martes, 14 de noviembre de 2017

CRÍTICA | ORO, de Agustín Díaz Yanes

 
Sólo quiero caminar
ORO
España, 2017. Dirección: Agustín Díaz Yanes Guión: Agustín Díaz Yanes y Arturo Pérez Reverte, a partir de su relato corto Música: Javier Limón Fotografía: Paco Femenía Reparto: Raúl Arévalo, José Coronado, Bárbara Lennie, Óscar Jaenada, Luis Callejo, Juan José Ballesta, Antonio Dechent, Andrés Gertrudix, José Manuel Cervino, Juan Diego, Juan Carlos Aduviri, Anna Castillo, Diego París, Josean Bengoetxea Género: Drama histórico, aventuras Duración: 100 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 10/11/2017
¿De qué va?: En el siglo XVI, los conquistadores españoles Lope de Aguirre y Núñez de Balboa emprenden una épica expedición compuesta por 30 hombres y 2 mujeres por la selva amazónica en busca de una mítica ciudad que, según se dice, está hecha completamente de oro. 


Los que se hayan acercado alguna vez a las páginas de las crónicas de Indias sabrán el poder metafórico de la selva como estado anímico, espacio claustrofóbico y lugar mágico donde, a ojos de los conquistadores, se sucedían los hechos más maravillosos y terribles que puede concebir el ser humano. Tomando la esencia de ese sustrato literario, Díaz Yanes, aliado con la prosa embellecida de Pérez Reverte, construye una experiencia audiovisual que, por fidelidad a sus fuentes y época, se sitúa premeditadamente en las antípodas del cine épico, una decisión arriesgada que se está ganando de forma injusta la incomprensión de crítica y público. Oro está habitada por una comitiva de personajes que andan por la inercia de la ambición y que sumen al espectador en una atmósfera tosca, abrupta por obligación, teatral por accidente, desagradable por defecto. La cámara filma a pocos centímetros del sudor, lodo y cuero. Sus actores interpretan, pero sobre todo ofrecen su presencia fantasmagórica, detalle que explica la parca descripción de la personalidad de unos y de otros (sencillamente, son siluetas carentes de entramado psicológico). No hay escapatoria posible. Tampoco redención. Por eso, allá donde los caminantes menos curtidos verán una película anclada en la repetición, otros disfrutarán con el estudiado inmobilismo de la cinta, de un ensimismamiento despiadado y una ejecución técnico-artística digna de elogio. Tal es la desazón que Díaz Yanes imprime a sus imágenes que Oro empieza tras una refriega y acaba con la asunción de la utopía: principio y fin reflejados en un tiempo ralentizado, incluso detenido, siempre con el sable teñido de sangre y el rifle con la boca humeante. Morir matando, como los toros bravos fuera de sus lindes. Homo homini lupus. Y si el hombre del latinismo es español, más todavía, porque Oro, en su cita al pretérito, dice mucho, o bastante poco, de este país cainita de 2017. Cine mayestático.


Para amantes de las historias de aventuras sin concesiones ni edulcorantes.
Lo mejor: Los riesgos que toma Díaz Yanes. Su factura, especial mención para su música.
Lo peor: Que la crítica "llamader" no esté por la labor de entenderla. No se explica su ausencia en San Sebastián.

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