lunes, 2 de octubre de 2017

CRÍTICA | MORIR, de Fernando Franco


Cuando la vida es sólo muerte
MORIR
Festival de San Sebastián: Sección oficial fuera de concurso
España, 2017. Dirección y guión: Fernando Franco Fotografía: Santiago Racaj Música: Maite Arrotajauregi Reparto: Marián Álvarez, Andrés Gertrudix Género: Drama Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 06/10/2017
¿De qué va?: Luis sufre una enfermedad terminal. Marta, su pareja, ha pedido una excedencia laboral para poder cuidarlo. Él no quiere que nadie de su entorno sepa de su estado de salud, una situación que pondrá a prueba la estabilidad de ambos.


En La herida, Fernando Franco seguía a su protagonista tras romper una relación sentimental. La cinta nunca llegaba a explicar qué había sucedido para que Ana, aquejada de Transtorno límite de personalidad, dejara a su novio, o más bien qué acontenció para que él decidiera distanciarse de ella. Morir, de nuevo pivotada sobre la influencia de la enfermedad en el seno de una pareja, se presenta ante el espectador como complemento a aquello que en la ópera prima de Franco quedaba velado; aunque, como hiciera la cinta de hace ahora cuatro años, el estreno que nos ocupa no plantea discursos fáciles, y por lo tanto no presenta respuestas. Más bien es la descripción precisa de un abismo. Tan duro que no admite anestesias. Tan real que incomoda. 


Haciendo honor a su título, Morir es una película desnuda y directa. Una historia de muerte, pero sobre todo una crónica de lo que va pereciendo mientras se produce el lento deterioro del ser más querido. También de sacrificio, de entrega, de paciencias infinitas y amores que batallan contra múltiples adversidades. Franco prefiere moverse entre interiores, si bien, como le sucede a Álvarez en la ficción, necesita interactuar con unos espacios naturales que, por rocosos y decembrinos, se imponen como metáforas del estado de ánimo de los personajes y del tempo que marca toda la narración. Una opción arriesgada que, como la ópera prima de Franco, hiere poco a poco, en silencio, hasta estallar en un final premeditadamente austero y, por ello, tremendamente impactante.


Con esta descripción, queda claro que Morir no es una película de masas, ni tan siquiera una apuesta relativamente cómoda para aquella cinefilia que se concentra en ciertos circuitos de cine de autor y proyecciones en versión original. Franco indaga en cuestiones tan espinosas que el espectador, en función de su aguante y de su bagaje, puede desvincularse de la historia. Pero el cine no sólo es entretenimiento, sino también un reflejo de lo que fuimos, somos y seremos. No siempre el séptimo arte puede describirse en términos acomodaticios, y películas como Morir reivindican el soporte audiovisual como una manera de sintetizar la vida, aun cuando ésta sólo puede describirse en términos de muerte. Una pequeña gran joya de nuestra cinematografía reciente. Una película que se queda grabada a fuego en la memoria. La herida era la promesa de un gran cineasta: Morir es la confirmación de un autor superlativo.


Para espectadores valientes.
Lo mejor: Sus actores sustentan la película con un verismo increible.
Lo peor: Su dureza puede espantar a los espectadores.


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Más información sobre Morir en el PODCAST: Festival de San Sebastián, Día 5

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