lunes, 25 de junio de 2018

CRÍTICA | YO MATÉ A MI MADRE (J'AI TUÉ MA MÈRE), de Xavier Dolan


YO MATÉ A MI MADRE (J'AI TUÉ MA MÈRE)
Canadá, 2009. Dirección y guión: Xavier Dolan Música: Nicholas Savard-L'Herbier Fotografía: Stéphanie Anne Weber Biron Reparto: Anne Dorval, Xavier Dolan, François Arnaud, Suzanne Clément,  Patricia Tulasne, Niels Schneider, Benoît Gouin, Monique Spaziani, Bianca Gervais,   Manuel Tadros Género: Drama Duración: 96 min. Tráiler: Link.
¿De qué va?: Un adolescente guarda un profundo odio hacia su madre. La mujer resta impávida ante los insultos, desaires, amenazas y excentricidades del chaval. Debut semibiográfico de Xavier Dolan, que dirigió, escribió, protagonizó y produjo el film con tan sólo 19 años.


Empezar tu carrera "matando a la madre" es toda una declaración de intenciones. Se necesita mucho descaro y talento para hacerlo. Dolan reúne todos esos condicionantes. Si hace una década Yo maté a mi madre era la promesa de un autor en ciernes, ahora, revisada para la ocasión o visionada por primera vez, es claramente el primer paso, personal y muy firme, de uno de los directores más importantes de lo que va de siglo. Probablemente, el primer cineasta nacido en la esfera millenial, y por lo tanto poseedor de su eclecticismo y rabia. A ratos, también, de egocentrismo. Porque, en el fondo, esta ópera prima habla de un adolescente (¿autobiografía?) que quiere echar a volar sin el control maternal. Todo el primera persona. Hasta tal punto que Dolan dirige, protagoniza, escribe y selecciona los temas musicales. Para unos, un ejercicio de exhibicionismo precoz demasiado indigesto. Para otros, un esputo teen con toques de genialidad. Dolan sienta las bases de su estilo y su obsesión por una figura, la madre, que sobrevolaba Mommy y Sólo el fin del mundo. También reivindica su tendencia a los colores pastel, la música indie, su amor por todo "lo francófono" y su homosexualidad, aunque sin voluntad de enarbolar ninguna bandera. Poco más que añadir: Yo maté a mi madre es Dolan en vena, para bien y para mal. Y dicho esto, que cada uno decida si compra o no los caprichos del enfant terrible canadiense. Quien escribe, sin ser un fanático entregadísimo a la causa, le aplaude.

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