miércoles, 7 de octubre de 2015

CRÍTICA | LA JUVENTUD (YOUTH, LA GIOVINEZZA), de Paolo Sorrentino


Ocaso en el balneario
LA JUVENTUD (YOUTH, LA GIOVINEZZA), de Paolo Sorrentino
Festival de Cannes: Sección oficial a concurso. Festival de Sitges: Sesión especial
Italia, 2015. Dirección y guión: Paolo Sorrentino Fotografía: Luca Bigazzi Música: David Lang Reparto: Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda, Tom Lipinski, Poppy Corby-Tuech, Emilia Jones, Mark Kozelek, Rebecca Calder, Anabel Kutay, Ian Keir Attard Género: Drama Duración: 115 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: Pendiente
¿De qué va?: En un hotel de los Alpes se dan cita distintos personajes muy peculiares. Algunos están de vacaciones, otros simplemente esperan disfrutar de sus últimos días de vida entre algodones. Entre un director de orquestra y un director de cine ya ancianos se establece una amistad inquebrantable. Sus deseos, sus obsesiones y sus pasados aflorarán cuando uno de ellos reciba el encargo de dirigir un concierto para la reina Isabel.


La juventud propone una idea curiosa: la posibilidad de mantener cuerpo y alma en estado de levitación. El cine de Sorrentino se sustenta sobre un reto similar. Sus películas desean ser livianas a la par que robustas. Lo suficientemente frágiles como para dejarse mecer en el aire, y a la vez con el grado justo de solidez que facilite su ascensión. Films que quieren ser etéreos y que aspiran a ser eternos. Ahí es nada. La juventud no vuela, pero, como diría el filósofo, 'sin embargo, se mueve'.

A Paolo Sorrentino le gusta filmar el vacío partiendo del exceso. En La grande bellezza la operación funcionaba, pero en La juventud casi todo resulta peripatético, tan frío y funcional como un anuncio de Ikea. No hay nada que emocione porque no hay personajes: sólo frases de guión pomposas. La grande bellezza escarbaba en la grandeza de lo insignificante: fondo y forma estaban en consonancia con la nada más desoladora que presidía la historia. La juventud, en cambio, se intuye crepuscular, artística y refinada. Más íntima, menos conceptual. La vanalidad no parece tener cabida en el resort del film, y por desgracia es su intruso más indeseado.


A fuerza de homenajear a Fellini, Sorrentino ha facturado un 8 y medio sin autenticidad y con muchos postizos. Y a pesar de coleccionar muchas sandeces, sus arrebatos de comedia intelectual y el destello triste de los ojos de Michael Caine sí convencen. Porque, a pesar de todo, en las alas más ocultas del hotel alpino que preside la película se percibe cierta verdad y humanidad. Tal vez porque lo que cuenta Sorrentino es reconocible. Sus formas, en cambio, resultan poco convincentes. He aquí la duda: ¿La juventud es una mala copia del cine de su autor o Sorrentino en estado puro?

No puede descartarse la posibilidad de que algunos espectadores vean en La juventud una metáfora perfecta sobre el legado, la memoria y la futilidad de la existencia. Quien escribe, prefiere un cine franco y terrenal, sin abstracciones ni sermoneos. No puedo empatizar con La juventud, aun reconociéndole cierto estilo, la innegable personalidad de su director. En el cine y en la vida se agradece tocar suelo firme, y en la literalidad el cine de Sorrentino se revela torpe y esperpéntico. Increíble, no por su excelencia, sino por su falta de credibilidad. Una pequeña decepción.


 Para admiradores de La gran belleza.
Lo mejor: La sabiduría de Michael Caine.
Lo peor: La aparición - gag de Jane Fonda. 


2 comentarios:

  1. A mí La gran belleza me gustó mucho, de hecho tengo una reseña publicada sobre ella. Ésta no la conocía porque tampoco voy muy puesto en temas de estrenos, pero por lo que comentas y sabiendo que Sorrentino tiene al exceso, pues no parece muy atractiva. De todas maneras no creo que sea fácil verla.

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