Cracks recuerda de forma evidente e inevitable a Las vírgenes suicidas. Ambas son las óperas primas de dos directoras jóvenes, hijas de dos símbolos del cine norteamericano como son Ridley Scott y Francis Ford Coppola. En ambas películas los padres han ejercido de productores ejecutivos, y las dos vienen de estirpes cinéfilas y cinematográficas: además de los Oscar y las obras maestras rubricadas por los padres, Jordan Scott es sobrina de Tony Scott y Sofia Coppola es prima de Nicolas Cage. Tanto en Cracks como en Las vírgenes suicidas hay un uso impecable de la música: Coppola recurrió a sus admirados y conocidos Air, mientras que Scott ha confiado en el compositor español Javier Navarrete, autor de la excelente banda sonora de El laberinto del fauno. Una y otra película conectan al describir un grupo de chicas adolescentes unidas por vínculos muy profundos, la pérdida de la inocencia y el despertar sexual. Las historias están contadas como un microcosmos femenino de lolitas diabólicas que discurre en paralelo a dos grandes conflictos bélicos: en Las vírgenes suicidas planea la sombra de la Guerra del Vietnam, mientras que la Segunda Guerra Mundial es crucial en las vidas de las niñas de Cracks. Y de la tensión entre esos dos mundos (el personal y femenino, que choca con el contexto y pesimismo social) surgen dos hechos terroríficos que vertebran las dos historias: en la primera, el suicidio de la hermana pequeña; aquí, la actitud de una profesora llena de miedos y complejos que acaba en tragedia. La lista de relaciones sigue: Las vírgenes suicidas sucedía en un ambiente estudiantil típicamente norteamericano, mientras que Cracks ocurre en un colegio británico, aunque en ambas el escenario sirve para describir los prototipos de mujer de dos épocas (la de la primera mitad de siglo, apenas un accesorio al lado del hombre dominante, soldado y trabajor; y la de los años 70, más libre, auspiciada bajo el movimiento feminista e insertada en el mundo laboral). De la mojigatería picarona de estas Cracks a la voluptuosidad festiva de las chicas de Coppola, la línea que forman casi sin querer dos películas contadas en femenino y con un aplomo inusual para tratarse de proyectos primerizos. Cracks, como Las vírgenes suicidas, destaca por su sensibilidad, la medidísima dirección de actrices (quizás porque Scott y Coppola han trabajado como intérpretes) y la capacidad de crear una atmósfera entre preciosa e irrespirable (quizás porque ambas han escrito su guión apoyándose en una novela de éxito).
A la espera de saber si María Valverde se convertirá en una actriz tan popular como Kirsten Dunst o de si Cracks será en un futuro tan reivindicada como Las vírgenes suicidas, la película que nos ocupa puede describirse como una trama elegante de conflictos entre féminas. Scott encierra a sus personajes en una especie de internado y todas, excepto la estudiante española recién llegada, saben y han asumido que nunca saldrán de las aulas, el bosque y el lago de su colegio. La profesora Miss G. que interpreta Eva Green (su mejor papel tras Soñadores) es el corazón de la cinta, un personaje que vamos conociendo poco a poco: primero, fascinados por su vestimenta y desparpajo; y al final, por ser el vértice más potente de un triángulo lésbico cuando sus oscuridades y miserias ya pertenecen al público. Pese a todo, porque en toda ópera prima siempre actúa un 'pero', Scott sugiere demasiado y se arriesga poco en las escenas que requieren mayor intensidad, un narrador más explícito. Reconozco que a veces el ritmo es un tanto tedioso y a veces dan ganas de darles dos guantazos a las niñitas. Aunque quien vale, vale: el camino para convertirse en una crack del séptimo arte será largo, pero Jordan Scott apunta maneras con una primera película más que sólida. Seguro que a Sofia Coppola, ya consagrada, le encantará Cracks.
Nota: 6'5
Ostras, pues gracias por la recomendación de Cracks porque si recuerda a Las vírgenes suicidas... me la apunto para verla!
ResponderEliminarEnhorabuena por esos 900 posts!