sábado, 15 de noviembre de 2014

CRÍTICA | VIVA LA LIBERTÀ, de Roberto Andò


La política es muy seria... ¡vamos a reírnos!
VIVA LA LIBERTÀ, de Roberto Andò
Italia, 2013. Dirección: Roberto Andò Guion: Roberto Andò y Angelo Pasquini Fotografía: Maurizio Calvesi Reparto: Toni Servillo, Valeria Bruni Tedeschi, Valerio Mastandrea, Anna Bonaiuto, Michela Cescon, Andrea Renzi Duración: 95 min. Género: Sátira política Tráiler: Link Estreno en España: 23/05/2014
¿De qué va?: Enrico Oliveri es el líder de la oposición y no hace más que sumar malas noticias, estadísticas poco favorables y críticas de los distintos medios de comunicación. La presión es muy grande, por lo que a pocos días de las elecciones Oliveri decide hacer las maletas y fugarse a Francia con su antigua amante. El equipo de Oliveri, atado de manos y pies, deciden tomar una medida desesperada: utilizar en la campaña política al hermano gemelo de Oliveri, un hombre con desórdenes psiquiátricos y un carácter imprevisible, para no alterar el equilibro tanto del partido como de toda Italia.
Palmarés: 2 premios David di Donatello de 12 nominaciones: mejor guion y mejor actor secundario (Valeri Mastandrea). 2 galardones del Sindicato de Periodistas Cinematográficos de Italia: mejor guion y mejor actor del año (Servillo, ex-aequo por La gran belleza y Bella addormentata). Sección oficial del Festival de Karlovy Vary 2013.
El dato: El estreno del film en Italia ha coincidido con una de las crisis políticas más severas del país mediterráneo y con el momento más álgido del actor Toni Servillo. Aunque tanto en España como en Francia se ha estrenado después de la oscarizada La gran belleza, en Italia Viva la libertà fue lanzada en febrero de 2013, y el calendario de los premios del cine italiano, que se entregan a mediados de cada año, permitió que el film de Andrò y el de Sorrentino compitiesen en años distintos.


Hace unos años, el cineasta italiano Nanni Moreti firmó Habemus Papam, una curiosa comedia que tuvo una notable acogida en España. En su momento, el film de Moretti no gustó, seguramente porque la crítica y cierto sector de la cinefilia esperaba una película más incisiva, hiriente incluso. Pero Moreti, en lugar de ofrecernos la obra que se esperaba de él (anticlerical, poco complaciente, muy crítica), firmó una historia sobre el miedo al fracaso, la crónica de un Papa recién elegido que, al no soportar el peso del cargo, decide huir por las calles de una Roma convulsa (finalmente, el hilo argumental resultó casi un avance del caso de Benedicto XVI). Curiosamente, el esquema de Viva la libertà, film de reciente estreno, es muy similar: un político de la oposición italiana deja plantado a todo su equipo de campaña a pocos días de unas elecciones que parecen perdidas de antemano. La historia de dos fugas contadas en tono tragicómico que describen la locura de la Italia post-Berlusconi, y en el fondo dos relatos de calado muy universal: viendo el discurrir actual de las cosas, es de locos no apretar el acelerador y marcharse hacia un paraíso utópico. 

Habemus Papam no era un film ‘religioso’, tampoco una historia ‘sobre la religión’, y ni tan siquiera quería ser una radiografía de la eterna vinculación entre Italia y la Iglesia. De igual forma, Viva la libertà, aunque pueda parecer lo contrario, no es una película ‘política’, ‘sobre la política’ o un acercamiento a los cambios del actual mapa gubernamental italiano: en ambos casos se cuenta una necesidad de huir, por lo que los temas que se abordan, pese a acoger la estética y las convenciones del estamento religioso o político respectivamente, son muchísimo más generales (el peso de la responsabilidad, la necesidad de encontrar las raíces cuando la ‘persona’ acaba engullida y confundida con el ‘personaje’ mediático, la fragilidad que rige los mecanismos de un país al perder una pieza clave del ‘establishment’, etc.). Ello se explica porque en las dos propuestas prima la descripción de un estado de ánimo y de un viaje personal, detalles que en Viva la libertà se manifiestan con una visita a la amante francesa de juventud. Y en las dos cintas, la respuesta por parte del sistema acaba resultando ditirámbica: mientras que Moretti se divertía filmando a los aspirantes a Papa jugando a voleibol, Viva la libertà cede todo el peso satírico al hermano gemelo del político ausente, cuyas respuestas resultan del todo impredecibles debido a sus desórdenes mentales. 


Siguiendo con la relación, personalmente los dos films adolecen del mismo problema. Sus contraataques cómicos resultan poco creíbles y su humor es bastante desganado. En las dos películas se desaprovecha una premisa potente, y en los dos casos el conflicto se resuelve explorando las interioridades de los personajes de forma bastante folletinesca (este último detalle, por cierto, es muchísimo más acentuado en el film de Andrò, ya que en ningún momento se nos explica la vinculación y los conflictos entre los dos hermanos ‘idénticos’: el protagonista únicamente agradece a su sustituto tras su regreso, pero, más allá de la típica escena azucarada, apenas conocemos las verdaderas interioridades de los personajes). Ambas películas apenas presentan la gravedad del ‘aquí’ y del ‘ahora’, y en lugar de aprovecharse del interesante contexto prefieren discurrir por el camino de la obviedad: mensajes banales como que el mundo actual está loco, que no hay verdaderos líderes que nos lleven hacia la luz al final del túnel… y que, por si acaso, mejor tomarse las cosas con una sonrisa. Mensajes poco constructivos, por mucho que los ánimos predominantes necesiten de toneladas de sátira sobre los poderosos de turno. Eufemismos y escapismos que, bien pensado, se explican fácilmente: en Italia, Medusa, la principal productora del país, es uno de los tentáculos del imperio Berlusconi. En resumen: para reírse de lo lindo y hurgar en la herida política, mejor remitirnos a los clásicos de toda la vida.


Para aficionados a la política y poco amigos de los mítines.
A favor: Toni Servillo, uno de esos actores que encierran un género cinematográfico en sí mismos.
Lo peor: En beneficio de la comedia, reduce los conflictos de forma peligrosa.

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