El cine español está muy obsesionado por encontrar el nuevo Almodóvar. No hay que buscar una réplica, sino alguien diferente, con un mundo y un estilo diferente pero singular. Se me ocurre qué hubiera sido de Almodóvar si no hubiera tenido el contexto de la Movida Madrileña (tan importante que hay que escribirla en mayúscula), un poco de suerte y otro tanto de descaro. La respuesta es una, evidente: nunca hubiésemos conocido la complejidad de títulos como Todo sobre mi madre o Volver, obras maestras fruto del perfeccionamiento, la autoexploración, las tablas del que ha rodado mucho y domina el lenguaje cinematográfico hasta el punto de crear uno propio, personal, reconocible. Candidatos a ser el nuevo director insignia de nuestra cinematografía no faltan, incluso sobran. Con una diferencia: el contexto económico es mucho peor, por lo que el nuevo Almodóvar del siglo XXI nunca podría permitirse una ópera prima tan rebelde, libertina y a la contra de los parámetros comerciales como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Otro dato: los cineastas de hoy en día crecieron con Almodóvar, la influencia del maestro manchego en su cine es descomunal, y muchas veces para fundar un nuevo sello hay que desmarcarse de registros ya reconocibles. ¿Pero cómo decirle al cine español que niegue la influencia, que olvide la importancia de los pocos clásicos con los que cuenta?
Nunca en el cine se había vivido una situación tal de democracia creativa: hay muchos centros dedicados a enseñar cine, toda una generación de jóvenes promesas dispuestos a dibujar los nuevos caminos del cine local; la mayoría de obras de cosecha propia son óperas primas, pero hay muy pocas segundas películas. Vaya, que en el contexto actual es casi imposible ver nacer y crecer al sucesor de Almodóvar, y a aquellos dotados con potencial sólo les queda claudicar ante películas que no dejan de ser reproducciones de series de televisión a gran escala. O eso, o no acceden a tener una carrera en esto del cine. Es aquí cuando entra en escena Vicente Villanueva, un director excelente que con sus cortos El futuro está en el porno y La rubia de Pinos Puente apuntaba muy alto, prometía muchísimo. Su primera película es Lo contrario al amor, título que está funcionando medianamente bien entre nosotros. Pero me pregunto: ¿es esta primera incursión en el largometraje un gatillazo involuntario? ¿no será una forma de claudicar ante la cruda realidad, la única manera que tenía el bueno de Villanueva de acceder a su primera película? ¿quedó todo lo inteligente de Lo contrario al amor en la mesa de algún despacho para obtener las subvenciones y apoyos que el proyecto necesitaba para tirar adelante? ¿tendrá razón la actriz Lola Dueñas, musa de ese autor maldito que es Ramón Salazar, otro Almodóvar en potencia, al invitar a los jóvenes realizadores a trabajar en Francia, con mayor libertad creativa y menos precariedad económica?
Estas semanas Lo contrario al amor se proyecta en las mismas salas que La piel que habito: a uno le gustaría hablar de dos modelos, dos realidades de cine español (concepto en el que pese a todo viven y conviven muchas realidades), pero no es así (Pedro es el modelo, y los demás son el resto). Algo que, desgraciadamente, no preocupará al público potencial de esta comedia romántica: chicas y chiquillas que se emocionan más con la perilla de Hugo Silva que con un buen guión. Pero no se equivoquen: es sanísimo que una cinematografía como la nuestra logre films del gancho comercial de Torrente 4. La cuota de pantalla del cine italiano se salva por las películas navideñas y comedias tontorronas de turno, algo que no invalida los clásicos y los nuevos valores del cine de ese país. Eso sí: a uno le gustaría que Lo contrario al amor fuera, pese a su género, pese a su factura, una película un tanto más sólida. Aunque otra vez vuelve la duda: ¿no es Lo contrario al amor todo lo buena que le permitieron ser? ¿con un público tan dubitativo, se debe o no copiar lo que funciona en televisión a la gran pantalla? ¿y no habrá Almodóvar influido, ni que sea indirectamente, en todas las discutibles teleseries patrias que el público consume como comida de McDonalds?
Pero centrémonos en Lo contrario al amor. Y hagámoslo desterrando nuevos viejos mitos: Adriana Ugarte es una buena actriz, excelente en el film a reivindicar Cabeza de perro, mucho antes de que fuera 'la señora' televisiva; y Hugo Silva, el yogurazo del verano y líder de 'los hombres de Paco', estaba genial en Agallas, película por la que se ganó todo mi respeto y por la que le robaron una nominación al Goya. Otra cosa es ese tal Rubén Sanz, recuerdo apolillado de las peores 'matrimoniadas' de José Luis Moreno, que siempre tuvo más bonitos los abdominales que el rostro. Vaya: que si queremos empezar a consolidar una nueva generación de intérpretes, Lo contrario al amor ni molesta ni desentona. Ahora bien: cuando empiezan con chistes sobre sexo de machos que creen ser homosexuales, niñas alternativas que van de 'zen' y vegetarianas, referencias a la telebasura que más que críticas o parodias parecen homenajes encubiertos a Sálvame Deluxe (un poco de eso ya latía en La rubia de Pinos Puente), no puedo más que arrugar la nariz. Villanueva logra algún que otro momento de humor potente, incluso se le perdonan momentos absurdos que funcionan pese a sus flaquezas (a Almodóvar le perdonamos sus desaires surrealistas: véase el encuentro inicial en el ascensor). Pero no entiendo la necesidad de darle a la historia un cambio final tan dramático. Tampoco acabo de entender el personaje de Loreto, la hermana de Merce, que en el fondo es una película independiente que queda como satélite de la trama romántica principal. Detalles que deslucen el potencial y el oficio demostrado por el no tan principiante Vicente Villanueva.
La sensación final es que Lo contrario al amor no es ni una buena película ni un desastre que debamos destripar despiadadamente. Eso o todo lo contrario. Ni el modelo de comedia que queremos para nuestro cine ni la historia convencional que podía intuirse al ver el póster. Hay tópicos pero también diálogos bien hilvanados, hay maromos con vocación rompetaquillas pero también una fresca manera de exponer en pantalla grande los nuevos roles de la pareja, las nuevas estrategias en el cortejo. Porque el amor es tan extraño y complejo que da para mucho, ni que sea el tema más recurrido en toda la historia del cine, aunque detrás de Lo contrario al amor vengan otras que nos hagan olvidar la cinta que nos ocupa. No llega a ser tan redonda, en logros y afinidad con el espectador, respecto El otro lado de la cama o Días de fútbol; arriesga menos que el cine de David Serrano o Borja Cobeaga, pero se deja ver. E involuntariamente este blog ha escrito una de sus críticas más largas a propósito de un film que otros despacharían en cuatro líneas. Quizás haya más enjundia en Lo contrario al amor de lo que parece: cierto sector de la crítica está tan lleno de prejuicios que siempre recurre a las mismas palabras a la hora de hablar de 'comedia española'. No figurará en las listas de lo mejor del año, pero pese a todo es un film que me cae simpático y le deseo la mejor trayectoria posible por los cines españoles. Lo mismo a Vicente Villanueva, con el que esperamos volver a encontrarnos, si puede ser en citas más estimulantes.
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No me gustan este tipo de comedias ligeras y viendo la nota que le has puesto... creo que de momento paso.
ResponderEliminarUn saludo.