siempre tan interesantes para los programadores de festivales y la comunidad cinéfila. Gloria nos viene desde Chile y su visionado tiene los efectos de una mañana soleada: todo en ella inspira verdad y es pura vida. La Gloria del título es una funcionaria separada que sufre el síndrome del nido vacío, o lo que es lo mismo, la añoranza propia de quien, tras una vida cuidando a los hijos y con un referente masculino en casa, afronta la llegada de la vejez en soledad. Al principio el personaje hace todo lo posible para llenar ese hueco, y ella misma se sorprende cantando bobaliconas baladas de amor a grito pelado de camino al trabajo, asistiendo a cursillos dispares dirigidos a gente mayor tan aburrida como ella o asistiendo por la noche a discotecas con atuendos insinuantes cual colegiala. Pero luego entiende que no necesita a nadie y que debe disfrutar de los pequeños momentos, transformación que la convierte en una niña pequeña: Gloria se acoge a la edad pero perder cualquier sentido del ridículo, se pone el mundo por montera y orquestra una divertida venganza contra su nuevo novio. Mientras, el espectador la entiende, la acompaña, la aplaude y baila con ella la catártica canción Gloria de Umberto Tozzi del último plano. Pocas películas resultan tan directas en su retrato de la edad adulta, y al mismo tiempo pocas historias tienen un efecto tan tonificante, resultan tan divertidas e invitan tanto a vivir cada segundo a máxima potencia. Pocas películas cuentan con una interpretación tan compleja como la de Paulina García, heroína feminista de gran relieve dramático y de gestualidad payasesca que se pone al público en el bolsillo. Y pocas veces la sala de cine se convierte en una fiesta sin que el guion reste un ápice de dureza al lado oscuro de su personaje. Gloria es una de esas cintas que llegan antes al corazón que a la cabeza, a la que se le perdonan todas sus posibles imperfecciones y a las que uno se rinde con facilidad y fidelidad. Gloria es un triunfo: amarán la película, pero todavía querrán más al personaje. Y eso no lo consigue casi nunca ese citado Hollywood de mitos y estrellas...


Para los que van al cine para sentirse vivos.
Lo mejor: El descubrimiento de Paulina García.
Lo peor: Tal vez ganaría con algunos recortes de metraje en su segundo tramo.


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Nota: 8

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