jueves, 3 de agosto de 2017

CRÍTICA | ALGUNOS HOMBRES BUENOS, de Rob Reiner


Enjuiciando al ejército
ALGUNOS HOMBRES BUENOS (A FEW GOOD MEN)
4 nominaciones al Óscar y 5 a los Globos de oro, incluyendo mejor película y actor secundario
EE. UU., 1992. Dirección: Rob Reiner Guión: Aaron Sorkin Fotografía: Robert Richardson Música: Marc Shaiman Reparto: Tom Cruise, Demi Moore, Jack Nicholson, Kevin Pollak, Wolfgang Bodison, Kevin Bacon, Kiefer Sutherland, J.T. Walsh, James Marshall, Christopher Guest, Cuba Gooding Jr., J.A. Preston, Matt Craven, Noah Wyle, Xander Berkeley, Ron Ostrow Género: Drama judicial. Thriller Duración: 135 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 18/12/1992
¿De qué va?: Dos marines norteamericanos son acusados de asesinato. El teniente Daniel Kaffee, abogado recién licenciado, es el encargado de dirigir la defensa de los jóvenes. Al visitar la base cubana donde operaban sus clientes, Kaffee descubre que los chicos obedecieron a un "código rojo" de sus superiores.


Las tramas judiciales han dado grandes réditos a la historia del cine. La ceremoniosidad que envuelve a todo juicio, la jerga que utilizan sus participantes y la posibilidad de contar un mismo suceso a partir del relato de distintos testimonios, con los infinitos recursos fílmicos que ello implica, ha convertido el drama o thriller judicial en un subgénero más que apreciable. A todo ello cabe añadir que la industria norteamericana ha utilizado la fascinación de los espectadores de medio mundo por los contenciosos filmados para desplegar, no sin cierto triunfalismo patriotero, valores "nacionales" como el honor, la lucha y, cómo no, la justicia, hasta el punto de cincelar en el imaginario colectivo un "ser y sentir estadounidense" en el que las fronteras entre la realidad y la ficción, la verdad y el engaño, se vuelven difusas. Algunos hombres buenos, obra dirigida con oficio por Rob Reiner, toma todo ese bagaje y lo inserta en un contexto militar para sacar a la superficie las miserias de un ejército nada intachable. Parte de su encanto se debe al notable guión de Aaron Sorkin, capaz de armar una obra rítmica y al mismo tiempo introspectiva que debate sobre la figura del héroe en una sociedad que ha mitificado el sentido del deber en el seno de instituciones que se intuyen anacrónicas, incluso implacables. De todo ello deriva una película que se entrega sin prejuicios a los efectismos del género (el magnánime desfile militar que acompaña a los títulos de crédito, la preparación del juicio por parte de los abogados, la pugna dialéctica en pleno estrado, el estoicismo con el que los acusados encajan el veredicto) y que al mismo tiempo presenta suficientes aristas como para abrir encendidos debates (el joven picapleitos que da vida Cruise funciona como metáfora de esos Estados Unidos perfectos, de gran atractivo físico y habilidad deportiva, que necesita un villano de manual para, a la postre, llegar a la conclusión de que toda su existencia se debe a un tremendo complejo de inferioridad marcado por una paternidad castradora). En resumen, una obra nada desdeñable que homenajea y al mismo tiempo cuestiona el cine judicial y la cultura yanki que éste refleja. Con un gran punto a su favor: a pesar de durar más de dos horas, da la sensación de que en ella no sobra ni falta ninguna escena.


Para cinéfilos con vocación de jurados.
Lo mejor: Su trepidante final, con un Nicholson fuera de sus casillas.
Lo peor: Se la puede acusar de ser demasiado tradicional.


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