martes, 13 de septiembre de 2011

Corre, Vincent Gallo, corre: Crítica de ESSENTIAL KILLING

Desconozco el cine del director polaco Jerzy Skolimowski, así que el visionado de Essential Killing ha estado libre de contaminaciones cinéfilas: no puedo brindar ninguna referencia o relación entre obra y autor. Apenas recuerdo el honorable anciano que subió al escenario para recoger dos premios en el Festival de Venecia ante la atenta mirada y reverencia de respeto del señor presidente Tarantino. Tampoco la figura de Vincent Gallo, que siempre resultó más curiosa que molesta, me ha impedido ver en él a ese prófugo en carrera continua por una montaña nevada, y no al 'rarindongo' de Buffalo 66. La película es bastante curiosa: podríamos decir que empieza como Camino a Guantánamo, y uno espera que en cualquier momento aparezca un narrador en off para explicarnos qué estamos viendo. Pero al final la película resulta ser una Apocalypto helada, una lucha por la supervivencia que bien hubiera podido titularse Gallo: Solo ante el peligro o Corre, Gallo, corre. Me interesa que una trama que daba para un drama político, social y con moralina (un soldado afgano mata a tres soldados norteamericanos y las tropas de ese país lo llevan hasta un lugar del este de Europa para interrogarlo) haya quedado reducida a un thriller de atractivo visual. Como si a Skolimowski le interesase más la acción en su versión descarnada que el contexto de la misma (ningún rótulo para decirnos el año y el país en el que acontece todo). Hay muy pocos diálogos en Essential Killing, y lo esencial de ese título es la huida de Gallo, filmada de una forma casi primitiva, con planos aéreos, elogios a la naturaleza helada y algún momento gore no apto para recatados. La premisa de la película no da para demasiado (la cinta apenas llega a los 80 minutos). Y aunque se intuye la existencia de 'otra película' dentro de la película (el fanatismo religioso como germen de muertes y atentados), Essential Killing, sin conmover ni sacudir al espectador, es una lograda carrera del gato y el ratón que no tiene miedo a ser forma sin contenido. Aún así, son demasiado grandes los elogios que coleccionó en Venecia, aunque Gallo bien necesitaba una Copa Volpi para tapar con tiritas todas las magulladuras que seguramente acumuló durante los pocos días de rodaje. Una bizarrada que no debe tomarse demasiado en serio (o tal vez todo lo contrario: ustedes deciden).


Nota: 6

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