lunes, 4 de julio de 2016

CRÍTICA | FRESAS SALVAJES (SMULTRONSTÄLLET), de Ingmar Bergman


FRESAS SALVAJES (SMULTRONSTÄLLET), de Ingmar Bergman
Oso del oro del Festival de Berlín. Globo de oro a la mejor película extranjera. Nominación al Óscar al mejor guión original
Suecia, 1957. Dirección y guión: Ingmar Bergman Música: Erik Nordgren Fotografía: Gunnar Fischer Reparto: Victor Sjöström, Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Gunnar Björnstrand, Folke Sundquist, Björn Bjelvenstam, Naima Wifstrand, Jullan Kindahl, Max von Sydow, Åke Fridell Género: Drama Duración: 90 min. Tráiler: Link Elección de Atticus Cabiria 
¿De qué va?: El día que va a recibir una condecoración honorífica por su universidad, el profesor y médico Borg inicia un viaje en coche con su nueva y distintos personajes. Entre parada y parada, el hombre, ya en su vejez, recordará pasajes de su vida.


CRÍTICA ISIDRO: A Isak, un médico jubilado, le da por soñar y recordar otros tiempos durante el trayecto en coche a la ciudad en cuya universidad le van a otorgar el título de doctor honoris causa. De camino para en la casa de su infancia y se acerca al arbusto del que nacen las fresas silvestres y, cual Cuervo de Tres Ojos arrimado a un arciano, viaja al pasado para ver a una rubia pava diciendo que le pone bruta el hermano del Isak y a un par de gemelas que dan más yuyu que las de El resplandor. Vamos, que el viejo en verdad es Bran Stark. Y ya para rematar la gracia juegotronística, encima sale Max Von Sydow haciendo de gasolinero en una escenilla suelta. Con Bergman tengo unas expectativas altas siempre. Tengo poco catada su filmografía pero en mi mente es un cineasta sin tacha. El séptimo sello estuvo guay porque, aunque tenía un alto contenido alegórico que por momentos se me escapaba, tenía sentido del humor. Con estas fresas salvajes, en cambio, me cuesta conectar. Los dilemas existencialistas del viejo me acaban dando un poco igual y me entran ganas de matar al trío de autoestopistas discutiendo por la existencia de dios, aunque se nota que hay oficio e ideas interesantes. O será que me gustan más las mandarinas.

CRÍTICA ALBERTO: Si uno analiza detenidamente la excelsa obra de este gran maestro sueco, podrá comprobar lo que es vertebrar una auténtica obra de arte. Bergman lo consiguió de forma sublime: todas y cada de sus películas son extraordinarios ejemplos de narración y buena técnica, al servicio de derivaciones complejas, y sin olvidar nunca la belleza estética del envoltorio. En Fresas salvajes hay un retorno constante en su obra: el deambular sobre la muerte y sobre el recuerdo de lo perdido. Dentro de un plano de asimilación receptiva, este film alcanza un dulce consenso, quizás por la suavidad de sus formas, por la sutileza de sus metáforas o simplemente porque su historia, independientemente de rupturas, encuentra un nexo bastante cercano con quien la disfruta. Así es, Fresas salvajes obtuvo la privilegiada posición del que atendiendo a la vanguardia obtiene el beneplácito del público. La película es un absoluto manjar de referencias, una epopeya llena de metáforas y un libro abierto para entender la psicología humana. Bergman, a través del retorno triste, perfila el cántico más efusivo a la vida y lo hace con decisión, con aplomo y con una maestría pocas veces visitada en toda la historia del cine. Tampoco podemos olvidarnos de la envolvente atmósfera que duplica las posibilidades de un discurso tan bien trabado, y que se acoge a la brillantez del ejercicio visual. Estas piezas encajan bajo una naturalidad apabullante y nos dejan un cuento repleto de genialidades sentenciando lo ya sabido: la maestría absoluta del mejor director de la historia del cine.


