lunes, 19 de septiembre de 2016

CRÍTICA | WIENER-DOG, de Todd Solondz


Vida de perro
WIENER-DOG, de Todd Solondz
Festival de San Sebastián 2016: Sección Zabaltegui-Tabakalera
EE. UU., 2016. Dirección y guión: Todd Solondz Música: James Lavino Fotografía: Edward Lachman Reparto: Kieran Culkin, Julie Delpy, Danny DeVito, Greta Gerwig, Zosia Mamet, Tracy Letts, Ellen Burstyn, Michael James Shaw, Kett Turton, Devin Druid, Samrat Chakrabarti, Trey Gerrald, Jen Ponton, Connor Long, Keaton Nigel Cooke, Andrew Pang Género: Tragicomedia Duración: 90 min. Tráiler: Link
¿De qué va?: Un perro salsicha pasa de dueño en dueño, todos ellos con distintos problemas.


Era lícito pensar que el cine de Todd Solondz, tras un lustro sin dirigir, habría cambiado en mayor o menor medida el humor cortante que le hizo popular en los 90. El tiempo pasa incluso para Solondz, así que la intuición cinéfila hacía pensar en nuevas películas menos apegadas a lo peripatético. Craso error. Wiener-Dog es la expresión del Solondz más introvertido, ensimismado y aniñado que jamás hayamos visto en la gran o pequeña pantalla. Y aquí es cuando el bloguero de turno debe confesar que la "evolución" de Solondz es, en muchos casos, una "involución": un regreso a sus temas y formas habituales, pero con la mirada frágil de un pequeño en etapa escolar. Por ello, de esta episódica Wiener-Dog, que sigue una estructura itinerante que recuerda al esperpento lúcido de Palíndromos, funcionan mejor sus primeros capítulos, aquellos en los que el director cuenta las tribulaciones de un pequeñajo con padres sobreprotectores y un joven adicto a las drogas que mantiene una curiosa relación con su hermano, casado y con síndrome de Down. Dicho de otra manera: Solondz alcanza su mejor versión cuando frecuenta los miedos de la niñez. A esas partes, desgajadas del resto por un "intermedio" paródico, se les une la historia de un profesor de cine fracasado y una anciana cascarrabias que decide bautizar a su chucho con el nombre de "Cáncer". Un conjunto estrambótico donde los haya que reflexiona sobre las estrategias que distintos individuos, sabiéndose parte y a la vez fuera de la sociedad que les rodea, utilizan para canalizar sus diferencias con el resto: curiosamente, casi todos los episodios se resuelven por la vía de la violencia, la castración o la huida, por lo que Solondz no parece abogar por la reconciliación, ni tan siquiera por la paz interior de quien sabe vivir acorde a sus principios. Wiener-Dog, en definitiva, hace reír y al mismo tiempo deja al espectador en un estado de extrañeza y terror. Solondz ha aligerado su causticidad, pero sus fotogramas, por momentos excelsos, siguen hiriendo. ¡Qué perra es la vida!


Para fans de Solondz.
Lo mejor: La escena de Ellen Burstyn y los fantasmas de sus "pasados que no pasaron".
Lo peor: En esencia, no deja de ser una versión menor de anteriores obras de Solondz.

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