Ante una película como Tengo ganas de ti, y a tenor del éxito que ha cosechado dentro y fuera de nuestras pantallas, me pregunto dos cuestiones: ¿qué efectos, más allá de los económicos, tiene un film como el de González Molina en una cinematografía tan cuestionada como la española?; y en relación a lo anterior, ¿qué hay detrás de ese look aparentemente juvenil, desenfadado y comercial que la ha convertido en la tercera cinta con mejor recaudación del 2012? Se responde rápidamente. Tengo ganas de ti busca lo inmediato, se dirige a un público poco o nada exigente, mima al fan de las novelas de Moccia y para colmo ofrece nuevos frentes para aquellos no iniciados, en edad del pavo o rozándola, que esperan una película de catarsis adolescente, ñoñerías vividas a flor de piel y febriles impulsos sexuales. No debería darnos miedo que la muchachada, la que más ha desertado de los cines por efecto de la crisis y la piratería, llene salas y sume réditos a nuestras cuentas a propósito de un espectáculo bastante bajo, de efectos mojabragas descarados. Porque esto sucede aquí, en casa del vecino y en cualquier cinematografía que se precie. Para qué hacerse heridas si al fin y al cabo tenemos un Tengo ganas de ti al año y encima permite suavizar los números rojos. El cine español tiene suficiente stock para permitirse vender gato por liebre a plateas de mercadillo. ¿O no es así?
Pero retrocedamos. Pensemos: ¿debe la nueva generación del cine español, tanto actores (Lago, Valverde, Cervantes, Camacho, el poligonero Casas) como directores (González Molina) y artistas en general (el guionista Ramón Salazar) vivir de defender films tan inconsistentes? ¿hasta qué punto Tengo ganas de ti nace de un deseo o de una necesidad por hacer dinero? Tengo ganas de ti se aprovecha y al mismo tiempo sufre las consecuencias de quien compra y vende mercancía en un todo a cien o bazar chino. Porque Tengo ganas de ti ha llenado las arcas. Da lo que promete. Tendrá con toda seguridad una nueva entrega. Pero en las plateas, y eso lo comprobará quien vea la película en cualquier screener churrero de los que circulan por internet, no hay ni suspiros de jovenzuelas con granos ni bostezos de los novios que acompañan a las anteriores a regañadientes. En las proyecciones de Tengo ganas de ti se escuchan risotadas, se juega a adivinar cuántos minutos de metraje pasará el maromo con la camiseta puesta, se silban las curvas de la chica y se oye un runrun insoportable de móviles y palomitas. En resumidas cuentas: el público potencial de Tengo ganas de ti va al multicines más cercano para ver de todo menos cine. Obviamente la película dista de ser cine, y ya contamos con especialistas del séptimo arte para desmontar el film desde sus poco trabajados apartados técnicos y narrativos. Tres metros sobre el cielo todavía tenía el encanto del cuento que sustituye el príncipe por el chulopiscinas y el corcel por la moto, pero Tengo ganas de ti no es nada. Y lo que es peor: sus consumidores lo saben, lo comen y lo escupen acto seguido. Así no se hace arte. Y aunque la calculadora ofrezca sus cifras, tampoco se hace industria, o sea, negocio. No se educa, no se consolidan modelos, no se fidelizan audiencias. Al menos ese debería ser el pesamiento de base. Como mínimo, es el principal argumento para sentenciar tras tanta pregunta que ver Tengo ganas de ti es, simple y llanamente, una pérdida de tiempo. En otras palabras: hacia Tengo ganas de ti lo más sano no es sentir indiferencia sino rechazo.
Para chonis que van al cine con sus churris
Lo mejor: Pasopalabra.
Lo peor: Su nominación al Goya al mejor guion adaptado... ¿es una broma, no?
Nota: 2
Yo tuve la mal fortuna de ver "3 metros...." en una muestra de cine español en Colombia, y más que mala, es una ofensa al cine como tal ese tipo de largometrajes..entonces no me puedo imaginar esta pelíucla de "Tengo ganas.." que debe ser lo más cercano aun bodrio. un saludo desde colombia y mucho cine: http://asaltovisual.blogspot.com/2012/07/muestra-de-cine-espanol-tres-metros.html
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