sábado, 27 de abril de 2013

Crítica de COMBUSTIÓN, de Daniel Calparsoro

1. Ha sido casualidad, pero vale la pena aprovechar la actualidad como marco de la reseña. Combustión llega a las salas después de que el cine en España haya sufrido el peor fin de semana de recaudación de toda su historia, un panorama desolador que se une al inminente cierre de Alta Films y sus complejos Renoir. La proyección del film de Calparsoro, además, coincide con la celebración del Festival de Málaga, escaparate ya consolidado de los productos más interesantes del cine español de la temporada primavera-verano. Una coyuntura nada halagüeña, y más compitiendo con Iron Man 3 en taquilla. Pese a esto, la cinta sale al 'mercado' con 300 copias, seguramente porque sus responsables son conscientes de las posibilidades de su propuesta y su atractivo para determinado target. Viendo Combustión se confirma esta realidad: la película es una mezcla de A todo gas y 50 sombras de Grey, y para bien o para mal es tan deficiente, pasada de rosca y comercial como sus referentes. Una película que hubiese podido dirigir el último Bigas Luna, que en paz descanse, con su Juani poligonera como protagonista. Así que independientemente de la nota crítica (que viene en el siguiente párrafo), y entendiendo que Combustión es una pieza más dentro del mosaico que conformará el cine español de este año (más pequeño, eso sí, por obra y gracia de los recortes: que nadie diga eso de que 'el cine de aquí solo es sexo y drogas, por favor'), tras visionar Combustión uno debería abrir debate: ¿qué más debe o puede hacer el cine español para encontrar a su público? La respuesta podría ser 'mejorar el modelo' de base, y la comunidad cinéfila estará de acuerdo en que Combustión se limita a seguir modas ya marcadas, no a crear nuevas tendencias. Pero, ¿la audiencia no demanda precisamente una copia y no una superación de los amores repipis de Moccia y compañía? Y cuando hablamos de 'audiencia' trascendemos el contexto español: Tengo ganas de ti arrasó en Rusia y Combustión bien podría seguir su camino.


2. Combustión es una película que obedece a las directrices principales del cine de su director. De alguna manera podría decirse que estamos ante una versión modernizada de Asfalto, manteniendo el triángulo amoroso como arquitectura y uniendo elementos de la cultura pop y juvenil como envoltorio perfecto. Con todo, Combustión parece, paradójicamente, la obra de un director novel, precisamente porque Calparsoro sigue tan fiel a sus virtudes como atado a sus eternos defectos. Puede sonar repetitivo pero una vez más no deja de ser menos cierto: Calparsoro pincha en el guion, o mejor dicho, a la hora de dar cuerpo a una buena premisa argumental que solo se mantiene en pie durante tres cuartos de hora de reloj. Tampoco se entiende que un director tan vinculado a lo popular se muestre mojigato a la hora de ejecutar las escenas más comprometidas: a Combustión le falta fisicidad y locura, o sea, goma de rueda gastada y sexo exacerbado. ¿No estamos ante una película de morreos, tacos y carreras de coches? Calparsoro, en definitiva, acaba sucumbiendo a la mojigatería de toda su obra, aunque en esta ocasión encontrará un aliado en los paralelos cinematográficos y literarios, todos ellos basados en el eufemismo, que los espectadores del 2013 tienen en mente. Lástima que todo resulte tan cinematográficamente pobre, con unos giros de trama trillados, unos personajes estúpidos que aunque no copulan mucho sí piensan únicamente con la parte genital y una estética de discoteca de pueblo un tanto gastada. Calparsoro desaprovecha otra ocasión para confirmarse como gran nombre del cine de nuestro país y a la vez pierde la posibilidad de convertirse en adalid del público choni, aunque los críticos se rasguen las vestiduras. Seguramente su estreno masivo se traducirá en buenas cifras en sus primeros días de exhibición, pero difícilmente pasará el examen de unos y de otros. De ahí que tras haber visto tanto la película como el contexto en el que se inserta podamos decir, no sin cierta pena, que Calparsoro poco o nada puede aportar al cine español del presente y del futuro, aunque en su caso nunca haya tenido un título o momento clave en su carrera: siempre podrá reciclarse como director de spots publicitarios, videoclips y narraciones breves, muy acorde también con la multidisciplinariedad y la babelia de ventanas del audiovisual de nuestros días.


Para fetichista del acelerador.
Lo mejor: Los esporádicos ramalazos de talento de Calparsoro.
Lo peor: ¿Por qué la película es visualmente tan oscura?

Nota: 4'5 

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