Recurrir a los niños para narrar episodios bélicos empieza a ser una tónica habitual: de El niño con el pijama de rayas a Buda explotó por vergüenza, pasando por Las tortugas también vuelan (y en menor medida, Ciudad de Dios o Slumdog Millionaire). Los mejores relatos de infancia y miseria siguen siendo, a título personal, El espíritu de la colmena y Los olvidados, incluso podríamos incluir Miel (Bal) estrenada hace poco. Los colores de la montaña también hace méritos para incluirse entre las mejores de la lista. Una historia de amistad y pasión futbolística en paralelo a un conflicto armado que vendrá a alterarlo todo. Los niños en su expresión más costumbrista, sus juegos en el campo y sus clases con la nueva maestra centran la trama de la película. El film empieza con misterio y al final nos emociona con un presupuesto paupérrimo y pocos trucos: no es ñoña a la hora de describir el microcosmos infantil de sus niños; y tampoco es explícita cuando la guerrilla, sombra que pesa sobra toda la película, pasa a ser una realidad. Los colores de la montaña es la enésima victoria de lo sencillo: pocas escenas tienen la intensidad, la carga lírica y la capacidad de conmover como los momentos en los que el pequeño Manuel, cabezón donde los haya, corre al rescate de ese balón simbólico en un campo minado. El espectador logra abstraerse de sus problemas y vivir esa nimiedad (la pérdida de la pelota, el juguete que cohesiona las relaciones sociales de los niños) como algo mayor. Gracias a eso la sinrazón de la guerra queda retratada de forma certera, justificando esa mirada infantil que, en esta ocasión, no viene ni a alterar ni a edulcorar la realidad social del cuento. Fue una de las sensaciones del Festival de San Sebastián 2010 y no cuesta imaginar que será una de las películas sudamericanas clave del 2011. Ni la guerra es cosa de niños ni los niños deberían verse implicados en una guerra: una posibilidad para disfrutar de buen cine, reflexionar e intentar mejorar el mundo que nos ha tocado vivir.
Nota: 7
Es un retrato hermoso, austero, duro y sin pretensiones de las consecuencias que deja el conflicto armado acá en Colombia.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado y sería bueno que vieras algo más de Cine Colombiano, te aseguro que hay algunas películas que valen la pena. La estrategia del caracol o La vendedora de rosas, serían buenas opciones para empezar. Saludos.
Explotan muy bien el tema, a pesar de las limitaciones económicas y técnicas. Los fundidos que hay entre los elipses y secuencias se vuelven aburridores a la vista.
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