Imagínense que el profesor de La ola hubiese sido maestro de música. Que Los edukadores fueran un grupo de metaleros rebeldes. O que el 'caratapada' de V de Vendetta hubiese tomado la música y no las bombas como arma arrojadiza para sembrar el caos. Sound of Noise está protagonizada por terroristas del ruido. Músicos que han compuesto una sonata cuyo objetivo es desatar el asombro de propios y ajenos. Piezas artísticas que son manifestaciones públicas críticas sin aparente eslogan, causa o consigna. Una forma amena de sacudir a la masa adormecida. Todo empieza con varios panfletos que decoran las paredes de la ciudad anunciando un concierto sin firma del autor ni lugar ni fecha de la función. Un auditorio, un quirófano y un banco entre otros espacios son los lugares donde estos vagabundos del arte callejero, yonkis de la música no académica, acuden con instrumentos nada corrientes, sincronizando máquinas, ruidos, silbidos, palmadas y golpes en canciones urbanas. Un caso que trae de cabeza a Amadeus Warnebring, un policía hijo y hermano de músicos, que, ironías del destino, detesta la música. Sound of Noise tiene su génesis en el cortometraje Music for One Apartment and Six Drummers. El cortometraje presentaba una idea genial: unos músicos esculpiendo sonidos con los utensilios de una cocina, el mobiliario de un baño o los objetos propios de un dormitorio, todo encuadrado en un ejercicio de arte conceptual y vandalismo 'simpático'. Una premisa argumental tan original y tan simple que uno se pone las manos a la cabeza al pensar que a nadie se le ocurrió antes. A todo esto, Sound of Noise añade unas gotas subversivas a las acciones de sus 'delincuentes' y una subtrama propia del thriller policial que acaba de rematar el tono de parodia de trasfondo sociopolítico del conjunto. Del corto al largo la música ha ganado cuerpo y ha perdido cierta espontaneidad. Sound of Noise habla de las posibilidades lúdicas de los mecanismos de protesta, de un primer mundo carente de inventiva, energía y espíritu crítico; y ni que sea por oposición a la música llamada 'clásica' dilapida las encorsetados, amanerados, tradicionales, caducos mecanismos de producir arte, entendiendo que las expresiones artísticas deben ser antes un grito de rabia que una pieza acorde con la corriente principal de pensamiento y acción. Un mensaje hondo vestido de comedia juvenil, con final apoteósico: las luces de Malmö parpadeando como los leads de una discoteca. Los cineastas Ola Simonsson y Johannes Stjärne Nilsson, a base de strings y metrónomos, han creado una película única en su especie, género musical y cinematográfico en sí mismo. Vendría a ser la Kick Ass sueca con baterías de por medio y coro de monedas y excavadoras. Ni rastro de ese cine sueco trascendente y triste como un crepúsculo en el ártico. Ni ABBA ni electropop ochentero ni hits eurovisivos: rock 'trallero' y alternativa ambiental. Así que si ven a un encapuchado en medio de la calle tocando tambores y platillos no están ante alguien fuera de sus cabales sino ante un friki de Sound of Noise, título de culto sin partitura pero con gancho. Los críticos la tacharán de poco consistente... y con razón. Los nerds amantes de lo nórdico lamentarán que el concierto sea tan corto... y con razón. Una película que entiende que la mejor manera de tocar corazones y conciencias es no tomarse demasiado en serio a sí misma. Si creen que los porrazos de un martillo pueden resultar tan poéticos como una caricia a las cuerdas de una arpa, esta es su película. Ni que sea en forma de música descargada, hará mucho 'ruido'.
Nota: 6'5
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Tomo nota, si esta en la linea de los edukadores y la ola, hay que verla ^_^
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