domingo, 9 de octubre de 2016

SITGES | CRÓNICA - DÍA 3


Día 3: De asiáticos y tanatoprácticos

Sitges no sólo se alimenta de cine. El festival ha logrado ser el referente que es porque cuenta con un séquito de fieles que vuelven a la ciudad año tras año. Todo lo que ocurre en Sitges tiene entidad de "evento", de espectáculo al que hay que asistir en "pandilla" y con muy buena predisposición. Esto explica que los maratones de medianoche (o sea, películas ininterrumpidas desde la una de la madrugada hasta la salida del sol) tengan tanto éxito, que cada escena desagradable acabe con un gran aplauso de la platea, o que 3.000 asistentes se maquillen de muertos vivientes para pasear en la ya clásica Zombiewalk. Con todo, las proyecciones se suceden a tal velocidad que no da tiempo, por muy activa que sea la comunidad twitera, a que el festival genere por sí solo ese grupo de películas clave o ese título "imprescindible", la sorpresa de la que todo el mundo habla, aquello que "hay que ver sí o sí". La cantidad a veces prima por encima de la calidad, y como resultado Sitges se ha convertido en un parque temático de gusto, digamos, "curioso". Un modelo que admite debate, y más tratándose de un festival que es y se sabe la locomotora del cine fantástico en Europa. Por eso, en esta tercera crónica no analizaremos Comanchería (Hell or High Water), aunque sea un thriller notabilísimo que os recomendamos: tendremos ocasión de hablar de él cuando llegue a los cines españoles. En clave reivindicativa, consagramos el texto de hoy a esos nombres más "militantes" que, si no los citamos, corren el riesgo de diluirse entre la marabunta sitgense. Empezamos.

Operation Mekong, de Dante Lam. Sección Òrbita

OPERATION MEKONG, de Dante Lam. El extinto BAFF (Barcelona Asian Film Festival) permitió que toda una generación de cinéfilos conocieran directores como Johnnie To o Kim Ki-Duk. Ello motivó el estreno hace ahora quince años de películas chinas, japonesas, taiwanesas y surcoreanas en nuestro país, así como el surgimiento de una sensibilidad cinéfila que hasta la fecha nunca había centrado su mirada en Oriente. En la actualidad, sin la influencia del BAFF, Sitges concentra todo el cine de ojos rasgados habido y por haber, y la nómina de películas es tan grande que más de uno querría una sección o un palmarés propio para todos esos trabajos de naturaleza más exótica. Lam, heredero de To, ofrece en Operation Mekong un espectáculo pirotécnico a partir de una trama de narcotráfico basada en hechos reales. Los eventos que sucedieron en las orillas del río Mekong, cuyas aguas están controladas por capos de la droga, importan más bien poco porque la película se limita a concatenar escenas de acción disparatadas, retorcidas y coreográficas, entre la autoparodia y el thriller más "destroyer". Lam confunde ritmo con interés, acción con velocidad, intensidad con fuegos artificiales... y con estas máximas, Operation Mekong, a pesar de tener dos horas nada anodinas, a duras penas cumple como muestrario de todo lo que es capaz, técnicamente hablando, el cine hongkonés. Si el film viniera firmado por un cineasta norteamericano, estaría plagado de escenas y diálogos patrioteros (vaya, que, en perspectiva, la cinta podría ser más difícil de digerir todavía). Sólo por ser un producto diferente merece la pena su descubrimiento.

Museum: The Serial Killer Is Laughing In The Rain, de Keishi Otomo. Sección oficial a concurso.

MUSEUM: THE SERIAL KILLER IS LAUGHING IN THE RAIN, de Keishi Otomo. Sin abandonar el continente asiático, Museum se ha sumado al furgón de la sección principal con una propuesta que aglutina diferentes ingredientes: drama familiar, thriller policial, terror claustrofóbico y, en su último tercio, una resolución que sólo necesita las cuatro paredes de una habitación y los pasillos adyacentes para cerrar el misterio. Con todo, la aportación más bizarra es el "villano" de la función, un hombre que no puede exponerse a la luz solar y que mata disfrazado de anfibio. Por momentos Museum quiere contar mucho y termina por dejar algunos cabos sueltos, pero el resultado final es un noir sólido, con derivas macabras y narrativa propia del manga. Es una pena que nuestros compañeros asiáticos no sepan lo que es la contención y la síntesis (quien escribe le cuesta entusiasmarse con películas tan expansivas, incontinentes en duración y tramas). Será cosa de las diferencias lingüísticas, pragmáticas, culturales y demás, pero a veces cuesta tomarse en serio un cine que, según la escena, juega a ser reflexivo y al mismo tiempo una autoparodia de sí mismo. Museum, aunque con matices, sabe dominar sus debilidades, y sólo por eso tiene justificada su presencia en la sección oficial competitiva. El tour de force interpretativo de Hun Oguri podría terminar en premio.

La autopsia de Jane Doe, de André Øvredal. Sección oficial a concurso.

LA AUTOPSIA DE JANE DOE, de André Øvredal. Si alguna película merece irse de Sitges con la banda de "must see" debajo del brazo es el segundo trabajo del noruego Øvredal, cuya distribución en España correrá al cargo del sello A contracorriente. La película es, de largo, la propuesta más "malrollera" que hayamos podido ver hasta ahora en el Auditori de la ciudad. La sala subterránea de una morgue vieja durante una noche de tormenta es el escenario de una cinta que reduce al máximo el espacio y su nómina de personajes para generar terror "físico" en la platea. La autopsia de una joven asesinada levanta las sospechas del propietario de la funeraria y su hijo, hasta que se percatan que "el ente" en cuestión tiene un poder cuya influencia supera todas las leyes de la lógica. Si sus escenas "médicas" pueden causar más de una arcada a estómagos poco preparados, su segunda mitad, cercana al sobrenatural, se asemeja más al terror fantasmagórico "de masas". En parte Øvredal complica la premisa y da la sensación de que no sabe cómo terminar la película (en el cine en general, y en el fantástico en particular, es mejor insinuar que explicitar: ese es el pecado del director nórdico), aunque el cómputo total es de una fuerza pocas veces alcanzada en el género. El "tensiómetro" ha subido durante y tras la proyección de la que es hasta la fecha la única película a concurso que puede hacer ruido y tiene mucho que aportar al horror de nuestros días. Veremos qué suerte corre cuando llegue a salas: apunta a título de culto.

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