lunes, 9 de octubre de 2017

CRÍTICA | THE FLORIDA PROJECT, de Sean Baker


Érase una vez, al lado de Disney World
THE FLORIDA PROJECT
Festival de Cannes: Quincena de realizadores. Festival de San Sebastián: Perlas
EE. UU., 2017. Dirección: Sean Baker Guión: Sean Baker y Chris Bergoch Fotografía: Alexis Zabe Reparto: Willem Dafoe, Caleb Landry Jones, Macon Blair, Sandy Kane, Karren Karagulian, Lauren O'Quinn, Brooklynn Prince, Giovanni Rodriguez, Bria Vinaite, Carl Bradfield, Betty Jeune, Cecilia Quinan, Valeria Cotto, Andrew Romano, Samantha Parisi, Gary B. Gross Género: Tragicomedia social Tráiler: Link Duración: 110 min. Fecha de estreno en España: 09/02/2018


¿De qué va?: Una niña de 6 años y sus amigos pasan el verano en un motel cerca de Disney World. Mientras los pequeños juegan, la madre malvive de lo que gana vendiendo colonias robadas y prostituyéndose.


Sean Baker, fenómeno indie gracias a Starlet y Tangerine, firma en The Florida Project su consagración como una de las voces más atrevidas del cine estadounidense. Baker sitúa la acción de su película más redonda en las inmediaciones de Disney World, un espacio marginal con tintes de irrealidad. En ese entorno, que para unos funciona como lugar de paso y para otros de purgatorio extravagante, un grupo de niños hacen y deshacen a su antojo, con una espontaneidad y una ingenuidad que Baker filma con una verdad inconmesurable, rayando incluso el estilo documental. The Florida Project es, por lo tanto, el retrato de unos pillos, una sucesión de travesuras, juegos, idas y venidas entre luces de neón, piscinas vacías, descampados, fuegos artificiales y edificios teñidos de amarillo y púrpura. También, en su resolución, un descenso a los infiernos que su director, cómplice de la desdicha de sus personajes, mitiga con un plano final precioso, un ejercicio escapista que reivindica la fantasía aun cuando apremia la realidad más desfavorable. The Florida Project consigue dibujarnos una amplia sonrisa sin obviar las aristas más tristes de su historia, con un dominio de la luz, los tonos pastel y la dirección de actores al alcance de pocos superdotados. Con momentos, además, que se quedan grabados en la memoria del espectador: destacamos el concurso de eructos, la discusión que termina con una compresa pegada en el cristal o el helado que los niños chupetean y comparten entre tres. En resumen, una película energética y elegíaca que, irremediablemente, se gana el afecto de todos, como esas personas que afrontan sus problemas con una sonrisa de boca a oreja, o como ese árbol caído que sigue creciendo y que, a la postre, se convierte en el símbolo de toda la ficción, incluso de los Estados Unidos artificiales y airados que preside el señor Trump, hermanados con los que veíamos en la American Honey de Andrea Arnold.


Para seguir indagando en la cara oculta del American Dream.
Lo mejor: Bria Vinaite y Brooklynn Prince, madre e hija, ambas sublimes.
Lo peor: Puede cuestionarse su abuso de "escenas con niño".


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