miércoles, 20 de julio de 2016

CRÍTICA | HEDWIG AND THE ANGRY INCH, de John Cameron Mitchell


HEDWIG AND THE ANGRY INCH, de John Cameron Mitchell
Premio del público y mejor director del Festival de Sundance. Premio al mejor actor del Festival de Gijón
EE. UU., 2001. Dirección: John Cameron Mitchell Guión: John Cameron Mitchell, a partir del musical teatral homónimo Fotografía: Frank G. De Marco Música: Stephen Trask Reparto: John Cameron Mitchell, Michael Pitt, Miriam Shor, Alberta Watson, Stephen Trask, Theodore Liscinski, Rob Campbell, Michael Aronov, Andrea Martin, Maurice Dean Wint Género: Drama musical Duración: 95 min. Tráiler: Link Elección de Jorge Luis Álvarez
¿De qué va?: Hace unos años, Hedwig abandonó su Berlín natal y se sometió a una operación de cambio de sexo. Ahora es la principal estrella de una banda de rock, aunque su trayectoria ha quedado opacada por el éxito de Tommy Gnosis, quien fuera su amante y protegido. De garito en garito, Hedwig explica su vida en un show musical que no deja a nadie indiferente.



CRÍTICA RONNIE: Hacía tiempo, desde The Rocky Horror Picture Show, que no veía una película tan prometedora y excesivamente acertada en su propuesta tanto visual como musical. John Cameron Mitchell, el hombre orquesta detrás de esta maravilla (escribe, dirige y actúa), se desgarra el alma para que la cinta cumpla con su objetivo, manteniendo un ritmo pautado con un ácido sentido del humor y una comicidad que aporta más esencia a la historia que el propio planteamiento natural del drama. Hedwig es un cantante y compositor transexual que nos mostrará cómo la traición siempre ha sido una constante en su vida. Canción tras canción va desmenuzando su peculiar existencia, desde una infancia en Berlín no tan tranquila hasta su llegada a Estados Unidos, incluidos todos sus desengaños amorosos. La cinta es una adaptación de un musical off-Broadway, estrenado por primera vez el 14 de febrero de 1998 en el Jane Street Theatre, y tuvo tanto éxito que la oferta para convertirlo en película llego más pronto de lo esperado. Cada una de las canciones que suenan en la cinta tienen un significado especial para Hedwig, porque son parte de ella misma, un grito desesperado de alguien que quiere ser aceptado por quien es: una persona normal en busca de su otra mitad. El gran acierto de la película radica en cómo trata el tema de la transexualidad, con total naturalidad y con una desbordante sinceridad humana. Don't you know me, Kansas City? I'm the New Berlin Wall, try to tear me down! ½


CRÍTICA XAVIER: Hedwig and the Angry Inch es uno de los musicales más importantes del siglo XXI. En los cines coincidió con Moulin Rouge, algo que le restó visibilidad a pesar del entusiasmo crítico. Deuda saldada: la película es un título de culto indudable. Hedwig nos cuenta en primera persona y micro en mano los distintos avatares de su vida. El film es la crónica de una derrota y la historia de una superviviente. Una autobiografía que nunca fue, como hiciera la también excelente Velvet Goldmine de Todd Haynes. John Cameron Mitchell dirige, interpreta y defiende a todos los niveles una de las obras glam más atractivas de la historia del cine. Las canciones son redondas, la escenografía es más que solvente, y aunque se intuye un presupuesto muy medido no hay nada que chirríe o se eche en falta en los dinámicos, tristes y eufóricos 85 minutos de la película. Un espectáculo mayúsculo que, sin renunciar a la frivolidad de cierta estética pop, construye con habilidad unos personajes complejos con los que no cuesta empatizar. Hedwig es la artista 'trans' e 'internacionalmente desconocida' por antonomasia. Una de las películas más personales y originales que ha parido el último indie estadounidense. Por algo Cinoscar & Rarities la incluyó en la lista de mejores estrenos del 2001... junto a Moulin Rouge. ¿Para qué enfrentar a Satine y a Hedwig si podemos quedarnos con las dos? ¡Larga vida a la música, a la reivindicación personal, a la libertad sexual y al brilli brilli! ★★★★

CRÍTICA ALBERTO: La astucia y la valentía ya consolidada de John Cameron Mitchell ha perpetuado un discurso inhóspito dentro de la esfera cinematográfica norteamericana. Es una pena que las derivas expresivas de un director tan interesante hayan declinado por otros caminos más convencionales y con resultados desiguales. Su ópera prima como realizador fue una auténtica revolución, ya que con recursos mínimos Cameron Mitchell levanta un ejercicio abrumador, tanto por las habilidades de su discurso como por su poderosa estética. La historia de Hedwig llega directa, y desde el minuto uno te enamoras de ella, la sientes y la padeces. Su dramática vida se siente bajo las pulsaciones de su música de un modo vibrante, y cuando acaba la función no te quieres despegar de ella, quieres seguir unido a su vida de un modo incansable y eterno. Emociones que sólo se explican con mucho talento y esfuerzo, ya que es mínimo lo utilizado para expresar tanta fuerza. La habilidad de su realizador en consonancia con una factura técnica impecable prepara el camino para la entrega absoluta de su autor en el ejercicio interpretativo, bordando una composición absolutamente magistral, que de forma histórica ha marcado el referente para posteriores realizaciones. Su entrega y humanidad pulen un ejercicio absolutamente extraordinario, vibrante y de una humanidad pocas veces lograda. ½



CRÍTICA ISIDRO: Hedwig and the Angry Inch es del tipo de musicales que me gustan. Puedo disfrutar de vez en cuando un musical "musical" a lo Sweeney Todd, pero los que más me flipan son aquellos que van sobre gente dedicada a la música que expone su arte mediante una sucesión de actuaciones. Vamos, soy muy fan de pelis como A propósito de Llewyn Davis, Once o The Commitments. Y me gustan porque suelen explorar géneros músicales que me molan y se marcan "cancionazas", que dicen mucho de sus personajes. El repertorio de Hedwig and the Angry Inch es el mejor retrato que se podría hacer de un personaje tan atormentado y humano como la pobre Hedwig. Y nunca se ha explicado tan bien el origen del amor. Lo confieso, me ha conmovido la historia de este alma en pena más de lo que me podría esperar. Y como la crítica me ha quedado corta, para poder cubrir el mínimo de palabras, a lo Homer Simpson en sus reseñas gastronómicas, acabo con un "Estúpido Flanders": qué tirria le tengo Moulin Rouge. ★★★★


NOTA MEDIA del JURADO: ★★★★ 

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