CRÍTICA KOSTI: Ingmar Bergman firma con Fresas salvajes una road movie existencialista. Nos invita a un viaje acompañando al profesor Borg, quien va a ser homenajeado por su trabajo, en el que descubrimos su pasado, que ha marcado su presente y la vida que va recordando con retazos que su gastada memoria consigue dibujar. En este particular viaje podemos disfrutar de la mirada y la profundidad existencial de Victor Sjöström, quien con su eterna serenidad comparte sus recuerdos de juventud y sus preocupaciones oníricas. Sjöström nos regala una interpretación tan sencilla como profunda, con una excelente réplica por parte de quien interpreta a su nuera, Bibi Anderssen. Es importante resaltar también la dualidad vida y muerte que Bergman desarrolla. En sus sueños, el profesor Borg asiste a su propia muerte, a la de su yo asocial y perturbado. Sin embargo, en sus recuerdos, vemos a un joven lleno de vida, preparado para las experiencias que le deparan la vida, y entre ellos ese amor pasional aunque platónico, inalcanzable y que deja huella hasta el punto de amargar esos recuerdos, dejando el resto de su vida en un trance agridulce. Este desarrollo filosófico y narrativo que hace Bergman está perfectamente en sintonía con su desarrollo técnico, que acompaña a la serenidad de su principal personaje. Una obra reflexiva y muy bien rodada que deja un poso agridulce que perdura en la memoria después del primer visionado. ★★★½

CRÍTICA RONNIE: Bergman concibió el guion de esta cinta durante su estancia en una clínica a la que acudió a revisiones generales, y en un momento de su vida en el que su matrimonio había fracasado, lo cual le llevó a vivir en una soledad deliberada. Estas experiencias de una u otra forma quedaron plasmadas en su cinta Fresas salvajes. Isak Borg es una alter ego del propio Bergman, una apariencia de lo que en sí mismo representa. Un viaje que se vuelve metafórico e inquietante y tan revelador como quisiéramos verle. Los flancos fuertes de este material están en el guión onírico y poético, su nostálgica fotografía blanco y negro, así como el loable trabajo de Victor Sjöström, dando vida a un médico éticamente intachable, querido y respetado pero moralmente destruido. Sjöström logró el premio a la mejor interpretación en el Festival de Berlín de 1958, un reconocimiento a su gran trabajo bajo las órdenes de Bergman. Fresas salvajes se vuelve así una guía para el entendimiento de la vejez: todos tenemos el poder de reconstruir nuestras propias vidas una vez que hagamos esa minuciosa revisión que postergamos por el fin de los tiempos. ★★½


CRÍTICA XAVIER: Fresas salvajes es una de las grandes películas de Bergman. Sorprende saber que el sueco rodó casi a la vez ésta y El séptimo sello. También que, sin llegar a los cuarenta años, fuera capaz de filmar una historia que sabe a road movie crepuscular, a ocaso anticipado. Fresas salvajes, con todos sus recuerdos, sus espectros y sus símbolos, sigue resultando una película moderna, abierta a múltiples lecturas. Un Bergman fiel a sus obsesiones, de rictus severo y con elementos novelescos y telúricos. Una cinta tan personal que es una pena que no llegue a contagiar al espectador la emoción que invade a su personaje. A Bergman le falta sentido del humor (la tragedia, aunque no lo parezca, también necesita momentos de distensión) y le sobra un poco de pedantería. La manía bergmaniana de que "todo signifique" recarga una historia que pedía a gritos menos peroratas y mayor contención. A ello también contribuye el perfil mezquino de casi todos sus personajes: algunas escenas transmiten una hostilidad que no termina de integrarse con la placidez y el onirismo de otros fotogramas. Con todo, es innegable que Bergman captura la belleza y la tristeza de Isaak, alter ego del propio director. Un film que, a título personal, convence más por sus silencios que por sus palabras. Un contraste notable entre la vida y la muerte, el sueño y la vigilia, el amor y el desamor, la familia y el desapego, el pasado y el presente. Bergman en estado puro, con todo lo bueno y lo malo que esto implica. ★★★½

NOTA MEDIA del JURADO: ★★★★ 

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