PAISAJE EN LA NIEBLA, de Theo Angelopoulos (Grecia, 1988)
La esencia del arte se asienta sobre el viaje. La Odisea y La Ilíada son viajes. Don Quijote viajaba y con él el lector. La Biblia, que basa los códigos morales y estéticos de Occidente, tiene su base en diferentes viajes. El arte en sí es un camino definido por un autor por el que transitamos los receptores de cada obra. Theo Angelopoulos propone en Paisaje en la niebla un viaje a una Grecia posterior a la Revolución Industrial y anterior a la revolución tecnológica, una Europa desmantelada y en formación, de cielos decembrinos y fronteras sobre las que descansa el horror de guerras pasadas y futuras y el poso de toda una tradición cultural. El término 'road-movie' no define un subgénero cinematográfico: es parte de la naturaleza del cine. Angelopoulos fue un gran cineasta, un gran lector, un gran observador y un gran investigador del alma humana. Paisaje en la niebla es la crónica de una infancia truncada. Los mayores no pueden acceder al universo mágico e inestable de los pequeños, porque ellos son los seres más puros, las principales víctimas de cualquier conflicto. Su viaje es de aprendizaje, porque viajar no solo implica movimiento sino también un crecimiento personal. Angelopoulos nos dice que los pasos de sus criaturas son utópicos: la figura paterna no existe, pero su sola evocación, la convicción de querer abrazarla ya justifica el intento. Porque no hay viaje sin lugar de destino ni una hoja de ruta marcada, aunque al final importe más lo que ocurre en los diferentes apeaderos y aunque casi nunca se respete el plan dibujado antes de empezar a caminar. Angelopoulos abraza lo clásico y conquista lo eterno, hace de los cuerpos símbolos, de los símbolos conceptos, y de los conceptos estados de ánimo. La bondad del artista ambulante a punto de enrolarse en el servicio militar choca con la maldad del camionero: se hace camino al andar y entre curva y curva hay espacio para el lado más oscuro y luminoso del ser humano. Y al final Angelopoulos se apiada de sus personajes con un plano final de sosiego que contiene en su interior otro abismo, ese viaje futuro que esconde irremediablemente el viaje ya hecho. Cual figura mítica rodando por el cauce del río al amparo de una canastilla, los protagonistas de Paisaje en la niebla cruzan una barrera espacial y mental para conquistar la tierra prometida. Queda la incertidumbre de si el viaje ha terminado, y de si en caso de haber finalizado lo ha hecho de forma feliz o trágica. Puede que un poco de las dos cosas. El viaje sigue en futuros visionados: las obras maestras son recorridos circulares que, afortunadamente, no terminan nunca.
En el Cinoscar Summer Festival os proponemos otro viaje: un recorrido por algunas de las grandes obras del cine. Temáticas, autores y nacionalidades de todo tipo. Y lo que importa realmente es disfrutar de cada parada, con independencia del palmarés que nos espera al final del recorrido. No hay mejor manera de empezar esta andadura veraniega que con Paisaje en la niebla, nuestro film inaugural y una de las grandes obras del reciente cine europeo. El cine de Angelopoulos planeará sobre todo el trayecto en distintos artículos. Las sorpresas del viaje las pondréis vosotros con vuestros votos y comentarios.
¡DISFRUTAD DEL FESTIVAL!