jueves, 13 de octubre de 2016

SITGES | CRÓNICA - DÍA 7


Día 7: Una vegetariana francesa, un psicópata indio, un pájaro malasio y otras especies

En Sitges sigue cayendo el "diluvio universal" en forma de lluvia y de películas fantásticas. Nuestra cabeza está a punto de implosionar tras tantos asesinatos, cercenaduras, mordidas, cuchillazos y otras "desgracias festivas". Esta mañana hemos visto un cuento de fantasmas con actores franceses y un director japonés (Le secret de la chambre noir), una cinta irlandesa de ritos sobrenaturales (A Dark Song) y una producción bélica que obliga al pobre Armie Hammer a estar más de hora y media de pie en mitad del desierto tras pisar una mina (Mine). De ellas hablaremos en próximos posts: hoy es el turno de una vegetariana francesa (con gusto por la carne), un psicópata indio (y un policía tras él todavía peor) y un pájaro malasio (especie en peligro de extinción... ¡por suerte!). Empezamos.

Crudo (Grave, Raw), de Julia Ducournau (Francia). Sección oficial a concurso.

GRAVE (RAW), de Julia Ducournau. El cine francés mostró su lado más radical hace ahora una década con películas descarnadas como Martyrs, Frontière(s) y Al interior entre otras. Tras esa moda subyacía el desencanto social de distintos directores noveles que se atrevieron a hablar de los grandes males galos en clave metafórica y sanguinaria. El cine del país vecino siempre ha sido afín al fantástico, aunque nunca ha recuperado la explicitud de esos títulos que ahora ya son de culto. Grave (Raw) hace pensar que esa corriente sigue viva y coleando (o mejor: "mordiendo"), con las mismas ganas de provocar a ese público francés acostumbrado a "la politesse" y de dilapidar las bases de un país azotado por el terrorismo, el auge de la extrema derecha y el repunte del condervadurismo en todas sus vertientes. Grave (Raw), como todas las cintas citadas arriba, puede leerse en sentido literal o en clave alegórica. Esta historia de dos hernanas que estudian Veterinaria y que descubren su gusto por la carne humana cruda se abre en canal, nunca mejor dicho, para sacar de sus vísceras un argumento con mil aristas: en esas entrañas se esconde una historia de reconocimiento familiar, de descubrimiento fraternal y de crecimiento personal, todo en un contexto de novatadas universitarias, instintos y hormonas a flor de piel. Una película rotunda, tal vez no redonda, que te revuelve el cuerpo y te activa la mente. No se puede pedir más. O tal vez sí: la película, muy especialmente la interpretación de la joven Garance Marillier, merece premio.

Psycho Raman, de Anurag Kashyap (India). Sección oficial a concurso.

PSYCHO RAMAN, de Anurag Kashyap. Dicen los entendidos que Anurag Kashyap ha revolucionado el último cine indio, consiguiendo para su cinematografía unos índices de popularidad y de difusión en festivales pocas veces alcanzado. A nosotros nos faltan datos para poner en contexto esa afirmación, tampoco somos asiduos al cine hindú, pero hay que reconocer que el visionado Pycho Raman, tal vez ayudado por la falta de información que teníamos de la cinta, ha tenido el impacto de un puñetazo en la boca del estómago. Tras seguramente los mejores títulos de crédito del año, Psycho Raman se adentra en la psique de un asesino despiadado que mata a imitación de otro criminal que fue popular durante los años 60. En paralelo, el policía que le sigue la pista aparece descrito en los mismos términos de irracionalidad y violencia, hasta tal punto que entre ambos se fraguará una relación de amor-odio, de rechazo-necesidad, como si cada uno viera en el otro una "némesis amiga" de su tarada personalidad. Lo que resulta de ese juego de espejos es un retrato brutalísimo de los bajos fondos de Mumbai, una ciudad que en pantalla suena a electrónica y a Bollywood. Algunos dirán que tras sus formas elaboradas no hay más que otro relato de crimen sin castigo, y, aunque no les faltan razones a los que defienden esta teoría, hay que reconocer que la presunta "gratuidad" de la trama se compensa sobradamente con una dirección cinematográfica excelente. Ya se ha estrenado en algunos países y en breve formará parte del catálogo de Netflix: para entonces, quien escribe estará deseando volverla a ver. Otro nombre que va directa a nuestro palmarés personal.

 
Interchange, de Dain Said (Malasia). Sección oficial a concurso.


INTERCHANGE, de Dain Said. Si Filmaffinity no nos engaña, Interchange es la primera película malasia que este blog tiene ocasión de reseñar. El desconocimiento de esta cinematografía asiática es enorme, y el film de Said no es precisamente la opción más recomendable para iniciarse en ella. Quien fuera dos veces precandidato al Óscar por su país dirige aquí la rocambolesca historia de un asesino-pájaro (el Birdman de Iñárritu debe estar que trina ante el plagio) que deja a sus víctimas sin una gota de sangre, rodeados de plumas y con fragmentos de viejas fotografías en las que se pueden ver los cuerpos de algunos nativos de hace un siglo. Con este misterio sobre la mesa, Man, un policía sobrecargado de trabajo, pide ayuda a Adam, un fotógrafo forense que dejó su puesto por unos desórdenes mentales que nunca se especifican. Detective y fotógrafo unen sus fuerzas para encontrar al culpable, y, cuando parece que el film se consagrará al thriller más o menos identificable, la trama da un giro de ciento ochenta grados hasta convertirse en un drama con toques místicos, chamanes, seres sobrenaturales, realidades paralelas y otras cuestiones que, al menos a quien escribe, le hicieron desconectar por completo de la trama. Muy probablemente Said quiere retratar las supersticiones que existen en su país con un argumento que sea identificable en el extranjero, pero el resultado final, además de ininteligible, se intuye absurdo, sin ninguna emoción, con diálogos hilarantes y una resolución que despertó algún que otro silbido en su pase en el Auditori. No desesperamos: seguro que la producción cinematográfica de Malasia tiene mucho que aportarnos más allá de esta Interchange.

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