jueves, 15 de octubre de 2015

SITGES 2015 | DÍA 7 | Victoria, Demon, Schneider vs. Bax, The Legend of Barney Thomson, The Devil's Candy


Balance positivísimo de este séptimo día de ajetreo y películas. La dirección del festival ha solucionado los retrasos en las proyecciones, esta tarde nos han regalado palomitas y la maratón de seis films ha salido que ni pintada. ¿Quién puede pedir más? Mañana nos saltaremos la sesión de las ocho de la mañana porque necesitamos dormir (Miike: perdóname). Y a juzgar por las caras y comentarios de hoy en el Auditori, parece que el cansancio nos afecta a muchos (incluyendo a algunos miembros del jurado). Pero con un menú cinematográfico como el de hoy es fácil mantener los ojos como platos durante horas y horas. Os reseñamos todo lo visto a continuación.


2015 es el año de las películas contadas en primera persona y en plano secuencia: ahí están títulos como Birdman, Hablar, The Tribe o El hijo de Saúl. El cine se ha empeñado en convertir el clásico visionado en una experiencia física, como si los formatos de antaño hubieran quedado obsoletos y fuera necesaria una reformulación de todos los recursos cinematográficos. Victoria, vista en el Festival de Berlín y gran ganadora de los premios de la Academia de Cine Alemán, se suma a este movimiento de películas inquietantes, claustrofóbicas y de lenguaje absolutamente novedoso. Sin cortes, en tiempo presente y con atmósferas inquietantes, Victoria nos lleva de viaje por un Berlín de borrachera, y la resaca se mantiene durante sus casi 140 minutos de cine moderno. De los interiores de una discoteca a la azotea de un edificio, el film recorre los bajos fondos urbanos y humanos. La protagonista (notable Laia Costa) lleva el éxito en su nombre, pero su periplo es más que accidentado. Desde la butaca, el espectador empatiza con la inocente Victoria y desea que salga sana y salva de tanto ajetreo. La inserción de momentos musicales que dejan en silencio-suspenso una historia donde prima el nervio aporta pequeños momentos de distensión dramática a esta montaña rusa de infortunios. También esconde una crítica social a la Alemania del clasismo, la delincuencia, los minijobs y la adicción a las drogas. Algunos la tacharán de efectista (lo es), pero en esta nueva ola de películas subjetivas priman las emociones por encima de la técnica. Tan intensa como sufrir los efectos de un alucinógeno de diseño. Y a juzgar por la inquietud que hemos sentido durante la proyección, no cabe duda de que la obra de Sebastian Schipper sale ‘victoriosa‘.


Antes de empezar la sesión de Demon nos hemos enterado del reciente fallecimiento de su director, Marcin Wrona. Es una pena que el cineasta polaco no haya podido ver en persona el buen recibimiento que ha tenido su film en el Auditori, la sala con más aforo del festival. Hubiera sido interesante charlar con el realizador sobre el retrato social y la crítica a la Polonia más arcaica que esconde la película. Demon nos presenta a un hombre que un día antes de su boda descubre unos huesos humanos en el jardín de la que será su casa. Dominado por el espíritu de un antepasado de la familia, la comedia absurda y el horror medido se dan cita en una boda inenarrable, la más surrealista que hayamos visto en Sitges (con permiso, claro está, del enlace del último capítulo de Relatos salvajes, proyectada aquí hace ahora un año). Lo más interesante de Demon es que no busca asustar a la audiencia ni llevarle a la carcajada: terror y humor se dan la mano de forma muy natural, y eso confiere al film una gran personalidad. Quedan para el recuerdo muchos momentos de esa boda llena de violencia, música tradicional y personajes que parecen salidos de un retablo de Kusturika. Una de las apuestas más singulares y exóticas de la  sección oficial. ¿Premio póstumo para Wrona?


Alex Van Warmerdam era un desconocido para muchos hasta que Sitges proyectó y premió Borgman, una rareza adorable que llegó a las salas españolas. Este 2015 el festival renueva su fidelidad al cineasta holandés programando a concurso Schneider vs. Bax, un nuevo delirio con las coordenadas de siempre: humor absurdo, giros de trama inesperados y un nulo sentido del ridículo para pasar del drama familiar al thriller. El film sería carne de palmarés si no fuera porque Borgman es la mejor película de su autor (y parece que será así durante bastante tiempo). Schneider vs. Bax es intrascedente y festiva, un cómic con dos matones rompetechos que tienen que aniquilar a su enemigo por orden de un jefe no menos desastroso. No hay que buscarle tres pies al gato, y el público lo ha entendido a la perfección. El film sólo sale perdiendo si lo comparamos con Borgman, un título que se mire por donde se mire es más complejo y profundo, abierto a infinidad de lecturas. Queda, vaya, el sentido del entretenimiento malsano de Van Warmerdam, con un arranque prometedor y una resolución menos pulida. Que no es poco.


The Legend of Barney Thomson está dirigida e interpretada por Robert Carlyle, el rostro más importante de la comedia británica desde que se desnudara y llenara cines con Full Monty. Parece que Carlyle ha aprendido mucho de sus realizadores y compañeros de profesión porque este salto a la dirección tiene mucho ritmo y sobre todo mucho humor. A priori parece una versión cachonda de Sweeney Todd y termina siendo un thriller criminal con momentos realmente inspirados. Emma Thompson da vida a la madre de un peluquero sin suerte y cada vez que aparece en pantalla el guión le reserva los mejores chistes de la función (también suma un maquillaje extremo, muy parecido al que lucía Tilda Swinton en El gran Hotel Budapest). Ridiculiza con humanidad a sus personajes, no escatima en mostrar más sangre de lo habitual y tiene un reparto realmente efectivo. Tal vez se le va demasiado la pinza en sus últimos diez minutos, pero nada grave. Le esperan un par de candidaturas al Bafta y un notable éxito de taquilla: gustará más al público que a la crítica. La comedia británica de la temporada (por lo menos, infinitamente mejor a la que se proyectó en San Sebastián: London Road).

Fotograma de The Devil's Candy, a concurso

Parecía que ningún film podía quitarle a Green Room la banda de cinta de terror 'heavy metal' del festival, pero Sitges es una caja de sorpresas (como la caja de Seven de David Fincher, film que el certamen homenajea en su spot). The Devil's Candy cuenta la historia de una familia rockera que se traslada a vivir en una casa con pasado turbulento. Uno de sus antiguos propietarios intenta perturbar la paz de los personajes, y para no escuchar las voces del maligno deciden tocar como condenados una guitarra eléctrica. El film se sigue fácilmente y su tramo final estalla cual falla valenciana: la guitarra se convierte en arma de destrucción masiva, la habitación del mal se llena de llamas cual concierto de Metallica... y el público, al menos el de Sitges, se entrega como buen fan de la música y el cine más extremo. Un entretenimiento en toda regla que en una sala llena a rebosar se disfruta mucho más. Ritmos satánicos, en el fondo bastante inofensivos.

Fotograma de la polaca Demon, a concurso.

Mañana viernes será el turno de The Survivalist, uno de los últimos nombres a concurso; Life, lo nuevo del director de El hombre más buscado; la francesa Enragés, que a día de hoy está en las carteleras del país vecino; y la segunda parte de Parasyte, un fantástico japonés cuya primera parte nos ha dejado con ganas de más. Todo, como siempre, en veinticuatro horas en Cinoscar & Rarities.

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