jueves, 20 de noviembre de 2014

CRÍTICA | AIRE LIBRE, de Anahí Berneri


Construir una casa, destruir un hogar
AIRE LIBRE, de Anahí Berneri
Festival de San Sebastián 2014: Sección oficial a concurso
Argentina, 2014. Dirección: Anahí Berneri Guion: Anahí Berneri y Javier van de Couter Fotografía: Hugo Colace Música: Nahuel Berneri y Sebastián Bianchini Reparto: Leonardo Sbaraglia, Celeste Cid, Máximo Silva, Pedro Merlo, Fabiana Cantilo, Turco Naim, Lorena Vega, Alejandro Catalán, Érica Rivas Género: Drama Duración: 100 min. Tráiler: Link
¿De qué va?: Lucía y Manuel tienen un hijo y planean trasladarse a las afueras. Cuando compran una casa en mitad del campo, no son conscientes de que eso supondrá el principio de sus problemas. La reforma de la casa termina siendo muchísimo más costosa en tiempo y dinero, por lo que se instalan provisionalmente en casa de sus padres. Mientras, las obligaciones familiares, las obras, las mudanzas y los compromisos laborales tanto de él como de ella harán que la relación de pareja se vaya resintiendo.


Aire libre fue una de las propuestas más infravaloradas de la sección oficial del último Festival de San Sebastián. El film cuenta el deterioro de una pareja que no consigue lidiar con sus quehaceres ordinarios cuando las obras de su nueva vivienda se alargan más de lo previsto. En el film de Beneri, la pérdida de la casa hace tambalear el hogar que los protagonistas pretendían construir: la película va más allá de lo meramente material para convertirse en una metáfora de esa estabilidad que se ha esfumado y que unos y otros intentan encontrar mediante mecanismos insospechados, algunos incluso nocivos. Lo mejor de Aire libre reside en su descripción del desencanto: en todos los planos suceden varias acciones a la vez, se amontonan varias conversaciones al mismo tiempo y el espectador se ve obligado a contemplar las escenas del film como lienzos caóticos en los que no se vislumbra nada pero que al mismo tiempo encierran el drama de los protagonistas. Aire libre, por todo ello, tiene el efecto de una experiencia claustrofóbica y consigue que sintamos en nuestras carnes el desasosiego, la presión y el estrés de los personajes de Sbaraglia y Cid. Sensaciones, claro está, que distan de ser agradables y que pueden crispar los ánimos de la audiencia. Pero ello no deja de corroborar la eficacia de la propuesta, su condición de cuento familiar repleto de veneno que deja al espectador sin oxígeno y sin asideros. Por este motivo, los abucheos que recibió en Donostia son, indirectamente, una muestra de la fuerza del film. Ello también explica que la película haya pasado muy desapercibida por los cines argentinos, más apegados a la catarsis casi sanadora de Relatos salvajes. Pero Aire libre, aun con sus subrayados y sus desafueros, y a pesar del ostracismo que le brindaron los críticos donostiarras (¿habría sucedido lo mismo si el film hubiera competido en la sección Horizontes Latinos?), es una película que ensancha los horizontes del drama costumbrista, por lo general demasiado manido y reconocible.


Para comprobar hasta qué punto la cotidianidad puede desquiciarnos y transformarnos.
Lo mejor: El constante toma y daca de su pareja de actores. La coreografía implícita que se esconde en los planos de interiores, tanto a nivel de guion (conversaciones cruzadas) como de puesta en escena.
Lo peor: La sorpresa final es demasiado efectista, aun cuando resulta necesaria para sacudir a los personajes de su ensimismamiento. 

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