martes, 25 de octubre de 2016

CRÍTICA | LA REGIÓN SALVAJE, de Amat Escalante


Transitando el lado oscuro 
LA REGIÓN SALVAJE, de Amat Escalante 
Venecia: Mejor director. San Sebastián: Sección Horizontes Latinos. Sitges: Sección Noves Visions
México, 2016. Dirección: Amat Escalante Guión: Amat Escalante y Gibrán Portela Fotografía: Manuel Alberto Claro Reparto: Simone Bucio, Ruth Jazmín Ramos, Jesús Meza, Edén Villavicencio, Kenny Johnston Género: Drama. Ciencia ficción Duración: 100 min. Tráiler: Link
¿De qué va?: Alejandra es una ama de casa sin apenas tiempo para sí misma. Su marido mantiene relaciones sexuales en secreto con otro chico. Su hermano, un enfermero homosexual, es agredido al salir del hospital donde trabaja. Verónica, una chica misteriosa, y un extraño ente que habita en una cabaña ejercerán una influencia decisiva en todos los personajes.



 
El mexicano Amat Escalante firma en La región salvaje una de las películas más insólitas de la temporada. Lejos de acomodarse tras el éxito de Heli, el hispanoamericano traza una historia que discurre entre el realismo sucio y la ciencia ficción conceptual. En el plano más terrenal, el México de la corrupción, la miseria, la violencia y las complicadas relaciones familiares aflora una vez más con la historia de dos hermanos, víctimas ambos de sus debilidades y de sus circunstancias. Y en una dimensión cercana a lo místico, la película se abre con una imagen del espacio exterior y distintos fotogramas de tono apocalíptico que conciernen al personaje de Verónica y a un monstruo alojado en una cabaña, a la postre los dos grandes enigmas de la cinta.


 
La narración, que fluctúa entre lo tangible y lo inasible, atrapa a la audiencia por su constante capacidad de sorpresa, hasta el punto de producir un desasosiego tan incómodo como gozoso. Por momentos se diría que La región salvaje no sabe ni hacia dónde va ni qué quiere significar, pero Escalante cierra el arco dramático (que no los misterios) con pericia, abriendo la obra a infinitas lecturas. A la postre, los desvaríos fantásticos de La región salvaje son su elemento identificador y al mismo tiempo su principal talón de Aquiles, por lo que el nuevo trabajo de Escalante, lejos de generar consenso, parece condenado a producir una enorme brecha entre el público, sin descartar la posibilidad de que pueda alzarse como una cinta de culto entre ciertas minorías. 


 
Escalante apela al fantástico para decirnos que no es posible explicar desde un punto de vista científico las injusticias de nuestro entorno o los bajos instintos de nuestra especie, pero el cineasta olvida que en esos comportamientos se concentra la esencia del terror, como estado de ánimo y como género artístico. A La región salvaje, por lo tanto, y aunque suene paradigmático, le sobran todos sus componentes fantásticos: en lugar de producirse una simbiosis entre realidad y ficción, se diría que la segunda habita la primera en calidad de ente extraño y externo, como un alienígena agazapado en un organismo de carne y hueso. Sea como sea, Escalante ha firmado una película que es al mismo tiempo un reflejo y una reflexión del mal. Que convenzan más o menos sus dispositivos formales es un debate que debe articular cada espectador por su cuenta. De ella queda el convencimiento de que Escalante es una de las voces más aguerridas de la modernidad, que ya es mucho.


Para espectadores con el umbral del asombro muy alto.
Lo mejor: Es imposible despegar los ojos de la pantalla.
Lo peor: Muchos esperábamos unas respuestas... que la película no da.

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